Hábitos: Una pequeña guía para saber cómo funcionan y cómo trabajarlos

Publicado el 1 de septiembre de 2014

Al escribir un libro es normal recibir consultas referidas a alguno de los puntos más novedosos o chocantes expuestos en él.

Lo normal es que los autores supongamos cuáles serán los aspectos que moverán la curiosidad de quienes nos leen, al menos cuando uno se dirige a un público muy determinado, como es mi caso. Pero si algo he aprendido es que los lectores siempre hilan más fino que lo previsto por el autor, viendo la importancia de cosas que no necesariamente son las más “vistosas” del libro.

Inesperadamente me están llegando bastantes consultas sobre los hábitos y sobre cómo trabajar con ellos.

En Tu perro piensa y te quiere explico muy brevemente que las “normas” de aprendizaje asociativo populares en el mundillo del entrenamiento y que pueden servir para aprender una nueva conducta no son las mismas que funcionan para modificar los hábitos, usarlas con ellos es una garantía de fracaso o abuso.

Aprender conductas nuevas es un proceso exigente a nivel de recursos físicos y mentales, requiere esfuerzo y atención. No es rentable usarlo para situaciones sencillas que ya sabemos afrontar.

Los hábitos son conductas no muy costosas de llevar a cabo, que en el pasado han funcionado repetidamente para una situación concreta y que se automatizan parcialmente como respuesta a dicha situación, disminuyendo drásticamente la atención consciente y el esfuerzo necesarios para llevarse a cabo. Pero esa pérdida de atención tiene su precio, a todos nos cuesta recordar si hemos cerrado una puerta con llave.

Sabemos lo difíciles de modificar que son los hábitos, más de un matrimonio pende de que alguien sea capaz de cerrar el champú después de ducharse o apagar las luces antes de salir de casa. No creo que nadie considere que la relación entre el esfuerzo de cerrar un bote de champú y el beneficio de mantener una convivencia feliz con tu pareja sea excesivo, pero nos cuesta muchísimo conseguir estos pequeños cambios conductuales.

Para los perros no es más fácil, y sin embargo los entrenadores en ocasiones dan a entender que resulta sencillo para un perro dejar de subirse a su dueño cuando llega a casa.

¿Por qué es tan difícil cambiar un hábito? ¿por qué una conducta no responde a las reglas del aprendizaje asociativo más tradicional?

Para saberlo tenemos que ver qué nos dice la ciencia del comportamiento sobre los hábitos.

El primer test fiable, diseñado por Dickinson, para determinar que una conducta se ha convertido en un hábito se basa precisamente en comprobar que el aprendizaje asociativo “normal” está distorsionado: se enseñaba a una rata a presionar una palanca a través de una recompensa, posteriormente se evaluaban dos condiciones para determinar que la conducta se había vuelto un hábito (1) el animal seguía haciéndolo a pesar de estar saciado, operación de abolición típica respecto a la comida, y (2) el animal seguía haciéndolo pese a recibir después un aversivo suave, que en animales no entrenados previamente se había comprobado que tenía efecto castigante respecto a la misma conducta. Si la rata continuaba presionando la palanca, si mantenía la conducta, a pesar de que lo obtenido no tuviera ningún valor, e incluso cuando obtuviera un aversivo suave se consideraba que la conducta ya era un hábito.

Esto es relevante: ni eliminar el reforzador final, ni usar aversivos en el nivel de molestia van a servir para que el perro deje el hábito de subirse. Ese discurso está equivocado, y ojo, que aquí no habla solo el cognitivo, alguien con formación conductista actualizada coincidiría en este punto (aunque no lo hiciera en la manera de explicar cómo y porqué sucede).

Para intervenir correctamente nos será de ayuda conocer el funcionando de los hábitos a nivel neuronal. Una vez más la neurociencia nos muestra el porqué profundo de lo que sucede a nivel conductual.

Cuando llevamos a cabo una conducta de manera consciente están activos durante todo el proceso los llamados circuitos neuronales de deliberación, que permiten reconocer las consecuencias de lo que hacemos y darle un valor positivo o negativo a la conducta. Según una conducta va convirtiéndose en un hábito va generando circuitos neuronales de hábitos, que (1) “empaquetan” como una unidad el conjunto de conductas que forman el hábito (un proceso que se conoce como chunking) y (2) hacen que deje de estar bajo control consciente continuo. Los circuitos neuronales de hábitos, una vez creados, no se pueden eliminar, pero podemos impedir que se activen.

Todo lo anterior se ha comprobado desactivando (mediante una técnica muy innovadora, la optogenética) las neuronas responsables de trasferir el control de la conducta de los circuitos de deliberación a los de hábitos. Efectivamente, al impedir ese cambio, la conducta se mantenía plástica y susceptible de ser modificada mediante la operación de abolición y la aparición de aversivos suaves antes descritas. O sea, que funcionaba como una conducta nueva, las que sabemos manejar los entrenadores.

Pero claro, mala solución sería tener que usar optogenética para que nuestro perro dejase de subírsenos al llegar. Y cara.

Tenemos que aprovechar los conocimientos actuales sobre los hábitos para desarrollar soluciones prácticas en el día a día. Así que, todo el rollo anterior ¿cómo nos lo comemos en cristiano?

Podríamos dividir un hábito, de la manera tradicional: la situación que lo activa, la realización de la conducta y lo que sucede después.

