Pocas cosas me gustan más que hablar bien de otros profesionales del mundo del perro, particularmente si, como es el caso de este post, no les conozco y no tengo que moderar mi entusiasmo por el pudor inevitable al hablar de quienes se quiere. Y pocas veces me lo ponen tan fácil como en esta ocasión.
Sergio Perello y su perro, Murguia Jim, criado por Óscar Murguia, han quedado subcampeones de Inglaterra y séptimos en categoría Supreme. Ningún español había conseguido algo así.
Cuando lo supe –aquí lo cuenta Óscar Murguia– sólo la alegría me pudo sacar del shock. Porque pienso en todo lo que supone que un español, con un perro criado en España, lo haya logrado. Me parece una noticia gigantesca para el adiestramiento en nuestro país, una tan grande que no es justo que no reciba la atención y reconocimiento que merece por todos y cada uno de quienes nos llamamos a nosotros mismos entrenadores.
Me explico.
Cuando hace muchos años –casi veinticinco- conocí el pastoreo con perro en el concurso de Oñati me pareció una disciplina difícil y hermosa.
Al igual que en las especialidades de protección el perro debe escucharnos y dejarse guiar delante de lo que más le atrae, pero el figurante es solo uno y durante los entrenamientos podemos controlar perfectamente qué hace y cómo lo hace.
Al igual que en el rescate el perro debe trabajar a distancia y combinar autonomía y capacidad de decisión con la necesidad de coordinarse con nosotros, aceptando nuestro rol directivo. Pero con ovejas (o gansos, o vacas…) de por medio. Literalmente.
Al igual que en las pruebas de caza el perro debe interactuar de manera autocontrolada ante presas que desearía perseguir y morder, pero aquí son muchas, están siempre a la vista y no aparece cobro ni nada que pueda parecer que cierra una activación predatoria.
Cuando conocí el pastoreo con perro me pareció difícil y hermoso, pero no fue hasta que, encontrándome en el Reino Unido, acudí a varios de sus campeonatos que me apercibí de lo lleno de matices que estaba, de lo que podía llegar a ser.
Aquella gente del Reino Unido no me parecieron adiestradores excelentes sino magos, porque lo que hacían no solo era algo que me sentía incapaz de lograr, sino que no podía ni empezar a imaginar cómo llegaban hasta ello: contenidos y sobrios, guiaban con un aplomo y confianza que hacía pensar que nada podía salir mal, que sencillamente estaban ayudando al mundo a funcionar de la manera en la que debía hacerlo en ese momento, en la que quería hacerlo.
Todo tenía un filtro sobrenatural. Aquellos perros sutiles e inteligentes, parecían saber cómo controlarse ante su propio entusiasmo, dosificándose para disfrutar al máximo de la situación, como expertos en vino en una cata sabrosa y compleja, donde dejarse desbordar por el deseo puede estropear los matices de la experiencia, pero no sentirlo la vacía de sentido. Iban más allá de lo que se puede reconocer como instinto embridado por el adiestramiento, más bien parecían inspirados por la disciplina, como si pastorear fuera algo trascendente para ellos que solo se pudiera entender como un todo.
Y ahora Murguia Jim está entre esos espíritus elementales del pastoreo.
Y ahora Sergio Perello se ha convertido en uno de esos druidas que reordenan y manejan el mundo natural sin que parezcan esforzarse.
Y al hacerlo ensanchan el alma de todos los entrenadores, porque nos muestran que con buen trabajo, con entrega y amor por la disciplina se puede llegar a ser uno de esos personajes de Terramar que me parecieron los pastores ingleses cuando los conocí.
Porque nos hacen ver que, como decía el chef Gusteau, quizá todos podríamos lograrlo si trabajamos cada día para ser mejores que ayer. Si somos capaces de reconocer la excelencia de otros y, en lugar de intentar estropear su brillo con comentarios grasientos que la relativizan, reconocemos toda su maravilla.
Felicidades Sergio, Jim y Óscar, porque habéis logrado un hito extraordinario, pero sobre todo porque nos habéis hecho darnos cuenta de que es posible lograr cosas que parecen inalcanzables. Cuando nos recuperemos de la impresión y la alegría podremos empezar a aprender de vosotros.
