En primer lugar quiero disculparme por la desatención del blog, nos han surgido un montón de nuevos proyectos que han ocupado por completo mi tiempo, parece que ahora empieza a estar todo colocado y en marcha, por lo que vuelvo a la carga con la intención de que no se repita un silencio tan prolongado.
Y como otra de las cosas que he tenido paradas es el nuevo libro de adiestramiento que estoy escribiendo y que recoge detalladamente los nuevos protocolos de adiestramiento cognitivo-emocional, he pensado que podía ser buena idea reabrir “La Caja Verde” explicando cuáles son estos nuevos protocolos y en qué consisten. Los que me conocen ya supondrán que esto me llevará varios post, los que además conocen estos protocolos estarán seguros de ello ;).
Aunque dudé si empezar explicando la nueva división en etapas y fases y después ir detallando cuáles eran los protocolos para trabajar en cada una de ellas al final me he decidido a contaros primero las dos novedades que considero más vistosas: la construcción y uso de espacios de aprendizaje y la enseñanza y aprovechamiento de estructuras de adiestramiento y empezaré con ellos porque montamos ambos en los perros antes de enseñarles ninguna de las conductas que constituyen el objetivo del adiestramiento. En este post me centraré en los espacios de aprendizaje.
Los espacios de aprendizaje son aulas mentales que permiten poner al perro en disposición óptima para aprender. Un espacio de aprendizaje se caracteriza por una activación concreta y determinada de cuatro dimensiones en el perro: la mental, la emocional, la social y la física. Para entrenar estos espacios elegimos una conducta concreta (que denominamos conducta-marco) que facilite en el perro dicha activación mental, emocional, social y física. La conducta no debe ser valiosa para nuestros objetivos de adiestramiento, y la entrenamos tomando en cuenta que nunca buscaremos la máxima calidad en la conducta, sino conseguir, a través de ella, la activación adecuada de las cuatro dimensiones mencionadas, pues los espacios de aprendizaje están en sus dimensiones, no en la correcta realización de la conducta.
Como todo esto es farragoso contado de manera tan concisa pondré un ejemplo que creo que resulta claro: cuando empezamos a ir a la escuela necesitamos que nos enseñen que en el aula se permanece sentado mirando al frente (activación física), atento al profesor y sus explicaciones (activación mental), tranquilo (activación emocional) y subordinado a las normas del centro, que coordina el profesor a través de sus indicaciones sobre la marcha de la clase (activación social). Así si los niños no tienen estas cuatro dimensiones correctamente activadas el proceso de enseñanza-aprendizaje será de peor calidad o incluso no avanzará. Cuando un niño se sienta de espaldas al profesor para charlar con sus compañeros no tendrá la disposición física adecuada para aprender ¡no puede recibir la información didáctica! Si se encuentra sentado y mirando al frente, pero pensando en sus cosas en lugar de concentrarse en la explicación su disposición mental le impedirá realizar un aprendizaje eficiente, igualmente si está asustado por algún abusón o enfadado por algo que ha sucedido con sus compañeros tendremos una mala disposición emocional para aprender, por último si no es capaz de coordinarse con el profesor y aceptar que él debe dirigir la clase e interrumpe una y otra vez tendrá una mala disposición social que también impedirá un aprendizaje eficiente.
Por ello lo primero que se debe enseñar al niño es la conducta-marco adecuada para aprender, es decir a sentarse correctamente en un aula. Una vez que lo aprendemos en cuanto entramos en un aula a recibir formación sabemos cómo debemos comportarnos para optimizar el aprendizaje, sin embargo nadie pretende que esa conducta sea un fin en sí misma, premiando al niño que se sienta de manera más adecuada (excepto algunos internados suizos cuya utilidad social es servir a los padres como amenaza cuando tienen hijos díscolos en una edad que impide emplear Alcatraz como elemento disuasorio para corregir su conducta), lo que nos importa es que sentarse en el aula facilite y consiga la activación óptima para aprender, así algunos niños descansarán su espalda en el respaldo, otros se apoyarán con los codos en la mesa… no importa la exactitud de la conducta sino su eficacia.
