La importancia de las emociones dentro del grupo social (III): La simpatía

Publicado el 8 de septiembre de 2010

Este es el tercer y último artículo de esta serie, porque, como bien me ha indicado mi compañero Javier Moral, la entropía es un fenómeno del grupo que influye en la conducta de los individuos (empatía, sincronía y simpatía son, por el contrario, fenómenos del individuo que influyen en el grupo) y merece un tratamiento diferenciado.

La simpatía es la base de las estrategias altruistas de conducta y está demostrada en varios mamíferos sociales: los póngidos, los elefantes, los cetáceos y las personas. No está demostrada en cánidos, pero ¡Ojo! No es que se haya evaluado y el resultado haya sido negativo: es que no se han llevado a cabo trabajos publicables para evaluar la existencia de esta capacidad (o al menos yo no he encontrado ninguna documentación al respecto, si algún lector tiene conocimiento de dicha documentación le rogaría que me diese la/s referencia/s). Por ello podemos argumentar a favor o en contra y defender cualquiera de las dos hipótesis.

La simpatía implica no solo reconocer el estado emocional de otro individuo y alterar nuestra conducta de acuerdo a esto, sino el contagio emocional del estado observado: cuando ese estado emocional es positivo nos permite compartirlo, pero lo más interesante es que cuando es negativo se genera conducta para mejorarlo. Es la base de la solidaridad.

La evaluación de la capacidad de simpatía de una especie sólo puede determinarse de manera consistente en base a la aparición de este contagio emocional con una emoción concreta: la tristeza. ¿Por qué?, la alegría suele llevar asociados o bien la aparición de estímulos positivos que sólo ha captado el animal que se pone contento, o bien comportamientos expansivos que fácilmente pueden inducir a los otros miembros del grupo a “aprender” cuándo es el momento adecuado para jugar, los estados emocionales agresivos también deben ser rápidamente captados por los otros individuos del grupo para adecuar su conducta por interés propio ¡nadie quiere tocarle las narices a un tipo enfadado!, incluso el miedo puede estar asociado a factores de interés individual: si otro individuo del grupo tiene miedo puede pasar algo peligroso para todos, que harán muy bien en “contagiarse” de ese estado emocional y poner pies (patas) en polvorosa. Por ello el contagio de estas emociones tiene una fácil explicación por asociaciones con elementos de interés para el individuo que se contagia, ¡ojo! No digo que el contagio suceda únicamente por este motivo, pero siguiendo el principio de Morgan no debemos explicar un comportamiento como consecuencia de un proceso psicológico complejo si podemos explicarlo a través de otro proceso más básico. Al lorito con esto que algunos conductistas han citado hasta la saciedad este “canon” de Morgan, sin recordar que el mismo Morgan, algo escandalizado por el sesgo que se le daba a sus palabras, añadió después: “para que el alcance de este principio no sea malentendido hay que añadir que el canon no excluye en absoluto la interpretación de un comportamiento en particular en términos de procesos superiores si ya hemos conseguido pruebas independientes de la existencia de estos procesos superiores en el animal que estamos observando”. O sea que si todos los procesos de contagio emocional que observamos pueden ser explicados en base a asociaciones con las consecuencias de esos estados emocionales no podemos hablar de simpatía, pero si existe al menos un caso de contagio emocional que no es explicable únicamente por asociaciones de este tipo podremos argumentar que en los demás casos el contagio podría darse por el mismo mecanismo que explique ese único caso. Si, a mí también me parece lioso.

Y aquí entra en juego la tristeza, porque no hay ninguna ventaja directa por contagiarse de la tristeza de otro individuo: la tristeza no es una señal de alarma que nos ayude a evitar un peligro, tampoco es el predictor de ningún evento positivo, hay una reducción de conducta en el individuo triste y no un aumento que pueda llamar la atención de los otros individuos. En fin que realmente lo “lógico” sería ignorar al individuo triste. Sin embargo en las especies con capacidad de simpatía aparece este contagio emocional, que además es directamente proporcional al nivel de relación entre los individuos implicados.

Creo que muchos hemos presenciado casos en los que aparece el contagio emocional de la tristeza en los perros: cuando estamos desanimados y se nos acercan para darnos suavemente la pata o un lametón por ejemplo. Recuerdo que cuando mi perro Ibo era muy mayor y ya estaba bastante disminuido tenía ocasionales empeoramientos de ánimo. Siempre que esto sucedía nuestras otras perras, jóvenes y activas, se acercaban a él: la pastora alemana se tumbaba a su lado muy pegada al suelo y la malinois (incapaz de estarse tan tranquila) cogía juguetes y los dejaba caer delante suyo. Conductas difíciles de explicar sin tomar en cuenta la simpatía, pues la mayor recompensa que obtenían era que, en el caso de aceptar alguno de los juguetes, Ibo las echaba de allí para disfrutarlo tranquilo (sí, a veces era muy borde). Hubieran obtenido más beneficio si sencillamente ignorasen al yayo e hicieran su vida, pero parecía que les era completamente imposible pasar por alto estos momentos de desánimo del que había sido su compañero de juegos durante muchos años. También hace poco unas border collies estuvieron en nuestra residencia, una de ellas sufrió unos ataques epilépticos, tras los cuales quedó desorientada y aparentemente no reconocía a su compañera de toda la vida, este estado emocional alterado tuvo como consecuencia que la perra que no había sufrido los ataques intentara “animar” a su amiga de todas las maneras posibles: invitaciones al juego, acercamientos tranquilos, contactos que la primera rechazaba: esto causó que la otra multiplicara sus esfuerzos por “conectar” con ella, hasta el punto en el que decidimos separarlas temporalmente para evitarle a la preocupada compañera un aumento indeseable de los niveles de estrés. También es cierto que la perra que mostraba estos niveles de preocupación activa por su amiga es, en mi opinión, una de las perras más especiales y con una personalidad más encantadora y atrayente que he tenido el gusto de conocer.

