Dios está en los detalles (II): Conseguir una llamada eficaz y consistente.

Sin duda el ejercicio más relevante del adiestramiento para el manejo y tenencia responsable de un perro es la llamada. Cuando resulta consistente, forma el cimiento para que nuestros compañeros caninos jueguen y corran libremente, pues nos permite recuperarlos y evitar que invadan zonas que pudieran ser peligrosas para ellos.

Pero no es fácil obtener una llamada de calidad. En este post voy a intentar ofrecer algunas claves para conseguirlo.

Buena parte de los problemas se deben a una doble condición, obvia y contradictoria: La llamada es muy sencilla de entrenar en un ambiente controlado, pero después es muy difícil de realizar en la vida cotidiana del perro. Gran parte del quid del éxito en este ejercicio consiste en entender esto de manera profunda y entrenar de manera concordante.

La llamada es fácil de entrenar porque, como acción, no tiene complejidad: acercarse hacia una persona querida que además le entrega un premio (incluso con los sistemas menos respetuosos es sencillo para el perro entender que el “refugio” ante un aversivo está en una persona querida). Cuando les enseñamos a acudir en una sesión de entrenamiento, el guía o el entrenador somos referencias claras y la obtención del refuerzo también es bastante simple de asociar con la conducta.

Pero después solicitaremos la llamada mientras esta jugando, corriendo con otros perros o abstraído en la exploración de una apetecible basura. Esto hace que las dos condiciones que se daban durante su entrenamiento, la referencia social clara y la evidencia de dónde se encuentra el refuerzo de su interés, simplemente desaparezcan. El plano social enfocado en otros perros amigos y los refuerzos que se obtienen al jugar con ellos, buscar en la basura… hacen que se volatilice todo lo que hacía fácil la llamada. Si nuestro entrenamiento se ha basado en una técnica que daba el máximo protagonismo a estos dos parámetros, el ofrecerle un refuerzo individual al acudir y la facilidad de encontrarnos como referencia de llegada, el ejercicio se nos escurrirá entre los dedos.

La llamada puede y debe iniciarse de esa sencilla manera, pero es un primer paso que sin una evolución posterior del entrenamiento a través de trabajos conceptuales, que van mucho más allá de la generalización (tan sobrevalorada como herramienta para dar consistencia a un adiestramiento), no permitirá desarrollar el ejercicio para que sea eficaz en la vida cotidiana del perro.

¿Qué debemos hacer para que el perro que en una sesión de entrenamiento oye “¡Aquí!” y acude con nosotros termine haciéndolo también durante sus paseos? Existen varios puntos que tenemos que conocer y trabajar:

