En un mañana como esta, cuando el tiempo se vuelve cálido sobre los campos en silencio, en una mañana como esta, creo yo, terminó su viaje Ulises, y solo Argos le reconoció al llegar a su casa, donde dormía Penélope.
En una mañana como esta, Hércules descendió dejando su fuerza a un lado, acarició a Cerbero, se hicieron amigos y abandonaron, juntos, el infierno.
En una mañana como esta Orión pidió como último deseo estar por la eternidad al lado de su perro Sirio, y desde entonces, celestes, se miran en las noches sabiendo que ninguno de ellos conocerá la soledad.
Los poetas y el tiempo tienen perspectiva: las destrezas que los perros aprenden se desdibujan en lo grande, pero su relación con nosotros perdura, dándonos la medida de lo que sucede entre nuestras dos especies.
No es el baile de técnicas y conductas lo que queda, porque no es lo que importa: es lo que sucede en sus intersticios, es lo que sucede cuando ambas partes pueden elegir qué hacer y cómo actuar respecto al otro -cuando podrían hacer otra cosa o ignorarse y eligen, de alguna manera, quererse- lo que define nuestra relación.
He escrito Tu perro piensa y te quiere y Los perros necesitan LIBERTAD desde las ciencias del comportamiento (aunque, por supuesto, dentro de estas ciencias hay diferentes enfoques válidos), usándolas para analizar, conocer e intervenir en el comportamiento de los perros de una manera objetiva, evaluable y reproducible. Lo que constituye la base de una tecnología del comportamiento canino.
Sin embargo, he dejado fuera de estos libros el adiestramiento, entendido de la forma en la que lo he definido en ellos: conductas sociales de coordinación entre algún (o algunos) perro y alguna persona, en las que el perro (o perros) debe recibir y seguir indicaciones de acción concretas de esa persona, que adopta un rol de guía.
No es porque lo que sucede durante el adiestramiento y lo que se produce en él no pueda ser cuidadosa y completamente descrito desde las ciencias del comportamiento, es porque no me parece el mejor enfoque para hacerlo. Al menos no me parece suficiente.
Porque es cierto, necesario y central que en el adiestramiento se obtenga (¡en el mejor de los casos!) una producción cuantificable en forma de conductas, y, si las topografiamos bien, las ciencias del comportamiento nos aportan todo lo necesario para obtenerlas sin que el perro sea maltratado, o abusado.
Pero creo que la producción de conductas de calidad es condición necesaria para un buen adiestramiento, pero no suficiente. Enfocarse en la producción conductual deja fuera y enmudece, al no reconocerlo con palabras, lo más importante: que el adiestramiento es antes que nada un hecho social, aunque viéndolo de cerca, mientras hablamos de conductas, eso sea algo que solo puede reconocerse mirando entre sus rendijas.
Si dejamos el hecho social fuera del lenguaje con el que analizamos el adiestramiento lo dejaremos igualmente fuera de nuestra forma de entenderlo y acercarnos a él, porque lo que no tiene palabras para ser explicado no tiene fuerza para afirmar su importancia.
Aunque tenemos vivencias: sentimos cosas, hacemos cosas y observamos cosas, estas no nos bastan, se hace necesario convertir las vivencias en palabras no solo para comunicárselas a otros, sino para exponérnoslas, ordenarlas, explorarlas y conocerlas nosotros mismos.
Todos hemos tenido la experiencia de que algunas palabras ajenas -que nos pueden llegar desde la ciencia, la narrativa, la poesía, las canciones o cualquier otro lugar- nos expliquen cosas que sentimos, hacemos o conocemos de una manera mejor, más clara, más ordenada, más profunda o más consciente de lo que lo hacen las nuestras. A veces incluso dan nombre y describen cosas que sentíamos, no solo sin saber explicarlas, sino sin pensar siquiera que tuvieran nombre o explicación. Las palabras importan mucho. Debemos estar muy atentos a ellas, porque cuando se produce la serendipia de que una explicación verbal nos describe, nos define y/o nos permite comprender algo, adquiere un gran poder sobre nosotros: lo que podemos explicar(nos) mejor es lo que pasamos a ver como el núcleo de algo, lo que inevitablemente centra y monopoliza nuestra atención.
Cómo nos relacionamos y construimos nuestra relación con un perro durante las sesiones de adiestramiento, cómo evoluciona esta a lo largo de los años y qué nos aporta cuando estamos juntos, tanto en una sesión, como fuera por completo del adiestramiento es determinante. Lo que perro y persona sentimos el uno por el otro en el transcurso del adiestramiento no es urgente en ese instante de búsqueda de conductas, pero es lo más importante si ponemos el adiestramiento en función de la convivencia durante toda una vida.
Lo que sucede, pensamos y hacemos durante el adiestramiento nos hace ver y entender al otro y a nosotros mismos respecto al otro de alguna manera concreta. El significado para ambos participantes que adquiere el adiestramiento como parte integral e integrada de/en la amplitud de sus vidas y de su relación es central para perro y persona.