Durante la realización de la conducta no existe prácticamente control consciente, así que el trabajo en esa etapa será muy poco eficaz, si es que lo es en alguna medida. Aunque consigamos cortar la conducta en ese momento no estaremos disminuyendo la posibilidad de su aparición en el futuro. Mucha gente que lleva meses sin permitir que su perro se le suba al llegar a casa y ve cómo persevera puede dejar de sentir que lo hace mal: no funciona porque no puede funcionar ¡Ojo! esto no quiere decir que no sea útil en otros sentidos que el perro corte la conducta, sencillamente no es una técnica eficaz para disminuir su posterior aparición.

La neuroimagen nos ha mostrado que quedan bajo control consciente, y por tanto son zonas de trabajo posibles, tanto la situación que activa la conducta como sus consecuencias. Bueno, cambiar las consecuencias de una conducta es el trabajo de conductismo más básico e intuitivo ¿tanta literatura para llegar a lo mismo, al cambio de las consecuencias como “terreno” de trabajo?

Pues evidentemente no. Por el particular proceso cerebral que tienen los hábitos, y como muestran las pruebas experimentales, el final de la conducta, sus consecuencias aparentes, no es el mejor lugar para intervenir. La extinción no funciona, y tendríamos que generar en el perro reacciones emocionales negativas demasiado intensas para castigar un hábito (sea con castigo positivo o negativo), además sería un proceso que se prolongaría muchísimo. Dos características que hacen que el trabajo eficaz sobre las consecuencias resulte abusivo.

La mejor manera de cambiar un hábito es también la más sencilla y respetuosa: debemos trabajar sobre la situación que lo pone en marcha, haciendo que el cerebro mantenga la atención consciente, que los circuitos de deliberación no dejen de funcionar. Una buena opción serían los trabajos de olfato, que concentran al perro y le exigen atención, lo que no permite la puesta en marcha de los circuitos neuronales de hábito.

Así que al entrar a casa es mejor en todos los aspectos desperdigar un puñado de pienso, si es con algunos trocitos de salchicha como extras aún mejor, que ignorar los saludos del perro, intentar pedirle que se siente o, desde luego, que castigar la conducta de saludar, sea con castigo positivo o negativo. Aunque «tirar comida por el suelo» sea menos vistoso, menos rentable o nos dé una menor sensación de control, que son finalmente los motivos por los que se perpetúan técnicas ineficaces, obsoletas e incluso irrespetuosas.

Además el trabajo de olfato mejora el autocontrol, genera estados emocionales de calma, en muchos casos no requiere entrenamiento previo y resulta sencillo y cómodo de hacer para el propietario.

Y para lo del champú: lo mejor es dejarlo fuera de la ducha, en un sitio que nos requiera control consciente para buscarlo y cogerlo, lo que nos permitirá mantener en la cabeza el objetivo de cerrarlo después de su uso. Por ejemplo, poniéndolo dentro del armarito del baño o en una bolsa con cremallera. En poco tiempo no se nos olvidará nunca ponerle el tapón. Y lo mejor es que se le puede pedir a tu pareja que se haga responsable de guardarlo en el sitio “difícil” y así repartimos la responsabilidad de cambiar ese mal hábito 😉

Por supuesto, decir que esta propuesta es eficaz cuando el problema con el saludo se ha convertido en un hábito. Antes de que lo sea existen otras muchas maneras de evitarlo y enseñar alternativas. Este es un post sobre los hábitos, no sobre los saludos abrumadores.

Comentarios:


  1. Interesante post….gracias por tomarte el tiempo en escribirlo…ahora pondré este pequeño cerebro a paladearlo…. 🙂

  2. Una pregunta

    Mi perrita responde mal ante otros perros, está empezando ahora, no con todos pero si esta mostrando una actitud dominante que es mejor (hago las dos cosas):

    – Echo comida al suelo y le digo busca si el perro esta a una distancia. Le llama la atención pero no quiere atacarle.
    – En distancia corta donde si comienza a tener una actitud de dominancia no vale el busca y tras generar conducta no deseada pongo bozal de nylon y digo no. En sucesivas ocasiones, cuando el perro se acerca le digo Kiva, bozal y la perra no genera conducta sin ponerle el bozal.

    ¿Cuál es la mejor solución para esta conducta que esta desarrollando y que todavía no es aprendida? (no la dejo, ni la refuerzo)

    Gracias y un saludo.

  3. En los saludos, la comida para que busque en el suelo…¿no es un contracondicionamiento?, es decir ¿no es siempre un contracondicionamiento como un junto o sienta solo que con un busca?

  4. Daniel Gil - septiembre 6, 2014

    Que perlita mas buena has dejado en este post. Muchas Gracias. Estoy deseando que salga el siguiente volumen de una vez.

  5. Sergio - mayo 5, 2015

    Hola Carlos.
    En un libro leí el término «emancipación de la conducta» referida al hecho de que la conducta a base de repetirse queda desvinculada de la causa que en origen la provocaba. ¿Serían los hábitos algo parecido a eso? Y las estereotipias ¿también guardan relación con todo esto?
    Gracias. Nos vemos por Zaragoza en un mes.

    Sergio

  6. Carlos Alfonso López García - mayo 6, 2015

    Efectivamente la emancipación de la conducta hace referencia, desde otras ópticas normalmente, a esta desvinculación de la causa externa original. Algo que no tiene un buen encaje en modelos muy conductistas de entrenamiento. En Zaragoza nos vemos 🙂

  7. Jorge Nicolás Silva Flores - agosto 1, 2016

    Interesante, Dickinson y Adams hablaban también que uno de los caminos para degradar el hábito de la rata, era ofreciéndole la comida antes de que accionara la palanca o bien ofrecerle dos alternativas donde una de ellas fuera no-consecuente con la consecuencia de la acción de mover la palanca.

    Si lo relacionas con el caso del perro, el principio es el mismo.

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