  1. Refuerza la llamada principalmente a través de actividades favoritas: Igual que un niño cuando está jugando con sus amigos ignorará olímpicamente tu oferta de un helado, el perro no acudirá si el refuerzo principal que has usado para construir la llamada es un pequeño trozo de comida ¿qué es eso frente a la libertad de correr, revolcarse y servirse basura? Aquí aprovechar el principio de Premack es fundamental. Una vez asociada la señal, empieza a llamarle antes de dejarle libre en el parque, de salir a la calle, de hacerle localizar un juguete o de que aparezca su mejor amigo. Esto le da a la llamada un valor contextual y situacional, que es el que puede funcionar después, en las situaciones reales en las que la usarás. Estás integrando la llamada en las circunstancias finales de trabajo.
  2. Entrena en situaciones de activación emocional alta: Es absurdo pensar que el perro va a realizar la llamada cuando esté excitado si sólo entrenas con el perro concentrado y tranquilo. El contexto emocional es determinante, los mecanismos neurales que el perro utilizará para escucharte, controlarse y acudir mientras corre y juega son específicos y deben ser entrenados para que se vuelvan funcionales. Para conseguirlo búscate “simuladores emocionales” que permitan trabajar con una alta activación emocional: pedirle la llamada dentro de casa cuando es la hora del paseo y está en la puerta deseando salir es una buena manera de hacerlo, cuando acuda correcta y establemente un par de veces le pones la correa y ¡a la calle! También lo puedes hacer antes de entrar al coche para ir al campo. Incluso, si fuera posible, podrías entrenar en el veterinario, siempre que a tu perro no le guste ir, antes de salir le pides la llamada y sólo os vais cuando la haga bien. Entrenando así conviertes la llamada en algo más, en un ejercicio de gestión emocional que mejorará las capacidades emocionales de tu perro. Mejor imposible.
  3. Convierte el buscarte y llegar hasta ti en un reto: Puesto que la otra gran diferencia que separa las situaciones de entreno de las reales es la facilidad de mantener al guía como referencia, debemos entrenar al perro a localizarnos, esforzarse en llegar hasta nosotros y, además, haciéndoselo divertido. Para ello recomiendo dificultar el acceso a la posición de llegada poniéndole problemas como cambiar nuestra posición, colocarnos de espaldas, escondidos entre arbustos… Llegar hasta ti debe ser un juego divertido, proactivo y que requiera de esfuerzo mental. Esta técnica, que es bien conocida por los practicantes del adiestramiento C-E, resulta ventajosa para mejorar la llamada independientemente de cuál sea nuestro sistema de entrenamiento.
  4. Estabilidad, estabilidad, estabilidad: Una de las causas más frecuentes del deterioro de la llamada es la inestabilidad. Su aparición es lógica, le pedimos al perro que haga algo en un entorno altamente emocional y está deseando terminar para volver a lo suyo ¿Cuántas veces has visto a un perro hacer la llamada casi con urgencia para inmediatamente salir de nuevo corriendo hacia sus amigos? Esto funciona como una trampa para cazar adiestradores novatos, como vemos que el perro acude con presteza pensamos que es buena cosa permitir esta inestabilidad, dejándole volver de inmediato a jugar, lo que inicialmente activará al perro para venir rápido. Pero si trabajamos así, la inestabilidad se fijará por condicionamiento clásico (me sigue gustando más este término, qué se le va a hacer) y la llamada se irá deteriorando desde dentro, desde el mismo corazón del ejercicio, hasta que el perro se limite a dar un par de pasos hacia nosotros antes de reanudar con entusiasmo lo que realmente quería hacer. Para evitarlo tenemos que conseguir que el perro se estabilice y serene emocionalmente antes de liberarle. Esto se consigue dándole una referencia clara sobre el final del ejercicio cuya realización le requiera y facilite el autocontrol. Lo normal es pedirle que se siente delante nuestro, lo que le desconecta visualmente de la situación. Esto es óptimo para que los perros con una impulsividad baja o media se estabilicen. Sin embargo en perros extremadamente dinámicos, que no pueden dejar de atender a lo que les interesa, esta llegada resulta potencialmente estresante. Para ellos es mejor acudir a sentarse al lado de su guía, de manera similar a lo que sería la posición base de IPO, OCI o Ring, lo que les permite comprobar mediante el tacto que están correctamente situados con nosotros, mientras con la vista pueden controlar lo que pasa, algo importante para que perros muy dinámicos se controlen y estabilicen en un contexto con varios puntos de interés. En ambos casos la calidad y estabilidad del sentado funcionan como evaluadores del autocontrol emocional. Cuando el perro se encuentre estable y autocontrolado es el momento de liberarle y permitirle volver de nuevo a su actividad.
  5. Renuncia a la perfección: Los perros, como nosotros, tienen días mejores y peores, lo importante es la regularidad. Cuando alguien empieza a plantearse que el perro debe venir siempre, de inmediato, a la primera y suceda lo que suceda, está plantando en su pensamiento la semilla del abuso. El perro debe ser fiable en la llamada, no soy condescendiente con esto porque su seguridad y su calidad de vida están comprometidas, pero si un día está jugando con sus amigos ¿no te parece razonable tener que llamarle un par de veces?

Enseñar al perro a alejarse.

Sin duda la conducta más importante para tener un perro con una buena calidad de vida es la llamada.

Que el perro acuda consistentemente y pese a estar distraído o entretenido nos permite soltarle para que juegue con sus amigos o corra y explore en el campo.

En este artículo no hablaré de cómo llegar a una llamada consistente, sino de algunos riesgos que corremos, sobre todo los adiestradores, al entrenar “bien” la llamada y de cómo preparo yo a mis cachorros antes de iniciar la llamada para evitarlos.

Hace muchos años Jaime Parejo y yo teníamos mucho contacto. Jaime es un gran adiestrador y una persona a la que quiero mucho, en ese momento estaba elaborando el libro que le granjearía el reconocimiento mundial: “El método Arcón” y, como es lógico, hablábamos mucho de su trabajo.

Jaime definió como “efecto yo-yo” la tendencia de algunos perros a volver hacia su guía cuando llegaban a una lejanía determinada. Había observado que este problema viene por el exceso de trabajo de la llamada y que es muy nocivo para el perro de rescate porque merma enormemente su autonomía de trabajo.

La verdad es que Jaime tenía razón, una gran parte de los perros de adiestradores no eran capaces de alejarse más allá de un punto de su guía.