Cualquier enfoque que vea la producción conductual como factor principal o único del adiestramiento sesgará nuestra manera de pensar sobre él, reduciendo su valor como hecho social, y así se lo trasmitiremos al perro con nuestra forma de trabajar. ¿No has estado en trabajos donde la producción era el único dios y el único lenguaje, así como en otros en los que estar, interactuar y hacer era en sí mismo un fin? ¿No has elegido precisamente el adiestramiento como profesión porque prefieres sin dudarlo los segundos? Entonces ¿por qué elegir una forma de explicarte lo que pasa durante el adiestramiento que prioriza la producción y deja en segundo plano lo que sucede entre los participantes durante su transcurso? Existen ciencias que estudian a los sujetos durante su interacción, durante los procesos de enseñanza y aprendizaje, ciencias que tienen palabras para darle peso y centralidad al hecho social que es el cimiento (y, como todo cimiento, invisible a quien no sabe de su existencia) de todo lo demás.
Mi próximo libro sobre adiestramiento, que aún tardará unos años en salir, usa las ciencias del comportamiento para la parte -necesaria, ineludible, urgente- de la producción conductual, pero para analizar, mejorar, disfrutar y darle carta de existencia a la relevancia del hecho social que constituye el adiestramiento, importo términos de la didáctica, de la pedagogía, de la etología, de la sociología más actual: de aquello que estudia individuos y su relación. De aquellas ciencias que ponen las conductas en función de los individuos y sus relaciones, y no a los individuos y sus relaciones en función de las conductas. Porque necesitamos esas definiciones, objetivas y comprobables, para explicarnos, replicar, modificar y mejorar lo que sucede dentro del adiestramiento como hecho social.
Para el adiestramiento, donde interactuamos de continuo perros y personas, donde hacemos cosas juntos, donde construimos gran parte de lo que será nuestra relación y nuestra forma de entender las relaciones con la otra especie, se hace necesario complementar la nomenclatura de las ciencias del comportamiento con todo aquello que tiene términos y palabras sólidos para todo lo que sucede en/desde un individuo hacia/con otro en una relación de enseñanza-aprendizaje y/o ejecución conjunta de tareas. Así podremos comprenderlo, podremos conocer lo que sentimos, dándole concreción y solidez para sujetarlo, trabajar con ello, evaluarlo y llevarlo a su máxima expresión, como podemos hacer con las conductas: porque nuestro léxico conceptual nos lo permite.
Esta mañana, como casi todas desde el inicio del confinamiento, he trabajado con Bicho, nos hemos divertido mucho, le he hecho trampas, ha descubierto algunas, le he colado otras y hemos terminado tumbados y jugando. Y no intuyo o siento qué es lo más importante de lo que ha sucedido entre nosotros, lo sé, y lo sé porque tengo palabras para explicarlo. De eso irá mi próximo libro, porque el adiestramiento es sobre todo y antes que ninguna otra cosa un hecho social, y como tal debe ser abordado y estudiado.
Post Scriptum: El inicio de este artículo, sus tres primeros párrafos, es mucho más -o mucho menos, según atendamos a forma o fondo, que es de lo que va esto- pretencioso de lo que parece, porque no es un texto realmente mío, como iba a hablar de la importancia de las palabras, he empezado parafraseando a un gran autor, pero la cita parafraseada está sacada de otro escritor, que la usaba para hablar de la importancia de saber qué significan las palabras con las que nos encontramos. Hago estos «homenajes» privados -citas, parafraseos… – con frecuencia, porque me animan y facilitan escribir (para mí escribir implica navegar lo ya escrito), pero siempre me ilusiono con que alguien los reconozca y me mande un ¡Gotcha! Así que si pillas la cita del principio del texto, la cita en la que se cita dicha cita 😀 , o cualquiera de las muchas referencias de este tipo que hay en mis libros, artículos e incluso manuales (que nadie me haya dicho que reconoce el “Donde caiga la flecha…” que subtitula nuestro manual de targets es un dolor que me acompaña desde hace años), y me escribes contándomelo me harás muy, muy feliz.
Siempre que hablo con entrenadores que desarrollan técnicas eficaces o que tienen un enfoque de interés sobre el trabajo con perros les digo lo mismo: “Escribe un libro, en el mundo del perro escasea la información estructurada y organizada, además escribir un libro te hará entender mejor lo que haces, hacerlo mejor y que otros puedan aprovechar tu experiencia. Al escribir un libro no puedes hacer trampa y pasar lo poco por mucho o suplir carencias a través de subterfugios.»
Y eso es lo que ha hecho mi amigo porteño Hugo Daniel Victorero, licenciado en psicología con varios posgrados, entre ellos en psicología cognitiva, Entrenador Asociado a EDUCAN y director de la Escuela Canina GUMI de Buenos Aires, escribir un libro que acaba de regalarme durante mi estadía en Argentina, lo que me ha dado una alegría enorme 🙂 🙂
Pero si es solamente un PERRO… (Dunkel 2016) es un libro que tiene, pendiente de leerlo, todas mis simpatías.
En primer lugar por el título, que es genial y desmonta una de las frases hechas más usuales para despreciar tanto a nuestros amigos caninos como nuestro interés por ellos, pero sobre todo por lo ambicioso que es, en un sector editorial que parece preferir los libritos, en el que el raquitismo de temas y de páginas se está convirtiendo en norma, encontrar un libro que aspira a hablar de TODO es muy, muy refrescante.