El trabajo de mejora de la propiocepción y el equilibrio no sólo sirve para conseguir complejas habilidades caninas, también aporta una serie de beneficios globales que hace recomendable su entreno en todos nuestros perros, llegando a tener utilidad terapéutica en algunos casos.
Por ejemplo: los perros tienden a tener una mala percepción de su parte trasera, esto hace que se sientan inseguros al tropezar sus patas posteriores con alguna cosa, al intentar andar hacia atrás o, simplemente, al moverse por entornos abigarrados y notar que algo les toca el tercio posterior. Esto es importante, por ejemplo, para los perros de terapia que tendrán que trabajar en lugares cerrados, con múltiples “cacharros” con los que puede topar su parte de atrás, si su propiocepción no está entrenada es fácil que el perro (que ya está en un ambiente generador de estrés) tenga una respuesta excesiva que le pueda llevar a negativizar la situación de trabajo e incluso dar al traste con la sesión.
También los perros sensibles y muy activos (como muchos malinois y border collies) muestran normalmente una respuesta excesiva al verse sorprendidos cuando algo toca su parte trasera, esta activación tan alta fácilmente puede convertirse en miedo, dando lugar a múltiples problemas. Si el perro tiene una buena propiocepción de dicha parte trasera la respuesta de sorpresa no desaparecerá del todo, pero disminuirá notablemente, evitándonos que aparezcan y se fijen las reacciones emocionales negativas de las que hablábamos.
El entrenar a tocar y mantener el contacto en targets con aquellas partes del cuerpo que provocan en el perro una respuesta emocional excesiva es una buena medida para aplicar la propiocepción a la mejora de la conducta e incluso la salud de los perros. Es frecuente que animales que muestran respuestas inadecuadas al tocarles, por ejemplo, las patas puedan eliminar su problema si les moldeamos que toquen un target con ellas: evitamos conflictos, malestar emocional y problemas, cuando esto se consigue podemos generalizar con facilidad el estado emocional positivo, además al ser el perro el que “decide” tocar es proactivo durante el avance del trabajo y no tienen por qué aparecer reacciones problemáticas. Incluso hemos usado esta técnica para perros que después de una operación no se atrevían a usar la extremidad operada, con el consiguiente riesgo de atrofia, así empezaban a utilizarla voluntariamente, mostrando confianza y seguridad crecientes, en pocas sesiones apoyaban y andaban con normalidad.
También se puede conseguir en los zoos que animales muy tímidos y reactivos mejoren su autocontrol y permitan el manejo de cara a recibir cuidados veterinarios o ser trasladados sin generar altos niveles de estrés, incluso mostrando un estado emocional positivo.
En general el trabajo de propiocepción permite que animales muy nerviosos y sensibles mejoren su calidad de vida, generen menos estrés y disminuyan sus reacciones emocionales exageradas al sorprenderse o asustarse.
El entreno del equilibrio tiene un similar efecto terapéutico: al destinar buena parte de su atención a mantenerse equilibrado el perro recibirá la información del entorno atenuada, con lo que reaccionará menos y la desensibilización a cualquier estímulo será más rápida y eficaz. Esto lo hemos utilizado en Reina, una leona marina (bueno es cruce de león y oso marino, pero ella no lo sabe) del Zoo de Madrid que tiende a ser miedosa. Introduciendo los estímulos causantes de miedo (por supuesto atenuados, esto no es Vietnam) mientras se le solicitan conductas de equilibrio la respuesta miedosa disminuía casi hasta mostrarse normal y confiada, trabajando así en poquísimas sesiones se puede hacer desaparecer el miedo.
Para los alumnos de EDUCAN: Sí, habéis acertado, todos estos trabajos tienen un componente de mejora emocional y por ello se entrenan de manera piramidal. Podéis apuntaros un mini-punto 😉
En adiestramiento de perros es común el uso de targets (dianas) que el perro debe contactar con alguna parte de su cuerpo para conseguir ser reforzado, siendo lo más frecuente que use su nariz o sus patas.