Mi interés siempre ha estado más en buscar los por qués generales de la conducta de los perros y cómo aprovecharlas que en el diseño de técnicas concretas, y desde esta óptica analicé el fenómeno.

Me di cuenta de que, hasta ese momento y de forma inconsciente, yo consideraba que este era un efecto beneficioso: es el perro el que se preocupa de estar cerca de su guía. Pero al reflexionar sobre ello cambiaron mi opinión, mi manera de entrenar las llamadas y, en general, mi manera de tener perros. Además de mi cariño Jaime siempre tendrá mi agradecimiento por hacer que me fijara en esto, gracias a él mis perros son más felices.

Los perros que muestran este “efecto yo-yo” no disfrutan tanto de sus exploraciones por el campo, no hacen un ejercicio igual de expansivo y liberador de estrés, no pueden dar total libertad a sus patrones motores innatos. Este es un problema común en los perros de profesionales (y lo era en mis perros), permanecen siempre pendientes de sus guía y necesitan que estos les den indicaciones de qué hacer para poder divertirse, si por casualidad salen persiguiendo un conejo luego vuelven agobiados porque al terminar la persecución se han encontrado lejos del guía y esto les causa malestar. (Otros perros tienen el problema contrario: se lo pasan como grajos en el campo, pero vienen más o menos cuando les apetece, eso lo comentaré en otro momento.)

En razas activas la posibilidad de correr libres y de explorar amplias zonas es determinante para alcanzar una situación de bienestar, ya hemos superado la visión de la salud como ausencia de enfermedad: es más importante alcanzar bienestar, que el perro se desarrolle como perro feliz más que pensar sólo en evitar el estrés o la ansiedad.

Así ahora lo primero que enseño a mis cachorros no es a venir sino a alejarse, a separarse de mí, a disfrutar de sus paseos al máximo. Los cachorros son muy permeables y es una etapa en la que es muy fácil que los adiestradores los hagamos demasiado dependientes pues también a nosotros nos cuesta sacar a los perros sin ponernos a entrenar algo, y luego los perros no se hayan cuando no están haciendo algo con nosotros.

Es bien cierto que mis condiciones de vida me permiten que entrenar al perro a alejarse sea fácil: en primer lugar la puerta trasera de mi casa sale directamente al campo y en segundo lugar mis perros adultos que ya tienen construida esta conducta ayudan a que el cachorro se aleje al acompañarlos en sus exploraciones. En esta etapa nunca hago nada que potencie la dependencia: no me escondo para que se preocupe por dónde estoy, no le felicito cada vez que se me acerca voluntariamente, sólo paseo y le dejo que se dé cuenta de lo divertido e interesante que es todo: olores, sonidos. Que vea lo bien que se siente cuando corre, salta y aprende a usar su cuerpo. Que haga cosas de perro con mis otros perros, que aprenda que, en el campo, los compañeros más divertidos son mis otros perros y no yo.

Casi parece un contra-decálogo de lo que algunos textos aconsejan para enseñar la llamada a un cachorro, y sin embargo estoy particularmente contento de mi trabajo de llamada, de hecho es lo que más gusta e interesa a otros colegas cuando lo ven. Los perros acuden consistentemente, sin esperar más refuerzo que el social y cuando los libero vuelven a correr y explorar sin quedarse atentos a mi por si hay otra llamada, pero cuando les vuelvo a llamar vuelven a acudir de igual manera.

Por supuesto he comentado que mis condiciones son muy facilitadoras, pues puedo entrenar en una zona segura y sé que al llamar a mis otros perros estos acudirán y el cachorro vendrá con ellos.

Como siempre he pensado que si conocemos cómo funciona algo -aunque sea algo negativo en general- le podremos sacar partido en el adiestramiento, aunque evito que mis tengan ese «efecto yo-yo»  permanentemente empleo una técnica que me permite activarlo a voluntad: como no siempre paseo por el campo y a veces es necesario limitar la distancia de los perros por seguridad, he creado un código con mis perros: si deseo limitar su radio lo que hago es llamarlos diez o doce veces seguidas nada más empezar la salida cuando alcanzan la distancia que he decidido, cuando inicio una salida con este trabajo los perros saben que deben mantenerse en este radio y así puedo sacarlos por diferentes lugares con seguridad. Pero nunca hago este trabajo hasta que he completado la llamada sin dependencia.

Si potenciáis que los cachorros se alejen, exploren, tengan conductas expansivas conseguiréis un máximo de disfrute de las salidas: de ellos que pueden ser y actuar como perros con mayúsculas y vuestro al poder verlos en su máxima expresión. Un perro sin autonomía es un perro menos feliz.