Y cuando digo todo no exagero: historia y evolución, el cachorro, procesos de aprendizaje preasociativos, asociativos y congnitivos, modificación de conducta, mente, emociones, perros de utilidad (perros de señal, perros guía, perros de servicio, de búsqueda…), incluso primeros auxilios y técnicas de gestión emocional ¡¡para los dueños de los perros!!
Sin duda esta amplitud de temas implica que no puedan verse en profundidad, pero el libro aspira a hacer divulgación antes que a enfocarse en un punto concreto. También es seguro que habrá irregularidades, porque nadie es homogéneo al tratar un abanico tan amplio de asuntos, pero solo por aspirar a tanto el libro es merecedor de mérito.
Ha incluido un capítulo para exponer el enfoque Cognitivo-Emocional, con el extra de gentileza de dejar que sea un texto mío el que lo ilustra (citando la autoría, no como en otros casos 😉 ).
Le agradezco este detalle, así como las cariñosas citas y menciones que hace mi libro Tu perro piensa y te quiere (Dogalia 2015), como al trabajo de EDUCAN en varios puntos del texto.
Hugo es una persona maravillosa que cuenta con todo mi cariño y por ello ni soy, ni deseo ser imparcial al felicitarle y desearle que su Pero si es solamente un PERRO… sea un éxito tan grande como su índice.
De nuevo me dispongo a adaptarme al formato blog para explicar una propuesta del trabajo Cognitivo-Emocional actual. Como el que trato hoy es un tema muy extenso y mi Webmaster me tiene loco con ser escueto y esquemático espero que si este post me sale bien se decida a manifestarse en público para felicitarme (si la cago grandemente prefiero que me trasmita su opinión en privado 🙁 ).
Tras desperdiciar un párrafo y por tanto empezar mal, me dispongo a enmendarme explicando de manera concisa qué son las estructuras de adiestramiento y cuál es su utilidad.
Una estructura de adiestramiento es una norma o conjunto de normas a través de cuyo seguimiento el perro puede ser inducido a realizar nuevas conductas o variaciones de otras ya conocidas, por ello constituyen protocolos generales de enseñanza-aprendizaje que, una vez construidas, pueden aprovecharse en cualquier momento para enseñar algo nuevo al perro o para mejorar acciones conocidas.
Con ejemplos se ve con claridad: yo puedo decidir usar luring, que es “casi” una estructura de adiestramiento por sí mismo, pero serán las normas concretas que le trasmitiré al perro lo que forma la estructura de adiestramiento, puedo optar por la sencilla norma de “si sigues la comida que te ofrezco la mano se abrirá”, pero también puedo utilizar “si sigues la comida que te ofrezco te daré comida con la otra mano” (una variación muy común y eficaz). También puedo optar por usar una estructura con más de una norma, por ejemplo puedo combinar algún tipo de luring con modelar con las manos (también una excelente estructura porque el interés por la comida me sirve de evaluador para saber que el uso del estímulo negativo del modelado no genera estados emocionales negativos), así tendré dos normas “si sigues la comida que te ofrezco (norma 1) y te dejas guiar por mis manos (norma 2) te daré la comida”. Los targets, modelados, moldeados y otras múltiples formas de enseñanza son la base de las estructuras de adiestramiento, sólo tenemos que reducir a normas concretas y fiables nuestra manera de usarlas.
Por supuesto alguien me dirá que esto no sólo se hace ya, sino que es inevitable. Y tiene razón, el uso de estructuras es inherente al adiestramiento ¡No se puede adiestrar sin usarlas! por ello, antes de que se me acuse de inventar la rueda y luego “venderla” 😉 como un nuevo protocolo de adiestramiento cognitivo, explicaré en qué consiste nuestra propuesta.
En primer lugar enseñamos la estructura ANTES de usarla para iniciar el aprendizaje de ninguna conducta valiosa, esto es enseñamos al perro a seguir la comida para conseguirla, a dejarse modelar, a tocar un target… sin que a la vez le enseñamos a sentarse, tumbarse… Es importante que el perro aprenda cómo va a aprender antes de usar esa estructura para conseguir las conductas que son el objetivo de nuestro adiestramiento. Únicamente enseñaremos la conducta que deseamos cuando la estructura de adiestramiento elegida para hacerlo esté consistentemente aprendida por el perro. Además, una vez enseñada, utilizaremos un código de activación de la estructura, una señal, que indica al perro cuál estructura concreta de las que conoce es la que vamos a usar para enseñarle alguna cosa. O sea que informamos al perro: “Ahora voy a enseñarte de esta manera”. Por supuesto la elección de enseñar al perro unas u otras estructuras dependerá del objetivo de cada adiestramiento y del gusto y capacidad del adiestrador.
