(Desde) Hace mucho, mucho tiempo, en un comportamentalismo (no) muy lejano…
Tradicionalmente se han afrontado los problemas de reactividad relacionada con miedo o agresión a través de variadas terapias de exposición progresiva a las situaciones/estímulos que activan dicha reactividad, siendo la principal diferencia entre las propuestas el nivel de intensidad emocional con el que se trabaja o el nivel de intervención y guía por parte del profesional o los tutores. Y casi todos son trabajos eficaces ¿por qué entonces proponemos un programa diferente para afrontarlo?
Existen varios motivos de índole conceptual y práctica para que hayamos desarrollado una alternativa, para que hayamos desarrollado El Efecto MARIPOSA.
En el plano conceptual tenemos tres motivos principales:
(1) Lo acotado de los resultados de la mayoría de propuestas, que –pese a hablar de reactividad- se centran en los estímulos que la generan sobre una única emoción, aquella con la que el perro tiene problemas: miedo o agresividad típicamente, como consecuencia de lo anterior surge el segundo problema.
(2) Lo arriesgado que son las terapias de exposición a nivel emocional, pues trabajamos con emociones que pueden generar problemas serios para el perro en caso de error, desbordamiento o trabajo excesivo (aunque sea en niveles bajos y para realizar sesiones controladas). Trabajar con el miedo y/o la agresión es como manejar explosivos, no debería pasar nada si se hacen bien las cosas pero…
(3) Relacionado con hacer -o no- bien las cosas, emerge un tercer motivo: lo difícil que resulta elegir y programar los diferentes criterios de trabajo, así como las necesarias subidas de criterio. Cuando operamos sobre miedo o agresión los avances son complejos de programar, y se pueden convertir en una auténtica bomba de relojería. Además, aunque los criterios de cercanía sean afinados, el tiempo de trabajo, la tensión emocional debida a factores ajenos a la sesión u otros elementos pueden hacer que un criterio teóricamente accesible deje de serlo para el perro. Muchas variables. Demasiadas.
Pero es que, yéndonos a lo práctico, los trabajos tradicionales además son:
(4) Caros, porque requieren abundantes sesiones preparadas con elementos complejos de conseguir, como perros o personas voluntarias, amplios espacios controlados…
(5) Difíciles de llevar a cabo comercialmente ¿quién no se ha pasado sesiones enteras deambulando por el barrio o pueblo de un cliente a la búsqueda de algún perro o persona para seguir avanzando?
(6) Complejos de consolidar para el cliente una vez logrados los objetivos y terminada la intervención profesional, pues requieren sesiones especiales en condiciones especiales para progresar. Lo que resulta en dependencia del profesional y/o de acudir permanente a actividades de mantenimiento/mejora o arriesgarse al estancamiento en el mejor de los casos, o al empeoramiento progresivo en el peor.
Seamos sinceros, los trabajos de exposición progresiva quedan muy bien sobre el papel o en los cursos, pero no son NADA fáciles de realizar en el día a día del trabajo con clientes. Y quien piensa otra cosa… pocos habrá hecho.
¡Ojo! nada de lo anterior quita relevancia, ni resta eficacia a los diferentes programas de exposición progresiva al estímulo o situación que activa una emoción problemática -nosotros mismos, en EDUCAN, tenemos uno específico- pero hace aconsejable recomendarlos únicamente en aquellos casos que no puedan solventarse de una manera más sencilla, barata y… divertida.
Porque lograr resultados requiere primero hacer algo que, bueno, que pueda hacerse, no que quede chulo cuando nos lo cuentan o sea la repera en personas, pero luego no se pueda implementar para nuestras necesidades profesionales. Y si hablamos de éxito comercial, ofrecer a nuestros clientes algo más barato, sencillo, seguro, divertido y consistente… en fin. Pero esto no solo garantiza nuestra ventaja frente a la competencia, sino que facilita que más perros solucionen mejor sus problemas. Que más perros (y las personas que les quieren) sean más felices.
Vamos a ver de qué hablamos
Reactividad e impulsividad
Las respuestas reactivas son acciones involuntarias e inmediatas que surgen ante un determinado estímulo o situación, por ejemplo apartar la mano cuando vemos que se posa en ella una avispa. Son un valioso recurso evolutivo para reaccionar ante una situación inesperada cuando resultaría demasiado lento o peligroso dedicar tiempo a su análisis antes de responder conductualmente, por tanto no suponen problema por sí mismas, y cuando aparecen de esta manera no implican un problema de reactividad .