Los targets son una estructura de adiestramiento muy útil para enseñar con facilidad y consistencia una multitud de conductas: el entrenamiento de las zonas de contacto en Agility con la técnica “dos dentro dos fuera”, encender y apagar luces con la nariz, el comando “adelante”…
Los targets tradicionales son estructuras de adiestramiento fundamentalmente estáticas: el perro busca llegar al contacto con el target y su movimiento o conducta viene, bien de querer llegar al target o bien de querer seguir en contacto mientras el target se mueve, cuando el target se para el perro se aquieta para mantener el contacto, esto también facilita entrenarlos con estabilidad.
Sin embargo se ha achacado a los targets el lastre tradicional de enlentecer al perro cuando nuestro objetivo es que realice una serie de conductas muy rápidas al final de su adiestramiento, como sucede, por ejemplo, en Agility, donde el “dos dentro dos fuera” es considerada una técnica para “asegurar” mientras que, por ejemplo, el “running contact”, que no se entrena a través de targets, es una técnica para conseguir mayor velocidad, si bien más arriesgada.
Algunos adiestradores han conseguido minimizar esta carencia de los targets desarrollando una gran destreza al mover el target, esto ayuda, pero el perro siempre mantendrá una tendencia a buscar un punto final estático, además haciendo esto la atención del perro puede centrarse demasiado en el target en movimiento (he visto perros tropezar por no ver un obstáculo mientras seguían un target :() y desatender el resto de información del entorno.
La mejor manera de combinar la precisión de los targets tradicionales con la velocidad es a través del uso de targets dinámicos ¿Y, me preguntaréis, eso qué es?
Muy sencillo: Un target dinámico es una diana a la que el perro no sólo debe llegar sino que debe cruzar, el ejemplo más fácil es un aro. Cuando se enseña a un delfín es frecuente usar esta estructura para “guiarle” sobre cómo debe ser el salto que deseamos que realice, aunque los targets tradicionales (estáticos) son la estructura más común en el entrenamiento de delfines, los targets dinámicos son muy útiles cuando nos interesa tanto el “cómo” salte el delfín que el “dónde” lo haga (lo que se enseñaría perfectamente con el target tradicional.
Esto es perfectamente aplicable y aprovechable en los perros, pondré algunos ejemplos: cuando en agility queremos que el perro salte ciñéndose a uno u otro lado del salto no nos podemos plantear usar un target de patas (con una alfombrilla como plaza final) después del salto, porque el perro sabría dónde debe colocarse al salir pero enlentecería la ejecución, pues el perro debe pararse y luego continuar (como en el “dos dentro dos fuera”). Esto podría ser válido para los saltos de Ring Francés (y de hecho se entrenan habitualmente de esta manera) donde el perro debe pararse en el sitio adecuado después de saltar, pero no es la mejor estrategia en agility.
Igualmente al querer ceñir un perro a los escondites de RCI no es lo más conveniente usar targets estáticos porque pararíamos al perro después de cada registro, teniendo que reactivarle para continuar.
Sin embargo sí que podemos enseñar al perro una estructura de target dinámico pasando por un aro, así, después podremos colocar los aros no donde queremos que llegue el perro como sucede con los targets estáticos, sean alfombrillas, sticks, la mano o cualquier otro elemento, sino por donde queremos que pase, cuando el perro pasa por el target dinámico conseguimos cuatro ventajas:
- Primero: No se frena para llegar al target, sino que acelera para pasarlo a toda velocidad, con lo que no habrá pérdida de velocidad ¡todo lo contrario!
- Segundo: El perro no debe esperar una orden para “romper” el contacto con el target y continuar, por lo que es más fácil enlazarlo con otro comando o indicación.
- Tercero: Si hemos situado bien el target dinámico no sólo conseguimos la correcta realización del ejercicio anterior, sino que facilitamos en el perro el enfoque óptimo para el siguiente.