¿Qué ventajas tiene esto? Porque de primeras parece un doble trabajo: primero enseñar la estructura y luego la conducta, mientras que haciéndolo simultáneamente me ahorro un paso. Aunque existen muchas ventajas, hay tres fundamentales:
- Reducción del foco de atención: Cuando el perro no sabe cómo le vamos a enseñar tiene que estar atento a todo lo que sucede, pues la información útil puede llegar de cualquier sitio y manera, si trabajamos así le estaremos enseñando a aprender con un foco de atención muy amplio. Pero si el perro sabe exacta y fiablemente cómo le llegará la información relevante cerrará su foco de atención para atender únicamente al seguimiento de las normas de la estructura y a la comunicación con su guía, esto nos permite mejor concentración, que la imagen mental que tiene que procesar el perro sea más reducida, como consecuencia disminuye enormemente la necesidad de generalizar el adiestramiento obtenido y optimiza la capacidad de aprendizaje del perro.
- Claridad informativa y seguridad en el aprendizaje: El perro sabe exactamente cuál es la información valiosa en cada momento, lo que le genera confianza para perseverar en el seguimiento de la estructura, aun enseñando conductas difíciles, mientras que cuando el entrenador cambia frecuentemente de manera de trabajar sin informar al perro (no me sale el moldeado, pruebo con luring, no me sale con luring pruebo a modelar un poco…) es más fácil que se genere estrés y el perro termine dejando de seguir la estructura cuando no consigue llegar a la conducta rápidamente, además de que existe un mayor riesgo de que aparezcan estados emocionales negativos.
- Mejora de la relación con el guía y de la atención voluntaria en él: Al ser el guía quien indica al perro cuál va a ser la manera concreta de aprender en cada momento, qué estímulos serán relevantes y cuáles serán irrelevantes se vuelve inevitable el aumento de la atención, como además estamos usando una información honesta (otro concepto muy importante en nuestra manera de trabajar) el perro cada vez confía más en el guía. También es un mejorador importante de la relación el que, al enseñar cómo aprender fuera de las conductas valiosas, el adiestrador no se agobia, impacienta o afecta por no estar consiguiendo el ritmo de avance deseado en su adiestramiento y no le trasmite al perro esas emociones.
Es importante recordar que el proceso de enseñanza-aprendizaje influye en el perro y en el adiestrador a muchos niveles, la consecución de la conducta, siendo el más evidente, no es el único ni el más importante. Debemos tener un enfoque holístico de cómo afecta nuestra manera de entrenar al perro para poder decidir qué adiestramiento queremos hacer. Sin conocimiento no es posible el análisis y estamos abocados a repetir técnicas, tanteando en la niebla algún asidero firme para avanzar, lo que genera una inseguridad que fácilmente se trasmitirá al perro.
En primer lugar quiero disculparme por la desatención del blog, nos han surgido un montón de nuevos proyectos que han ocupado por completo mi tiempo, parece que ahora empieza a estar todo colocado y en marcha, por lo que vuelvo a la carga con la intención de que no se repita un silencio tan prolongado.
Y como otra de las cosas que he tenido paradas es el nuevo libro de adiestramiento que estoy escribiendo y que recoge detalladamente los nuevos protocolos de adiestramiento cognitivo-emocional, he pensado que podía ser buena idea reabrir “La Caja Verde” explicando cuáles son estos nuevos protocolos y en qué consisten. Los que me conocen ya supondrán que esto me llevará varios post, los que además conocen estos protocolos estarán seguros de ello ;).
Aunque dudé si empezar explicando la nueva división en etapas y fases y después ir detallando cuáles eran los protocolos para trabajar en cada una de ellas al final me he decidido a contaros primero las dos novedades que considero más vistosas: la construcción y uso de espacios de aprendizaje y la enseñanza y aprovechamiento de estructuras de adiestramiento y empezaré con ellos porque montamos ambos en los perros antes de enseñarles ninguna de las conductas que constituyen el objetivo del adiestramiento. En este post me centraré en los espacios de aprendizaje.
Los espacios de aprendizaje son aulas mentales que permiten poner al perro en disposición óptima para aprender. Un espacio de aprendizaje se caracteriza por una activación concreta y determinada de cuatro dimensiones en el perro: la mental, la emocional, la social y la física. Para entrenar estos espacios elegimos una conducta concreta (que denominamos conducta-marco) que facilite en el perro dicha activación mental, emocional, social y física. La conducta no debe ser valiosa para nuestros objetivos de adiestramiento, y la entrenamos tomando en cuenta que nunca buscaremos la máxima calidad en la conducta, sino conseguir, a través de ella, la activación adecuada de las cuatro dimensiones mencionadas, pues los espacios de aprendizaje están en sus dimensiones, no en la correcta realización de la conducta.
Como todo esto es farragoso contado de manera tan concisa pondré un ejemplo que creo que resulta claro: cuando empezamos a ir a la escuela necesitamos que nos enseñen que en el aula se permanece sentado mirando al frente (activación física), atento al profesor y sus explicaciones (activación mental), tranquilo (activación emocional) y subordinado a las normas del centro, que coordina el profesor a través de sus indicaciones sobre la marcha de la clase (activación social). Así si los niños no tienen estas cuatro dimensiones correctamente activadas el proceso de enseñanza-aprendizaje será de peor calidad o incluso no avanzará. Cuando un niño se sienta de espaldas al profesor para charlar con sus compañeros no tendrá la disposición física adecuada para aprender ¡no puede recibir la información didáctica! Si se encuentra sentado y mirando al frente, pero pensando en sus cosas en lugar de concentrarse en la explicación su disposición mental le impedirá realizar un aprendizaje eficiente, igualmente si está asustado por algún abusón o enfadado por algo que ha sucedido con sus compañeros tendremos una mala disposición emocional para aprender, por último si no es capaz de coordinarse con el profesor y aceptar que él debe dirigir la clase e interrumpe una y otra vez tendrá una mala disposición social que también impedirá un aprendizaje eficiente.