Parece claro que hay que enseñar a los niños cómo recibir el aprendizaje antes de iniciarlo, ¿no debería ser igual con los perros? Me gustan mucho los perros, pero creo que no son más listos que los niños (al menos la mayoría :)) máxime cuando el enseñante es de otra especie. Los espacios de aprendizaje son la manera de enseñar a los perros a recibir de manera fácil el aprendizaje, promoviendo la creación de imágenes mentales sencillas y por ello fáciles de procesar para el perro. También le aportan seguridad emocional y social, algo muy necesario y frecuentemente relegado a un segundo plano al entrenar.
Nosotros construimos y usamos un mínimo de tres espacios de aprendizaje:
- Espacio de concentración: El equivalente al aula del ejemplo, es donde enseñaremos al perro todas las conductas nuevas o puliremos los conocidas, se caracteriza porque aparecerá información nueva para el perro. En este espacio pedimos al perro concentración en el guía, tranquilidad emocional, coordinación con su guía para recibir correctamente sus indicaciones y un nivel de actividad física medio.
- Espacio de juego: Aquí enseñamos todas las conductas que se moldean a través de conductas innatas del perro afines al juego (como las de caza o presa), también nos sirve para jugar con el perro de manera adecuada. En este espacio buscamos una activación mental que permita al perro estar atento a jugar, pero manteniendo el autocontrol necesario para atender también a su guía (muy importante en perros que se vuelven locos cuando juegan), emocionalmente queremos que el perro esté alegre y divertido, a nivel social le enseñamos que si se coordina con su guía para jugar ¡el juego es más divertido!, pero también que debe subordinarse a las normas de juego que decida este, la activación física será alta o muy alta (la que tenga cada perro cuando juega).
- Espacio de calma: En el adiestramiento cognitivo-emocional es fundamental enseñar al perro a tranquilizarse cuando es conveniente, facilitando y permitiendo la correcta gestión del estrés causado por el aprendizaje u otros motivos, así como facilitando la consolidación del aprendizaje al poder relajar al perro después de un avance que le haya resultado difícil. En este espacio buscamos una concentración mínima, pues queremos un perro muy relajado y carente de estrés, incluso de eustrés. Socialmente el perro debe subordinarse a su guía, porque es quien decide activar el espacio de calma, y coordinarse con él para saber cuándo puede bajar su nivel de atención hacia el aprendizaje, evitando esos perros que sólo saben estar en las sesiones de entrenamiento excitados y que, en cuanto bajan su nivel de excitación, bajan también la calidad de sus respuestas.
Como ya estoy al principio de la cuarta página y temo la ira de mi Webmaster :(, terminaré diciendo que los espacios de aprendizaje son una excelente herramienta educativa para perros que practican adiestramientos complejos y exigentes, pero no son prácticos para el adiestramiento comercial porque se necesita un número alto de sesiones para montarlos (nosotros estamos tardando unas veinte sesiones en tener los tres), lo que es incompatible con la rentabilidad comercial ¿Qué hacemos entonces con los adiestramientos comerciales? Pues enseñar y usar estructuras de adiestramiento, pero esa es otra historia y debe ser contada en otro post ;).
Situación: Un adiestrador está enseñando el sentado a un perro, son las primeras sesiones para el perro, quizá incluso la primera.
El adiestrador ha decidido usar una técnica concreta que conoce y maneja con soltura para enseñar el sentado, puede ser con clicker, guiándolo con un premio de comida, manipulándolo hasta que queda sentado… da igual. El caso es que el perro se sienta, ¡bien!, la cosa parece que avanza.
Pero al cabo de unas repeticiones el adiestrador se da cuenta de que el perro se levanta casi al segundo de haberse sentado, ¡qué fastidio!, probaremos unas cuantas veces más a ver cómo va. Nada, se sigue levantando. Vaya, vaya, pues habrá que solucionar esto, a ver si con esta ayudita… parece que se mantiene. Vale, vamos al tumbado.