- Cuarto: Retirar la estructura y dejar que permanezca el aprendizaje es mucho más fácil, porque el target tradicional consigue una acción final: cuando tocas el target has tenido éxito, mientras que el target dinámico enseña un patrón motor: si saltas o sales del revir de esta manera concreta pasarás el target mejor y más rápido, lo que crea una memoria muscular y es auto-reforzante, pues el perro aprende una manera de saltar o de salir del revir (el “cómo” realizar la conducta que decíamos antes), que hará suya, pues le permite moverse con más eficacia.
Como digo los targets dinámicos son una de las estructuras que, en mi opinión, van a ser más utilizadas en un futuro próximo para los entrenamientos de perros que requieran velocidad y precisión (así que mi amigo Pablo Caballero debe tomar nota). Dentro de poco estoy seguro de que se comercializarán un sinfín de productos que nos permitan aprovechar esta fantástica estructura de adiestramiento que ahora mismo sólo utilizan ocasional y parcialmente algunos adiestradores concretos.
Sí quiero mencionar aquí al excelente adiestrador Juan Carlos Aparicio que ha sido de los primeros en ver el potencial de los targets dinámicos e incorporarlos a su entrenamiento de manera sistemática ¡Y él no ha necesitado trabajar con delfines para darse cuenta de su potencial!
AVISO: Post largo, larguísimo, de los que me traen tirón de orejas inmediato de mi Webmaster.
En el anterior post refería los beneficios generales de trabajar con estrés, hay que añadir que, como comenta Fernado Silva en dicho post, si no somos capaces de enseñar al perro a trabajar con pequeños niveles de estrés y a gestionarlos correctamente nos encontraremos atados de pies y manos para hacer trabajo comerciales, correcciones de conducta o trabajos deportivos de calidad.
Si no podemos trabajar por el pequeño nivel de estrés que causa estar un par de horas guardados en el coche, como cuenta el señor Silva, el consecuente con haber viajado varias horas y estar en un lugar nuevo, como sucede a quienes participan en pruebas deportivas de cualquier especialidad, el que pueda darse cuando iniciamos algunos protocolos de manejo y seguridad para mejorar a perros con miedo o determinados tipos de agresión o, sencillamente, el que en ocasiones causa la enseñanza de alguna conducta difícil para el perro, realmente no podremos entrenar casi nunca y los perros que más necesitan de trabajo tendrán que renunciar a determinados beneficios que en el medio plazo podrían mejorar mucho su calidad de vida y entrenamiento.
Enseñar al perro a gestionar el estrés es una necesidad real que tiene dos beneficios principales:
- El perro se estresará progresivamente menos ante los estímulos o entornos que antes le generaban un nivel alto de estrés.
- El perro dejará de mostrarse inseguro, inestable y nervioso cuando algo le afecte, cambiando progresivamente su actitud a la de un afrontamiento seguro de los problemas.
El primer punto es beneficioso para mejorar las reacciones hiperemocionales de perros sensibles (como los border collie o los malinois) ante cambios de entorno o situación. Es frecuente que este tipo de perros, cuando no han sido entrenados para gestionar el estrés, muestren agobio, sorpresa excesiva o incluso miedo cuando cambian determinadas circunstancias. He visto a perros adiestrados con el máximo de respeto y absolutamente sin nada parecido a un trato inadecuado mostrarse medrosos por este motivo, pareciendo a ojos de los neófitos que su adiestramiento había sido brutal o incorrecto. Sencillamente no sabían cómo gestionar esa situación nueva, no habían entrenado su capacidad de gestionar el estrés (como un brillante científico que no fuera capaz de exponer en público sus trabajos porque la situación de encontrarse rodeado de gente inhibiese su capacidad de comunicarse y le hiciera parecer torpe), en la mayoría de los casos por una prevención excesiva del adiestrador, que le lleva a evitar la aparición de esas situaciones estresantes en lugar de darle al perro recursos para solucionarlas.