Por ello lo primero que se debe enseñar al niño es la conducta-marco adecuada para aprender, es decir a sentarse correctamente en un aula. Una vez que lo aprendemos en cuanto entramos en un aula a recibir formación sabemos cómo debemos comportarnos para optimizar el aprendizaje, sin embargo nadie pretende que esa conducta sea un fin en sí misma, premiando al niño que se sienta de manera más adecuada (excepto algunos internados suizos cuya utilidad social es servir a los padres como amenaza cuando tienen hijos díscolos en una edad que impide emplear Alcatraz como elemento disuasorio para corregir su conducta), lo que nos importa es que sentarse en el aula facilite y consiga la activación óptima para aprender, así algunos niños descansarán su espalda en el respaldo, otros se apoyarán con los codos en la mesa… no importa la exactitud de la conducta sino su eficacia.
Parece claro que hay que enseñar a los niños cómo recibir el aprendizaje antes de iniciarlo, ¿no debería ser igual con los perros? Me gustan mucho los perros, pero creo que no son más listos que los niños (al menos la mayoría :)) máxime cuando el enseñante es de otra especie. Los espacios de aprendizaje son la manera de enseñar a los perros a recibir de manera fácil el aprendizaje, promoviendo la creación de imágenes mentales sencillas y por ello fáciles de procesar para el perro. También le aportan seguridad emocional y social, algo muy necesario y frecuentemente relegado a un segundo plano al entrenar.
Nosotros construimos y usamos un mínimo de tres espacios de aprendizaje:
- Espacio de concentración: El equivalente al aula del ejemplo, es donde enseñaremos al perro todas las conductas nuevas o puliremos los conocidas, se caracteriza porque aparecerá información nueva para el perro. En este espacio pedimos al perro concentración en el guía, tranquilidad emocional, coordinación con su guía para recibir correctamente sus indicaciones y un nivel de actividad física medio.
- Espacio de juego: Aquí enseñamos todas las conductas que se moldean a través de conductas innatas del perro afines al juego (como las de caza o presa), también nos sirve para jugar con el perro de manera adecuada. En este espacio buscamos una activación mental que permita al perro estar atento a jugar, pero manteniendo el autocontrol necesario para atender también a su guía (muy importante en perros que se vuelven locos cuando juegan), emocionalmente queremos que el perro esté alegre y divertido, a nivel social le enseñamos que si se coordina con su guía para jugar ¡el juego es más divertido!, pero también que debe subordinarse a las normas de juego que decida este, la activación física será alta o muy alta (la que tenga cada perro cuando juega).
- Espacio de calma: En el adiestramiento cognitivo-emocional es fundamental enseñar al perro a tranquilizarse cuando es conveniente, facilitando y permitiendo la correcta gestión del estrés causado por el aprendizaje u otros motivos, así como facilitando la consolidación del aprendizaje al poder relajar al perro después de un avance que le haya resultado difícil. En este espacio buscamos una concentración mínima, pues queremos un perro muy relajado y carente de estrés, incluso de eustrés. Socialmente el perro debe subordinarse a su guía, porque es quien decide activar el espacio de calma, y coordinarse con él para saber cuándo puede bajar su nivel de atención hacia el aprendizaje, evitando esos perros que sólo saben estar en las sesiones de entrenamiento excitados y que, en cuanto bajan su nivel de excitación, bajan también la calidad de sus respuestas.
Como ya estoy al principio de la cuarta página y temo la ira de mi Webmaster :(, terminaré diciendo que los espacios de aprendizaje son una excelente herramienta educativa para perros que practican adiestramientos complejos y exigentes, pero no son prácticos para el adiestramiento comercial porque se necesita un número alto de sesiones para montarlos (nosotros estamos tardando unas veinte sesiones en tener los tres), lo que es incompatible con la rentabilidad comercial ¿Qué hacemos entonces con los adiestramientos comerciales? Pues enseñar y usar estructuras de adiestramiento, pero esa es otra historia y debe ser contada en otro post ;).
Situación: Un adiestrador está enseñando el sentado a un perro, son las primeras sesiones para el perro, quizá incluso la primera.
El adiestrador ha decidido usar una técnica concreta que conoce y maneja con soltura para enseñar el sentado, puede ser con clicker, guiándolo con un premio de comida, manipulándolo hasta que queda sentado… da igual. El caso es que el perro se sienta, ¡bien!, la cosa parece que avanza.
Pero al cabo de unas repeticiones el adiestrador se da cuenta de que el perro se levanta casi al segundo de haberse sentado, ¡qué fastidio!, probaremos unas cuantas veces más a ver cómo va. Nada, se sigue levantando. Vaya, vaya, pues habrá que solucionar esto, a ver si con esta ayudita… parece que se mantiene. Vale, vamos al tumbado.
