Hemos hablado en los posts anteriores de la empatía, sincronía y simpatía, y cómo su fin es hacer viable el grupo social facilitando el acceso y distribución de recursos, así como su seguridad. Estos procesos emocionales mueven mucha energía, porque es necesario gran cantidad de comportamiento social para organizar, coordinar y conseguir que un grupo social sea eficaz en su entorno.
Pero ¿qué pasa cuando el grupo social no tiene que coordinarse para cazar porque los recursos se proveen desde fuera del grupo y no es necesario defenderse porque se vive en un entorno controlado? Todos esos procesos emocionales y la energía que mueven ¿dónde van a parar?
Hace tiempo (en 1824, para ser exactos) un físico, Carnot, comprobó que las máquinas de vapor durante un tiempo de trabajo siempre generaban la misma energía, pero parte de esa energía no se convertía en trabajo sino que la “absorbía” la misma máquina (calentándose, moviéndose…) y denominó a la parte de la energía que no podía usarse para producir trabajo entropía (ya sé que a los que sois de ciencia os horrorizo por esta explicación de la segunda ley de la termodinámica, tened paciencia conmigo). Carnot también comprobó que según aumentaba esta entropía el trabajo aprovechable era menor, sin embargo ningún sistema puede funcionar sin un mínimo nivel de entropía.
Por tanto la entropía es la cantidad de energía que genera un sistema (en nuestro caso el grupo social del perro) y no es aprovechable en trabajo útil.
En psicología y, sobre todo, en sociología no tardaron en importar el término para utilizarlo en el estudio del funcionamiento de los grupos sociales, en estas ciencias humanísticas se utiliza con el sentido de “desorden”, y es lógico pues cuanta más de la energía generada para la interacción eficaz se reabsorbe en el grupo más aumenta el desorden y con ello los problemas.
En este momento hay una importante polémica sobre la dominancia y cómo funciona realmente en los grupos de cánidos, parte de este debate se genera porque buena parte de los datos que manejábamos estaban referidos a lobos en cautividad y su conducta social está alterada con respecto a una situación de libertad.
Precisamente ahora sabemos que lo que altera la conducta social de los mamíferos sociales que permanecen en zoos es el aumento de la entropía: toda la energía que produce el grupo social para su funcionamiento no se convierte en trabajo eficaz: no es necesario cazar, ni defender el grupo de agresiones, ¡ni siquiera desplazarse de manera coordinada!, por lo que esa energía se vuelca íntegramente en las interacciones sociales.
¿Cómo afecta el aumento de entropía a un grupo social? Es muy sencillo verlo fijándonos en un programa que basa su éxito en el aumento de la entropía y sus consecuencias: “Gran Hermano” (“Big Brother”). El aumento de entropía en un grupo social se caracteriza por tres factores principales:
- Aumento de la relevancia de la distribución y posesión de recursos y de las situaciones violentas referidas a este tema.
- Aumento de la importancia de las jerarquías y con ello un aumento extremo de las agresiones relacionadas con la posición social.
- Aumento de las relaciones afectivas positivas o negativas, tanto en frecuencia como en intensidad (edredoning y juramentos de amistad/odio eternos).
Esto tiene su lógica, si el grupo social se encuentra en un entorno «natural»: La repartición de los recursos obtenidos utiliza una parte mínima de la energía gastada en conseguirlos cazando de manera coordinada. Las jerarquías tienen un fin principalemente organizativo: sirven para coordinar de modo eficaz las acciones del grupo y darle orden y armonía. Y las relaciones afectivas tienen por objeto mantener la cohesión social, evitando la dispersión del grupo cuando no hay un “trabajo” concreto que hacer en común. Por supuesto sí que surgen agresiones jerárquicas y conflictos por la posesión de recursos, así como relaciones afectivas consistentes, pero el grueso del tiempo y de la atención de los animales no está centrado en estos menesteres.
Cuando se limita el espacio del grupo, se controla el ambiente para que sea seguro y se “regalan” los recursos, la importancia de su posesión, la posición social y las relaciones afectivas son las ÚNICAS conductas sociales que resulta posible llevar a cabo y, razonablemente, recogen una cantidad de energía diseñada para objetivos sociales mucho más ambiciosos. Imaginemos que cogemos la energía destinada a mover un tráiler y la aplicamos a un Vespino, es más que fácil que reviente o se salga en la primera curva, y es por esto que todos los que salen de “Gran Hermano” dicen, y tienen la razón científica en la mano, que en “La Casa” todo se vive más intensamente.
Pero esto nos lleva a un pequeño problema: quienes plantean que el estudio de las interacciones de los lobos en zoos no son válidas para hacer homologías con el perro doméstico porque dichos lobos se encuentran en una situación que es generadora de estos problemas, olvidan que la mayoría de los perros domésticos no tienen que trabajar coordinadamente con su grupo social para conseguir ningún recurso, ni tienen que contribuir a ninguna defensa del grupo, en realidad no necesitan coordinarse con su grupo para nada. Así que la mayoría de los perros «de casa» sí que se encuentran en situaciones de entropía y esto causa un alto número de problemas con respecto a los puntos antes descritos.
Por ello la realidad no está con los que tienen una visión del perro como un continuo retador cuyos instintos le llevan a buscar una posición dominante en su familia, ni tampoco con los que opinan que no existen estos problemas en absoluto. Como sucede en tantas ocasiones, existe una explicación menos militante pero más consistente a nivel científico: el aumento de la entropía, lo que explica que muchos de estos problemas se den en perros de razas sin un fuerte carácter, pero que por su labor única de perros de compañía casi no salen de casa ni interactúan con congéneres ¡no hablemos ya de trabajar!
Así pues, en lugar de tener que pelearnos con nuestros perros para conseguir vencer en una supuesta lucha por la supremacía o limitarnos a intentar eliminar el estrés que genera la situación, tenemos una alternativa mejor: darle a nuestros perros un trabajo coordinado con nosotros y que tenga que realizar regularmente, para que utilice la energía social que genera de la manera más adecuada según su etología.
Además debemos tener en cuenta que todos los efectos de la entropía no son malos: el nivel afectivo que los perros pueden mostrar por las personas es superior al que suelen mostrar entre ellos porque nosotros respondemos a sus interacciones afectivas exageradas más (y mejor, pero eso lo dejo para otro artículo, no se me vaya a escandalizar alguien) que sus congéneres ¿O vuestros perros no os piden más mimos y están más cariñosos con vosotros que con otros perros con los que conviven? La explicación está en la entropía: esos espectaculares videos donde leones, cuervos (¡hola Vera!), osos u otros animales criados por personas muestran un afecto superlativo hacia estas, mayor que el que la misma especie manifiesta entre sí, sólo está ejemplificando cómo el aprovechamiento del extra de afectividad que genera la entropía ha sido utilizado inconscientemente por las personas que cuidaban a estos animales para vincularles afectivamente con ellos de manera mucho más fuerte de lo que se unirían a sus coespecíficos en situaciones naturales.
Ahora, imitando al Magic Andreu, me voy a colgar una medalla: Creo que este es el primer artículo o texto en el que se menciona la importancia de la entropía en el comportamiento del perro doméstico, y como creo que en algunos años va a escucharse muuuucho, me permito hacéroslo notar, para que, cuando llegue ese momento, recordéis dónde lo leísteis por primera vez 😉
Después de este tocho (¡y los tres anteriores! Glups :() prometo que los próximos posts serán menos técnicos y más cortos.