El segundo punto es más importante si cabe, pues es el que consigue que el perro aprenda a “disfrutar” de un nivel adecuado de estrés. Como las personas que “se crecen” ante el surgimiento de un problema. Todos estaremos de acuerdo en que hay pocas sensaciones más satisfactorias que la de haber solucionado algo difícil y percibido como un problema: el entrenamiento de un ejercicio que llevaba tiempo resistiéndose, la presentación a una prueba comprometida… Que el perro pase de ver una situación como agobiante a verla como una oportunidad de disfrutar con sus capacidades depende de su capacidad de gestionar el estrés. Creo que la mayoría de grandes adiestradores que he conocido me han hecho referencia, más que a sus éxitos deportivos, a perros que trabajaron y que ”se venían arriba” ante las dificultades, pocas cosas emocionan más que estar en prueba, en una situación difícil y notar que el perro aumenta su implicación y tenacidad.
De hecho los beneficios de una buena gestión del estrés son tantos que se han diseñado formas de reproducir el estrés sin riesgo para optimizar el aprendizaje o rendimiento de manera puntual, estos “simuladores” de estrés se basan en tres coordenadas principales:
- Activación física: Todo estrés lleva implícito un aumento de la activación física, por ello si generamos una actividad física más alta de lo normal tendremos mejoras en la atención, capacidad de reacción y discriminación de información relevante, similares a las que suceden en una situación de estrés real, pero sin este. Sencillamente un poco de ejercicio antes de iniciar una actividad para “acelerar” el cuerpo implicaba mejoras sustanciales de rendimiento y de sensaciones de auto-satisfacción y bienestar.
- Novedades en el entorno: Toda novedad implica un nivel mínimo de estrés adaptativo, si las introducimos de forma intencionada y calculada podemos aprovechar la mejora en la capacidad de adaptarse, la atención, la concentración mantenida y todos los beneficios adaptativos del estrés descritos en el anterior post. Sin riesgos. Cambiando los lugares de trabajo de varios profesionales se conseguía automáticamente una mejora de la capacidad de analizar los problemas que se les presentaban, de los resultados del trabajo y una importante disminución de las distracciones.
- Salir de la rutina: La rutina es algo tranquilizador y un eliminador de estrés, pero cuando experimentalmente se cambiaron las rutinas de varios profesionales, con el consiguiente aumento de estrés para ellos, se comprobó un efecto muy curioso: en un primer momento todos los profesionales coincidieron en que sería perjudicial para su trabajo y que les resultaba molesto tener que dejar su forma habitual de hacer las cosas, también pensaban que empeoraría su rendimiento. Sin embargo después de trabajar de forma no rutinaria se comprobó que su eficacia había aumentado (rendimiento por hora y calidad del trabajo final) y la sensación de satisfacción con el trabajo también. Esto debe ser ocasional para no causar estrés residual, después de obtener los beneficios de un cambio de rutina el volver a ella impide que el estrés llegue a tener efectos negativos o acumularse de forma residual.
Si usamos bien estos tres principios entrenaremos una buena base de gestión del estrés y aprovecharemos su parte positiva para nuestro adiestramiento sin sufrir sus consecuencias nocivas.
¡Pero ojo! Estos tres “simuladores” son tan eficaces -recordemos que el estrés y la diversión están muy relacionados- que quienes los usan con frecuencia pueden hacerse adictos (no olvidemos que el estrés genera endorfinas) y querer trabajar sólo bajo estrés. Lo que explica la adicción al trabajo en algunas personas que necesitan activación alta, novedades y nuevos retos para sentirse bien: ¡Se han enganchado!
Esto también explica por qué tantos perros de Agility parecen mostrar niveles muy altos de estrés durante sus pruebas de trabajo. Hace poco me comentaba una amiga que compite en esta disciplina que no entendía que su perro, que vivía con ellos en casa y era el rey de los sofás, que salía al campo a correr y jugar varias veces por semana, que convivía, además de con la familia, con otros perros con los que se llevaba bien y cuyo adiestramiento había sido positivo y pro-perro, mostrara signos altos de estrés en la pista, realmente le preocupaba mucho. Pero es que el Agility es un auténtico simulador de estrés inintencionado: activación física alta, cambios de entorno (los competidores de Agility frecuentemente compiten varias veces al mes en diferentes campos de trabajo) y diferentes rutinas (cada pista es distinta a las anteriores). Por ello tiende a causar esa adicción al estrés que comentábamos. En estos casos el problema no es evitar esta activación, lo que es prácticamente imposible, sino enseñar al perro desde el principio a gestionar su estrés para que no empiece a subir y subir en cada entreno y prueba ¡Ese aparente estrés puede ser el equivalente al que tiene la gente que «pierde la cabeza» por su afición y estar más relacionado con la excitación ante la idea de divertirse como locos que con ninguna asociación negativa!