Otra vez lo mismo, el perro se tumba, responde a la técnica pero no permanece tumbado, el adiestrador recuerda una técnica que vio en un seminario, el seminario no le gustó demasiado, no cuadraba mucho con su visión del adiestramiento, pero esta técnica concreta le parece que aquí puede ir bien ¡bingo! Se queda tumbado.
El adiestrador de nuestra historia está cometiendo uno de los errores que creo que son más comunes en la etapas iniciales del adiestramiento: está sumando y no restando. Se ha hecho la pregunta incorrecta, ha pensado ¿qué hago para que se quede sentado? En lugar de pensar ¿por qué no se queda sentado?, ¿qué hace que se levante?
Si el perro ha recibido el trabajo inicial y se sienta es que estamos en el buen camino, pero ¿por qué se levanta tan rápido?
Para que un perro actúe tiene que suceder algo en el plano físico (suelo incómodo, dolor…), mental (el perro cree que debe moverse para conseguir algo…) o emocional (el perro está sobreexcitado, se siente inseguro…).
Cuando se inicia un adiestramiento se están poniendo las bases de cómo entenderá el aprendizaje y el trabajo en equipo el perro, le estamos indicando qué esperar de nosotros y qué esperamos de él.
Si empezamos a sumar técnicas que no tienen ningún denominador común estamos poniendo “parches”. El adiestrador hace un trabajo de apaga fuegos: aquí tengo un problema y aplico cualquier cosa que me lo solucione. El perro puede aprender la conducta pero no un esquema general de aprendizaje. Nada de lo que aprende así ayuda a sostener lo anterior ni lo posterior.
Cuando el adiestrador se da cuenta de que el perro se levanta del sentado no debería pensar en la técnica para conseguir que se quede sentado sino en por qué se levanta el perro. Si el perro está sentado ¿qué le impulsa a levantarse rápidamente? Eso es lo que debemos localizar y quitar para ir construyendo unos cimientos de aprendizaje sólidos y consistentes que nos puedan llevar a una progresión continua.
En una primera etapa es más importante que el perro aprenda los códigos de comunicación, el “idioma” del adiestramiento, que las conductas o habilidades que se entrenan. De hecho en una primera etapa las conductas que entrenamos son más bien los vehículos para transmitirle dichos códigos de comunicación. Por supuesto estos códigos variarán de un tipo de adiestramiento a otro e incluso entre dos adiestradores de la misma escuela.
Si estos códigos no se transmiten con claridad el trabajo siempre se resentirá en el largo plazo, además de que nos puede dificultar enseñar algunas acciones complejas o muy afinadas.
Y sin embargo en esta primera etapa es cuando más fácilmente los adiestradores caen en “trampas” que dificultan el aprendizaje de cómo aprender. La principal de estas trampas es la excesiva preocupación por conseguir la conducta correcta. Cuando esto sucede muchos adiestradores empiezan a pensar en qué hacer para que el perro realice la conducta, y en muchas ocasiones aplican técnicas que no son compatibles con los esquemas de aprendizaje y trabajo en equipo que desean usar habitualmente con el perro.
Siguiendo con problemas comunes a razas de trabajo sensibles (característicamente los border collie, shetland, malinois y pastores australianos) hay un tema que empezó a intrigarme hace ya algunos años, se veían muchos perros de estas características en manos de competidores o profesionales que mostraban miedos e inseguridades que siempre eran achacadas a una mala socialización.
Cuando el propietario afirmaba haber socializado correctamente al perro y este seguía mostrando estos “fantasmas” se atribuía a:
- El dueño miente y no lo ha sacado a tantos sitios como dice.
- El propietario es un tío bruto y como estos perros son así le ha roto el carácter.
- Con estos perros ya se sabe, siempre sale alguno con fantasmas por bien que lo hagas.
Estos tres argumentos son reales y en muchos casos el mal carácter final se debía al menos a uno de ellos.
Pero en un momento determinado, cuando me impliqué más seriamente con los malinois, decidí fijarme más.
Lo cierto es que había mucha gente que hacía lo que entendemos por un trabajo modélico de socialización: desde que el cachorro llegaba a casa con una edad correcta y criado por un criador responsable y amante de la raza se le empezaba a llevar a mil sitios y situaciones nuevas. Se reservaban tardes para ir al aeropuerto, a las fiestas del barrio, al centro comercial…
Todos los días se trabajaba para evitar que nuestro cachorro llegara a ser uno de los ejemplares que se afectaban exageradamente, además en muchos casos estos propietarios preocupados eran profesionales o competidores del adiestramiento, con un nivel de conocimiento, experiencia e implicación superior a la media.
Al hacer un pequeño censo (sin rigor de estudio) entre conocidos encontré un dato preocupante: el porcentaje de perros con miedos era igual entre aquellos cuya socialización era modélica y entre los que estaban a la buena de Dios, criándose en perreras u otros tipos de aislamiento. Recordemos que siempre me estoy refiriendo a individuos de las razas antes citadas.
Esto nos podría llevar a pensar que este problema era totalmente innato y resultaba indiferente lo que hiciésemos durante el tan temido periodo crítico.
Pero había dos datos que nos decían que esto no era así:
- El primero, el más general, eran los estudios en un abanico más amplio de razas que mostraban que los individuos aislados tenían más problemas que los que entendemos por bien socializados.