No quiero terminar este artículo sin indicar que, aunque estemos tocando temas que nos den una visión “positiva” del perro, acorde con la imagen de ellos que queremos tener, estos son sólo algunos de los procesos que aparecen en el perro doméstico. También existen y están bien demostrados otros bastante menos amables, lamentablemente no podemos “ordenar” la naturaleza de acuerdo con nuestros deseos, esto es algo de lo que, EMMO, se está abusando demasiado en el mundo del adiestramiento para captar a quienes se inician y desean escuchar que la realidad técnica coincide con su ideal de cómo es/debería ser el perro, pero los estudios también nos muestran procesos como el infanticidio en leones, o algunas formas de agresión en los perros que no nos gustaría reconocer en nuestro mejores amigos.

Por tanto debemos tomar muy en cuenta que, si bien los actuales trabajos confirman que los perros no son únicamente unos individualistas feroces y dispuestos a la agresión por cualquier quítame allá esas pajas (¿de dónde vendrá esta expresión?), también confirman la existencia de otros procesos en los que sí que aparece competencia, individualismo o actitudes fuertemente agresivas (sin patologías de la conducta) hacia compañeros sociales o seres humanos. No podemos tomar únicamente la parte de conocimientos que nos reconfortan, es necesario aceptarlo todo para tener una visión real de la etología de nuestros compañeros: tan capaces son de ser unos amigos solidarios como de ser unos cabrones con pintas (¿se puede hablar así de mal en un blog? :o, espero que mi madre no lea esto o me lavará la boca con jabón).

Comentarios:


  1. Javi Martínez - septiembre 8, 2010

    Muy buenas Carlos,

    Muy buena serie de artículos una vez acabadas estas tres emociones (queda la entropía que espero con ganas, 15 días mínimo, jejeje).

    Todas estas emociones dentro del grupo social que formamos con nuestros perros deben ser tenidas en cuenta (sobre todo por gente como yo que soy excesivamente expresivo de mis buenas y malas emociones, ¿verdad compañeros?) y aprovechadas para el trabajo concreto que se esté realizando.

    Por ejemplo, imaginemos que mi perro tiene un encontronazo con un perro desconocido y en lugar de darle la importancia que se merece me dan ganas de gritarle al dueño algunos rezos en hebreo. Sin darme cuenta me estoy sincronizando con mi perro lo que puede agravar el problema y darle una carga emocional al instante difícil de borrar (lo que se aprende en momentos críticos queda grabado mucho mejor).

    Análogamente se puede usar esta sincronía para trabajar un ejercicio en el que se considere muy importante la actitud del perro como por ejemplo la llamada. Si trabajamos este ejercicio en nuestros mejores momentos con casi toda seguridad el perro se sincronizará con nosotros y realizará ejecuciones brillantes de un ejercicio donde se necesita la mejor de las emociones en el perro, la alegría. Si ese mismo día de euforia personal, inicio con un cachorro las permanencias en quieto posiblemente fracase en caso de que el cachorro se sincronice con mi euforia, jejeje.

    Enhorabuena por estos post porque son MUY INTERESANTES.

    ———————-
    Javier Martínez Torres
    http://www.clickdogging.com

  2. Yolanda Blanco - septiembre 8, 2010

    Muy bueno Carlos, como siempre.

  3. Jorge Ortega - septiembre 9, 2010

    Hola:

    Podría decirse entonces que la tristeza es una de las emociones más útiles, dado que es el «nudo» que une los lazos afectivos.

    Entiendo que la tristeza conduce a la acción y a intentar buscar un remedio, pero: ¿Cuándo y por qué la tristeza comienza a funcionar mal convirtiéndose en ese problema que es la depresión?

  4. De Acuerdo en todo, me encanta que no te canses de aprender y evolucionar y que lo compartas, Gracias!

  5. Javi: ¡Si es que ya hasta escriben otros webmasters para darle la razón a la mía! ¡Cualquiera se salta las normas!
    Yolanda: Menos «muy bueno Carlos» y más quedar a tomar cervezas, que hace un milenio que no te veo.
    Jorge: Muy agudo, como siempre (esto te puede terminar ocasionando algún disgusto en este mundillo 😉 ). Sobre el tema que apuntas tengo pensado escribir un artículo, porque requiere espacio propio.
    Beatriz: Yo pienso seguir evolucionando como mínimo hasta Super Saiyan nivel 3, a partir de ahí ya veremos.

  6. Belén - octubre 6, 2010

    Hola Carlos, soy Belén, del curso de adiestramiento que empezó la semana pasada en Madrid.
    Muy interesante todo lo que cuentas, me ha encantado.
    Pensando en el tema que comentas de: «…no hay ninguna ventaja directa por contagiarse de la tristeza de otro individuo…» he estado pensando que debe tener alguna ventaja, si no el comportamiento no hubiera triunfado ni se hubiera extendido, y he pensado también (cuánto he pensado, madre mía) que puede ser que si varios individuos se contagian de esa tristeza, será más visible para que otro miembro de la manada con un papel destacado tome acción para solucionar eso que provoca la tristeza.
    ¿Qué te parece?

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