La gestión del estrés en estos entornos potenciadores o activadores del estrés será la tercera y última entrega de esta serie de artículos destinados a explicar los beneficios que este proceso, bien manejado, puede aportar al entrenamiento y a la calidad de vida de los perros.
Sin duda la conducta más importante para tener un perro con una buena calidad de vida es la llamada.
Que el perro acuda consistentemente y pese a estar distraído o entretenido nos permite soltarle para que juegue con sus amigos o corra y explore en el campo.
En este artículo no hablaré de cómo llegar a una llamada consistente, sino de algunos riesgos que corremos, sobre todo los adiestradores, al entrenar “bien” la llamada y de cómo preparo yo a mis cachorros antes de iniciar la llamada para evitarlos.
Hace muchos años Jaime Parejo y yo teníamos mucho contacto. Jaime es un gran adiestrador y una persona a la que quiero mucho, en ese momento estaba elaborando el libro que le granjearía el reconocimiento mundial: “El método Arcón” y, como es lógico, hablábamos mucho de su trabajo.
Jaime definió como “efecto yo-yo” la tendencia de algunos perros a volver hacia su guía cuando llegaban a una lejanía determinada. Había observado que este problema viene por el exceso de trabajo de la llamada y que es muy nocivo para el perro de rescate porque merma enormemente su autonomía de trabajo.
La verdad es que Jaime tenía razón, una gran parte de los perros de adiestradores no eran capaces de alejarse más allá de un punto de su guía.
Mi interés siempre ha estado más en buscar los por qués generales de la conducta de los perros y cómo aprovecharlas que en el diseño de técnicas concretas, y desde esta óptica analicé el fenómeno.
Me di cuenta de que, hasta ese momento y de forma inconsciente, yo consideraba que este era un efecto beneficioso: es el perro el que se preocupa de estar cerca de su guía. Pero al reflexionar sobre ello cambiaron mi opinión, mi manera de entrenar las llamadas y, en general, mi manera de tener perros. Además de mi cariño Jaime siempre tendrá mi agradecimiento por hacer que me fijara en esto, gracias a él mis perros son más felices.
Los perros que muestran este “efecto yo-yo” no disfrutan tanto de sus exploraciones por el campo, no hacen un ejercicio igual de expansivo y liberador de estrés, no pueden dar total libertad a sus patrones motores innatos. Este es un problema común en los perros de profesionales (y lo era en mis perros), permanecen siempre pendientes de sus guía y necesitan que estos les den indicaciones de qué hacer para poder divertirse, si por casualidad salen persiguiendo un conejo luego vuelven agobiados porque al terminar la persecución se han encontrado lejos del guía y esto les causa malestar. (Otros perros tienen el problema contrario: se lo pasan como grajos en el campo, pero vienen más o menos cuando les apetece, eso lo comentaré en otro momento.)
En razas activas la posibilidad de correr libres y de explorar amplias zonas es determinante para alcanzar una situación de bienestar, ya hemos superado la visión de la salud como ausencia de enfermedad: es más importante alcanzar bienestar, que el perro se desarrolle como perro feliz más que pensar sólo en evitar el estrés o la ansiedad.
Así ahora lo primero que enseño a mis cachorros no es a venir sino a alejarse, a separarse de mí, a disfrutar de sus paseos al máximo. Los cachorros son muy permeables y es una etapa en la que es muy fácil que los adiestradores los hagamos demasiado dependientes pues también a nosotros nos cuesta sacar a los perros sin ponernos a entrenar algo, y luego los perros no se hayan cuando no están haciendo algo con nosotros.