- El otro era más especifico, si tomábamos un tercer grupo de individuos de estas razas, los que se habían criado con un nivel intermedio de socialización, encontrábamos que eran estos los que mostraban un número sustancialmente menor de problemas.
Este grupo corresponde a particulares que llevaban el perro a los mismos sitios de paseo una y otra vez y a profesionales menos entusiastas que cuando podían llevaban al perro a algún sitio nuevo, pero sin hacer de ello una obligación diaria. Ellos eran los que tenían más calidad de carácter en sus perros.
Obviamente se deduce que hay un rango óptimo de salidas a sitios nuevos, pero a mi me interesaba saber el por qué más que encontrar dicho rango a través de un análisis estadístico.
Encontré la solución en los estudios sobre estrés, el estrés genera una activación extra del organismo. Aunque se supere y gestione ese estrés correctamente será necesario un tiempo mínimo para que el perro se recupere y no acumule estrés residual, esto sucede también con los procesos de eustrés (estrés positivo, como el que teníamos a los quince antes de una cita).
Al hacer tantas salidas a ambientes nuevos los perros más sensibles se sometían a una activación continua del estrés y cuando llegaba la siguiente salida aún no se habían podido recuperar, hasta llegar al punto donde la acumulación de estrés residual hacía el mismo efecto nocivo que la falta de socialización, y quien piense que no hay que recuperarse del estrés positivo que después de una vacaciones activas y estimulantes no vuelva a decir que necesita un par de días de recuperación antes de volver al trabajo.
Por lo anterior debemos tomar preocupación especial en que el cachorro se recupere y elimine el estrés residual correctamente: jugando con perros o personas conocidas en un ambiente seguro, recordemos que personas y lugares habituales (¡y seguros!) son un inductor de calma en mamíferos sociales. Además en la socialización es más importante la interacción continuada con individuos conocidos (miembros del grupo social) que la introducción en ambientes nuevos, y nosotros trabajamos como si el elemento principal socializador fuera conocer cosas nuevas. Error.
También el tiempo de descanso es importante. Los masajes ayudan si el perro los acepta (en Dinamarca y Noruega empiezan a ser habituales los masajistas de perros a domicilio, y los agilitistas son uno de sus principales clientes).
Con respecto a la frecuencia óptima, aunque los datos que tomamos fueron recogidos de manera guarripey y no deben ser tomados de otra manera, encontramos que dos, máximo tres salidas semanales a lo nuevo son suficientes y que a partir de ahí empieza el riesgo de exceso.
¡Pero de jugar con los amiguetes no hay más límite que el del cansancio! Así que: Más parque y menos fiestas del barrio (aunque no haya churros).
También es muy importante el tiempo y distribución de actividades en esas salidas, pero eso lo voy a desarrollar en otro artículo para no soltar un ladrillako ultramortal.
Existen dos formas de refuerzo individual para el perro:
- Interno, que hace que al perro le satisfaga estar haciendo lo que hace, la misma conducta es el refuerzo.
- Externo, que motoriza la conducta en base a la expectativa de obtener algo de interés (comida, juguete…).
Lo más interesante es que hoy sabemos que se puede conseguir que conductas obtenidas por un tipo de refuerzo individual pasen progresivamente a ser reforzadas por el otro. Esto permite grandes ventajas:
- Para el adiestramiento donde podremos conseguir que una conducta nueva, aprendida con reforzadores externos, pase a auto-reforzarse con los beneficios en economía de refuerzos y proactividad que supone. Aquí pondría un ejemplo, pero creo que la serie de vídeos de Pere Saavedra con el “rodea” en border collies es modélico. Lo cierto es que gran parte del nuevo libro que tengo “en el horno” se centra en cómo conseguir esto y lo iré contando en diferentes entradas.
- Para la corrección de conducta, que es en lo que me voy a concentrar hoy, donde una conducta que el perro realiza por diversión (refuerzo interno) puede reforzarse externamente hasta que deje de tener valor propio y se extinga al abandonar el programa de refuerzo externo.
Aquí pondré como ejemplo uno muy clarificador que me contó Pablo Roy, el responsable de los leones marinos de Zoo de Madrid: Tenían una orca que se divertía arrancando la silicona de las ventanas de su piscina, esto era un problema porque podía romper la instalación. Era obvio que la orca se aburría e intentaron varias medidas de enriquecimiento ambiental, pero lo que de verdad le molaba al bicho era ir arrancando la silicona.
Trabajar con orcas es muy didáctico porque no se sienten tentaciones de enfadarse con ellas ni de ponerse a castigar antes de pensar alternativas (¿por qué será?). Lo que hicieron fue usar un programa de refuerzo externo continuo: cada vez que cogía la silicona, pescado al canto.
¿Estaban locos premiándole por su mala conducta?, ni mucho menos, estaban haciendo que una conducta que era auto-satisfactoria, y que por ello se mantenía por sí misma, dependiera de refuerzos externos. Además al usar refuerzo continuo sabemos que la extinción al dejar de reforzar es más rápida: en un par de meses de trabajo la orca tiraba de la silicona y salía a pedir su premio, cuando dejaron de darle el pescado la orca dejó de arrancar la silicona.
