«The Power of Love»

Publicado el 2 de febrero de 2011

Este jueves trasladan a las dos crías de delfín del Zoo de Madrid, Romeo y Rumbo, como no me toca ir a trabajar con el equipo de entrenadores hasta el martes de la semana que viene ya me he despedido de ellos.

Para mí ha sido muy emocionante, porque los dos pequeñines han sido claves en el proyecto de desarrollo del entrenamiento cognitivo-emocional aplicado a mamíferos marinos y lo han sido de una manera que nunca hubiera sospechado. Os lo cuento porque es una bonita historia en mi opinión.

Como sabéis una de las premisas actuales de entrenamiento cognitivo-emocional es aprovechar el afecto como motor de conducta, este siempre es un tema polémico con la mayoría de entrenadores, que suelen conocer únicamente el condicionamiento operante y tienden a pensar que los animales son muy egoístas y necesitan obtener un beneficio individual para generar conducta. Todos sabéis a lo que me refiero. Hoy sabemos que el supuesto “egoísmo” viene precisamente de nuestra manera de entrenar: cuando única y sistemáticamente uso refuerzos individuales conseguiré que el perro (o delfín) sólo espere este tipo de refuerzos en el entrenamiento.

Cuando esto me sucede con entrenadores de perros no suele ser mucho problema mostrar cómo activar los motores sociales -el afecto- como motor de conducta, pues la gran mayoría de perros tienen un vínculo afectivo con las personas con las que conviven que se construye durante todas las interacciones que tenemos con ellos y no únicamente durante el entrenamiento (sí, achucharles en el sofá se considera interacción).

Sin embargo con los delfines sometidos a entrenamiento había un par de problemas: las interacciones se sistematizan en base a criterios de entrenamiento operante, además los delfines del zoo llevan, perdón llevaban 🙂 , muchos años de este tipo de entrenamiento, por lo que no podía encontrar interacciones afectivas espontáneas para explicar a los entrenadores la importancia de los motores sociales y el cómo se podían atrofiar con programas de trabajo de condicionamiento operante (que era lo que ya había pasado). Tumbarse en el sofá abrazando un delfín no es algo demasiado habitual.

Esto me quitaba la opción de poder mostrar, además de argumentar, la relevancia de los motores sociales, así que cuando lo expliqué usé principalmente ejemplos con perros (afortunadamente muchos de los entrenadores tienen perro). Me fastidiaba porque cuando los entrenadores pueden reconocer las conductas afectivas en los animales sometidos a entrenamiento es cuando les cambia la visión del entrenamiento de manera inmediata.

Pero había algo con lo que no contaba: Romeo y Rumbo.

Unos días después de explicar la importancia del afecto y los riesgos de no incorporarlo al entrenamiento teníamos una clase teórica. Antes de empezar vi que los entrenadores estaban especialmente sonrientes ¿qué pasaba?

Se habían dado cuenta de que los bebés delfín les invitaban a jugar, buscaban las caricias, querían que les rascasen la lengua (es algo que les encanta)… Esto era algo que siempre habían visto y pensaban que esta conducta tan social iba disminuyendo según se hacían adultos de manera natural, pero después de nuestra clase se habían puesto a observar con una visión crítica: los pequeños delfines dejaban de intentar estas interacciones en cuanto se usaba el silbato (un reforzador condicionado como el clicker) y sólo estaban pendientes de la comida, incluso rechazando estos juegos. Sin embargo cuando no había sesión de entrenamiento volvían a provocar a los entrenadores para jugar y ser mimados.

Los entrenadores se dieron cuenta de inmediato de que tenían que cambiar su protocolo si no querían seguir potenciando las conductas egoístas. Nunca me ha sido tan fácil introducir las pautas de interacción afectiva, de hecho con la ayuda de los entrenadores del Zoo hemos diseñado unos protocolos para recuperar las capacidades afectivas de animales sometidos únicamente a entrenos operantes durante largo tiempo.

Así que tengo dar las gracias a Romeo y Rumbo por ayudarme a mostrar lo importante y natural que es usar el afecto como motor de conducta. Aunque a ellos no les costó demasiado esfuerzo: sólo querían ser amigos de esos bichos tan raros que viven fuera del agua, algo natural en todos los mamíferos sociales.

Porque lo difícil no es que nos muestren afecto, lo difícil es que nosotros sepamos reconocerlo y corresponderlo.

Comentarios:


  1. Marina - febrero 2, 2011

    Verdaderamente lindo.. y muy buena la última frase.
    Gracias Carlos

  2. Yolanda Blanco - febrero 2, 2011

    Preciosa historia, me encanta!!

  3. 41oreo6 - febrero 3, 2011

    Completamente cierto y, desde mi ignorancia, sigo comprobándolo. Hay muchos dueños que siguen «demandando» órdenes a sus animales, como si fueran robots que tuvieran programados los comandos, y en tono inquisitivo. Y seguimos sin darnos cuenta de que el cariño y los buenos modos mueven montañas. Qué difícil nos resulta recordar eso en determinadas situaciones…

  4. Richard Ibarburu - febrero 3, 2011

    Bonita experiencia… muchas gracias por compartirla.

    Un saludo

  5. Elvira - febrero 8, 2011

    Y… Romeo y Rumbo te dan las gracias a ti, Carlos, por reconocer y corresponder su afecto.

    Estos pequeños cambios son los impulsores del progreso, aquéllos que cambian el sistema. Es mucho más que dar afecto a un delfín; es crear nuevos cimientos para el adiestramiento en zoológicos.

    Tu eterna búsqueda de la calidad de vida ahora presente en las piscinas del zoo. ¡Enhorabuena!

  6. Marisa - febrero 8, 2011

    Debe de ser bonito vivir una experiencia así, viendo como los esfuerzos de uno mismo dan unos resultados tan positivos, enriqueciendo la vida tanto de los animales como la nuestra. Seguro que los animales y entrenadores del zoo te estarán eternamente agradecidos.

  7. Verónica - marzo 1, 2011

    Apenas estoy empezando a conocer de que se trata el adiestramiento cognitivo-emocional, pero esta historia me ha parecido muy bella y ya quiero saber más!!! ojalá prosperen los cursos on-line, porque estoy muuuy lejos (aunque es probable que por el cambio esté más lejos aun! :):))

    Gracias por compartir tu relato

  8. Eva Fernandez - abril 29, 2011

    Muy buena lección, Carlos

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