Otra vez lo mismo, el perro se tumba, responde a la técnica pero no permanece tumbado, el adiestrador recuerda una técnica que vio en un seminario, el seminario no le gustó demasiado, no cuadraba mucho con su visión del adiestramiento, pero esta técnica concreta le parece que aquí puede ir bien ¡bingo! Se queda tumbado.
El adiestrador de nuestra historia está cometiendo uno de los errores que creo que son más comunes en la etapas iniciales del adiestramiento: está sumando y no restando. Se ha hecho la pregunta incorrecta, ha pensado ¿qué hago para que se quede sentado? En lugar de pensar ¿por qué no se queda sentado?, ¿qué hace que se levante?
Si el perro ha recibido el trabajo inicial y se sienta es que estamos en el buen camino, pero ¿por qué se levanta tan rápido?
Para que un perro actúe tiene que suceder algo en el plano físico (suelo incómodo, dolor…), mental (el perro cree que debe moverse para conseguir algo…) o emocional (el perro está sobreexcitado, se siente inseguro…).
Cuando se inicia un adiestramiento se están poniendo las bases de cómo entenderá el aprendizaje y el trabajo en equipo el perro, le estamos indicando qué esperar de nosotros y qué esperamos de él.
Si empezamos a sumar técnicas que no tienen ningún denominador común estamos poniendo “parches”. El adiestrador hace un trabajo de apaga fuegos: aquí tengo un problema y aplico cualquier cosa que me lo solucione. El perro puede aprender la conducta pero no un esquema general de aprendizaje. Nada de lo que aprende así ayuda a sostener lo anterior ni lo posterior.
Cuando el adiestrador se da cuenta de que el perro se levanta del sentado no debería pensar en la técnica para conseguir que se quede sentado sino en por qué se levanta el perro. Si el perro está sentado ¿qué le impulsa a levantarse rápidamente? Eso es lo que debemos localizar y quitar para ir construyendo unos cimientos de aprendizaje sólidos y consistentes que nos puedan llevar a una progresión continua.
En una primera etapa es más importante que el perro aprenda los códigos de comunicación, el “idioma” del adiestramiento, que las conductas o habilidades que se entrenan. De hecho en una primera etapa las conductas que entrenamos son más bien los vehículos para transmitirle dichos códigos de comunicación. Por supuesto estos códigos variarán de un tipo de adiestramiento a otro e incluso entre dos adiestradores de la misma escuela.
Si estos códigos no se transmiten con claridad el trabajo siempre se resentirá en el largo plazo, además de que nos puede dificultar enseñar algunas acciones complejas o muy afinadas.
Y sin embargo en esta primera etapa es cuando más fácilmente los adiestradores caen en “trampas” que dificultan el aprendizaje de cómo aprender. La principal de estas trampas es la excesiva preocupación por conseguir la conducta correcta. Cuando esto sucede muchos adiestradores empiezan a pensar en qué hacer para que el perro realice la conducta, y en muchas ocasiones aplican técnicas que no son compatibles con los esquemas de aprendizaje y trabajo en equipo que desean usar habitualmente con el perro.
Crear una imagen mental es más trabajoso que almacenar información simbólica, las imágenes mentales son archivos más pesados y complejos que los que consisten en símbolos.
Pero precisamente por eso, cuando ya se ha recuperado una imagen mental, el pensamiento es más rápido y fijo que el realizado a través de símbolos, que resulta menos afinado y preciso. Esto es debido al poder de evocación inmediata de la imagen mental. Almacenar un archivo fotográfico requiere más memoria en el ordenador y abrirlo es más lento que hacer lo mismo con un archivo de texto. Sin embargo una vez abierto veo «de golpe» todo el archivo, mientras que el de texto requiere un tiempo para ser leído e interpretado.
Esto se ve con claridad con un ejemplo: si pensamos en los relojes digitales y en los que tienen manecillas*, el basado en una imagen (manecillas) es más rápido para reconocer la hora, con un vistazo sabemos qué hora es, cuando miramos los números de un reloj digital necesitamos un tiempo mayor de atención y un esfuerzo mental también mayor. Por el contrario la información que nos da la imagen mental es menos exacta, será frecuente que respondamos a quien nos pregunte la hora con frases del tipo “…y diez pasadas”, mientras que el digital nos dará una información milimétrica “.. y doce”. Esto nos muestra que la forma de recepción y procesado de la información es muy diferente en los perros y en nosotros, los perros, como consecuencia de su forma de pensar a través de imágenes mentales, son más rápidos en la evocación de una respuesta.