Un uso alternativo y diferente de los premios para eliminar conductas incorrectas, lo hemos probado en muchas ocasiones con perros y, si se consigue el refuerzo continuo, SIEMPRE nos ha salido. Los propietarios flipan y te hacen la ola.
La verdad es que para no ser un positivo “de carnet”, mira que doy ideas de trabajo en positivo. 😉
En algunos casos perros que compiten en complejas disciplinas de adiestramiento con un alto nivel de resultados son compañeros incómodos en extremo, siendo muy difícil la convivencia con ellos, lo que los relega a vivir en perreras u otros espacios ajenos al núcleo familiar ¿por qué sucede esto? ¿por qué un perro que saca altísimas puntuaciones en complejos ejercicios de obediencia no se integra en el grupo social de forma armónica? Es bien cierto que en muchos de estos individuos se ha seleccionado un fuerte carácter y un nivel de actividad muy alto que hacen que hacen más complejo su manejo.
Pero esto, que es un buen motivo para que dichos perros den problemas a dueños noveles, no debería justificar que adiestradores expertos que conocen, buscan y preparan a este tipo de perros no puedan conseguir una convivencia normalizada con ellos.
La principal causante de esta situación es la confusión entre aprendizaje y educación, el adiestramiento suele utilizar procesos de aprendizaje (normalmente condicionamiento operante o procesos cognitivos) que hacen que el perro motorice las conductas en base a motivaciones de interés puramente individual. La educación es un proceso diferente que debe afrontarse desde una óptica diferente.
La educación es un tipo especial de aprendizaje (o la combinación de múltiples tipos de aprendizaje) que tiene como objeto la correcta integración, maduración y eficacia del individuo en su grupo social. Por ello tiene que implicar al afecto, los objetivos comunes y otra serie de características necesarias en el adulto equilibrado.
La educación es especialmente importante en los animales altriciales, pues las infancias prolongadas implican dependencia de la madre y otros miembros de su grupo durante un espacio de tiempo relativamente prolongado. Por ello un modelo de adiestramiento que no tome en cuenta las relaciones del cachorro con su grupo social no solo es menos eficaz sino que muy probablemente dé lugar a adultos disfuncionales.
Para alcanzar estos objetivos la educación debe cumplir una serie de premisas particulares, cuyo conocimiento nos es particularmente interesante para saber como integrar al perro en nuestro entorno familiar de la forma más correcta posible. Adiestramiento y educación deben ir de la mano para lograr un animal social y manejable.
Si el perro se cría en compañía –además de personas- de otros perros bien educados y sociales, y se les permite una interacción libre y prolongada es muy probable que la educación sea construida correctamente. Sin embargo perros que tienen contacto solamente con personas durante su infancia pueden tener algunas carencias, bien por desconocimiento, bien por la aplicación de ideas de adiestramiento sin consistencia etológica suficiente.
Aunque mis alumnos de Abril de 2008 en adelante tienen esta información en las actualizaciones al libro que se entregan en nuestros cursos, varias personas me han comentado que es un tema bastante desconocido y que merecía la pena hacer este «corta y pega», con mis disculpas a los que ya conocen el texto.
El perro es un animal capaz de recibir señales discretas y graduadas de su entorno y grupo social.
Las señales discretas son señales de todo/nada, no tienen diferentes intensidades o la diferencia de intensidad es irrelevante para el mensaje principal. Suelen estar relacionadas con la aparición de recursos o peligros, por ello la claridad es el parámetro más importante, no recibir o malinterpretar una señal de esta índole puede tener una repercusión económica o vital grave para el perro. Las señales discretas suelen relacionarse con sucesos de interés que están fuera del grupo social.
Las señales graduadas son aquellas sometidas a variaciones en forma y/o intensidad según el estado emocional del emisor. Son las más usadas dentro del grupo social y permiten situaciones interactivas entre dos sujetos. Por ello son las más relevantes para la convivencia.
Quizá uno de los efectos más nocivos en la educación de los perros que se derivan de la visión del adiestramiento como una suma de condicionamientos operantes es el “desentrenar” a los perros para la recepción y evaluación de las señales graduadas, el perro que se limita a evaluar la información que viene de sus compañeros sociales como blanco o negro será un miembro del grupo incompetente y tendrá dificultades para establecer relaciones sutiles con su guía, pues se le enseña a desatender señales no directamente relacionadas con bueno o malo. Lo que puede resultar muy beneficioso en los inicios del adiestramiento por su claridad para que el perro aprenda acciones nuevas no es lo más conveniente para el manejo del perro ya adiestrado, que se enriquecería con los matices en la información que percibe de su guía.
Para adiestrar nos puede resultar suficiente el uso de señales discretas, para educar necesitamos que el perro potencie su naturaleza de recibir señales graduadas, pues esto aumentará su capacidad de actuar correctamente en el entorno familiar. Los mamíferos sociales están particularmente preparados para la recepción y emisión de señales graduadas, pues esto permite que un animal sepa si su conducta es recibida con cierta alegría, con cierto enfado (o con mucho) y graduar sus acciones sociales a lo que cada individuo del grupo, en cada situación, es receptivo. Así el perro debe aprender a recibir y emitir mensajes al resto del grupo con diferentes niveles.