La reactividad es un problema de (mal) aprovechamiento emocional, relacionado con la aparición de respuestas reactivas más allá de su rango de utilidad, impidiendo la conversión de emoción en motivación y la activación del sistema cognitivo, que permitiría elegir alternativas más adecuadas. En el mundo profesional del comportamiento canino solemos encontrar problemas de reactividad relacionados principalmente con respuestas de miedo y de agresión. Pero, por supuesto, no son los únicos posibles.
Impulsividad hace referencia a la aparición de respuestas conductuales rápidas, exageradas y poco meditadas. Aunque este término no sea de uso tan común en conductología canina, resulta adecuado no solo para entenderse con clientes, sino -especialmente- para categorizar respuestas reactivas exageradas ante emociones o estados emocionales diferentes al miedo o la agresión, como sucede con perros que no pueden controlar su alegría al ver a otros perros o ante el contexto de paseo. Es muy intuitivo y sencillo encontrar impulsividad (o su ausencia) en estos comportamientos, pero no lo es tanto ver reactividad, término que en nuestra profesión parece asociado unívocamente al miedo y la agresión en el mejor de los casos, o que es usado como eufemismo de agresión en el peor.
Incorporar el término impulsividad nos permite reconocer y tratar muchos problemas aparentemente “menores”, que sin embargo son muy importantes en la vida cotidiana con un perro: un perro que tira desmesuradamente de la correa ante la perspectiva de ir al parque ¿no está actuando de forma impulsiva? ¿El que se lanza tras los gatos? ¿Y el que al encontrarse con otro perro amigo o persona amigable es incapaz de saludarles sin desbordarse y abrumar al otro sujeto? Pero además nos puede servir para encontrar un marco seguro donde trabajar la reactividad de un perro, fuera de sus manifestaciones más graves. Y ahí empieza El Efecto MARIPOSA.
El Efecto MARIPOSA: TRANSFERENCIAS y MICROGESTIÓN para desarrollar las capacidades que solucionan reactividad e impulsividad.
El Efecto MARIPOSA (y su variante grupal, El Efecto MARIPOSA(S) es un programa diseñado por EDUCAN de entre diez y catorce sesiones tuteladas para que (1) los perros activen, desarrollen y sinergizen las capacidades que les permitirán controlar su impulsividad en cualquier ámbito y desde cualquier emoción, así como (2) capacitando a sus tutores para realizar, evaluar y progresar a lo largo de todo el proceso y posteriormente, (3) logrando mejoras en TODOS los problemas de reactividad/impulsividad -presentes y futuros- que pueda tener un perro, desde aquellos que cursan con respuestas agresivas hacia personas o perros ajenos a su grupo social, hasta los que no pueden evitar “saltar” cuando ven un gato o un conejo.
El Efecto MARIPOSA, en su nombre, hace referencia a la posibilidad de generar grandes cambios a través de acciones pequeñas y muy alejadas de lo que se quiere mejorar, lo que permite no enfrentar al perro a situaciones/estímulos que pudieran activar la agresión o el miedo de forma reactiva durante la práctica totalidad del programa, evitando todos los riesgos, limitaciones e incomodidades que ello implica.
Esto es posible gracias a los dos elementos que constituyen la esencia de El Efecto MARIPOSA, y sobre los que se estructura: las transferencias -usando acciones alejadas de lo que queremos modificar- y la microgestión emocional -usando acciones muy pequeñas.
El principio de transferencia es la influencia que tiene una actividad práctica anterior sobre el aprendizaje, desarrollo o mejora de una nueva capacidad o habilidad. Por ejemplo, en El Perro Valiente veíamos que el aprendizaje de la permanencia (formal e informal) desarrolla las habilidades de afrontamiento pasivo del perro ante una situación indeseada, permitiéndole gestionar la ansiedad mucho más fácilmente.
La microgestión es la realización eficaz y repetida de actividades menores, muy sencillas y pequeñas, que pueden llevarse a cabo sin gran nivel de esfuerzo ni concentración, pero que implican la aplicación adecuada del mismo tipo de capacidades o habilidades necesarias para afrontar con éxito otras situaciones difíciles que el sujeto no está afrontando bien. Con la microgestión haremos al perro afrontar exitosamente todos los días situaciones de mínima impulsividad, construyendo así una forma gestionar correctamente la impulsividad muy sólida.
¿Te imaginas solucionar el grueso de los problemas de agresividad hacia perros o personas ajenas al grupo social simplemente jugando y paseando? Es posible y muy sencillo, aunque requiere afinar bien lo que hacemos. Y te aseguro que lo que haremos y usaremos pondrá del revés algunas de las cosas que pensabas 😉.
Porque algo tan pequeño y lejano como el aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo, el mundo de un perro con problemas. Y por eso El Efecto MARIPOSA es el programa más innovador que ofreceremos desde EDUCAN para este próximo año 2020.
Para informarte, como siempre: formacion@educan.es