Esta velocidad es un problema para nosotros, que necesitamos mucho más tiempo para poner en movimiento nuestra pesada maquinaria mental, y nos lleva a que en muchas ocasiones los perros vayan por delante nuestro durante los adiestramientos y estén respondiendo a situaciones que nosotros nos estamos empezando a plantear. Si no tomamos en cuenta esta diferencia de velocidades nos encontraremos con situaciones muy frustrantes y adiestramientos poco eficaces.
*Por supuesto las manecillas son simbólicas también, pues representan unos datos de otra naturaleza, pero el aprendizaje de su lectura es claramente visual y resulta en la construcción de una consistente imagen mental que prácticamente todas las personas compartimos (como la imagen del dedo ante la boca para solicitar silencio, nuestra respuesta de callarnos es más rápida cuando nos hacen este gesto que si nos lo solicitan con palabras que tardamos unos segundos en procesar).
Los perros no poseen, al contrario que nosotros, un código lingüístico que les permita operar mentalmente con símbolos (las palabras) que representan cosas. Por ello debemos suponer que operan con imágenes mentales sensoriales (uni-sensoriales o multi-sensoriales) de aquellas cosas que conocen o aprenden. Esto es lo que más nos dificulta el trabajo, su forma de pensar es totalmente distinta a la nuestra, sólo algunas personas con trastornos del espectro autista leves (como Temple Grandin), que tienen la imposibilidad de pensar con palabras nos pueden contar cómo es la experiencia mental de operar con imágenes sensoriales. De sus experiencias podemos sacar mucha información sobre cómo piensan realmente los perros.
Gran parte de nuestra extraordinaria facilidad para pensar en cosas complejas procede de nuestra capacidad de codificar la información de forma simbólica y operar estos símbolos en nuestra cabeza en lugar de usar directamente imágenes mentales, para ilustrar esto propongo al lector un pequeño ejercicio: evoque mentalmente la imagen de una persona conocida, no piense en su nombre sino visualícelo, bien, ahora imagine que está montado en un caballo, cuando lo consiga imagine que ese caballo con su amigo montado está saltando un seto. Bien, si ha realizado el ejercicio habrá notado que, según incorporaba elementos a su visualización, le costaba más esfuerzo y que probablemente la imagen no fuera todo lo precisa que pudiera ser. Ahora piense en el nombre de su amigo y repítase mentalmente la frase: Fulanito montando en un caballo y saltando un seto. Esto sí que no ha supuesto esfuerzo, en cuanto ha convertido esas imágenes en símbolos operar con ellas es muy fácil, rápido y descansado. Los perros operan de la primera y más trabajosa manera.
Manejar símbolos es una forma de optimizar la capacidad de computación del cerebro, esto es lo que hace tan listos a los ordenadores: con una combinación binaria de símbolos muy simples (ceros y unos) pueden realizar una gran cantidad de procesos mentales muy complejos. ¿Por qué sucede esto?, cuando usted piensa en imágenes su cerebro tiene que dedicar mucho esfuerzo a construir dicha imagen: debe ponerle algún tipo de ropa a su amigo, pensar en un color para el caballo, la forma y disposición del seto, pese a que yo no le he pedido nada de esto usted necesita hacerlo para poder construir la imagen, sin embargo al simbolizarlo en palabras ese esfuerzo no es necesario, no tenemos que conocer la ropa, el color del caballo ni ningún otro dato excepto el mínimo que yo le he pedido: Fulanito montado a caballo y saltando un seto. Los perros no tiene esta capacidad de traducir a símbolos, y con ello reducir al mínimo la cantidad de información relevante para ese momento, por ello su forma de pensar es más lenta y requiere una cantidad importante de recuerdos sensoriales.
Afortunadamente hoy día sabemos cómo construir, facilitar y “dirigir” estos procesos.