Es bien cierto que mis condiciones de vida me permiten que entrenar al perro a alejarse sea fácil: en primer lugar la puerta trasera de mi casa sale directamente al campo y en segundo lugar mis perros adultos que ya tienen construida esta conducta ayudan a que el cachorro se aleje al acompañarlos en sus exploraciones. En esta etapa nunca hago nada que potencie la dependencia: no me escondo para que se preocupe por dónde estoy, no le felicito cada vez que se me acerca voluntariamente, sólo paseo y le dejo que se dé cuenta de lo divertido e interesante que es todo: olores, sonidos. Que vea lo bien que se siente cuando corre, salta y aprende a usar su cuerpo. Que haga cosas de perro con mis otros perros, que aprenda que, en el campo, los compañeros más divertidos son mis otros perros y no yo.
Casi parece un contra-decálogo de lo que algunos textos aconsejan para enseñar la llamada a un cachorro, y sin embargo estoy particularmente contento de mi trabajo de llamada, de hecho es lo que más gusta e interesa a otros colegas cuando lo ven. Los perros acuden consistentemente, sin esperar más refuerzo que el social y cuando los libero vuelven a correr y explorar sin quedarse atentos a mi por si hay otra llamada, pero cuando les vuelvo a llamar vuelven a acudir de igual manera.
Por supuesto he comentado que mis condiciones son muy facilitadoras, pues puedo entrenar en una zona segura y sé que al llamar a mis otros perros estos acudirán y el cachorro vendrá con ellos.
Como siempre he pensado que si conocemos cómo funciona algo -aunque sea algo negativo en general- le podremos sacar partido en el adiestramiento, aunque evito que mis tengan ese «efecto yo-yo» permanentemente empleo una técnica que me permite activarlo a voluntad: como no siempre paseo por el campo y a veces es necesario limitar la distancia de los perros por seguridad, he creado un código con mis perros: si deseo limitar su radio lo que hago es llamarlos diez o doce veces seguidas nada más empezar la salida cuando alcanzan la distancia que he decidido, cuando inicio una salida con este trabajo los perros saben que deben mantenerse en este radio y así puedo sacarlos por diferentes lugares con seguridad. Pero nunca hago este trabajo hasta que he completado la llamada sin dependencia.
Si potenciáis que los cachorros se alejen, exploren, tengan conductas expansivas conseguiréis un máximo de disfrute de las salidas: de ellos que pueden ser y actuar como perros con mayúsculas y vuestro al poder verlos en su máxima expresión. Un perro sin autonomía es un perro menos feliz.
Siguiendo con problemas comunes a razas de trabajo sensibles (característicamente los border collie, shetland, malinois y pastores australianos) hay un tema que empezó a intrigarme hace ya algunos años, se veían muchos perros de estas características en manos de competidores o profesionales que mostraban miedos e inseguridades que siempre eran achacadas a una mala socialización.
Cuando el propietario afirmaba haber socializado correctamente al perro y este seguía mostrando estos “fantasmas” se atribuía a:
- El dueño miente y no lo ha sacado a tantos sitios como dice.
- El propietario es un tío bruto y como estos perros son así le ha roto el carácter.
- Con estos perros ya se sabe, siempre sale alguno con fantasmas por bien que lo hagas.
Estos tres argumentos son reales y en muchos casos el mal carácter final se debía al menos a uno de ellos.
Pero en un momento determinado, cuando me impliqué más seriamente con los malinois, decidí fijarme más.
Lo cierto es que había mucha gente que hacía lo que entendemos por un trabajo modélico de socialización: desde que el cachorro llegaba a casa con una edad correcta y criado por un criador responsable y amante de la raza se le empezaba a llevar a mil sitios y situaciones nuevas. Se reservaban tardes para ir al aeropuerto, a las fiestas del barrio, al centro comercial…
Todos los días se trabajaba para evitar que nuestro cachorro llegara a ser uno de los ejemplares que se afectaban exageradamente, además en muchos casos estos propietarios preocupados eran profesionales o competidores del adiestramiento, con un nivel de conocimiento, experiencia e implicación superior a la media.
Al hacer un pequeño censo (sin rigor de estudio) entre conocidos encontré un dato preocupante: el porcentaje de perros con miedos era igual entre aquellos cuya socialización era modélica y entre los que estaban a la buena de Dios, criándose en perreras u otros tipos de aislamiento. Recordemos que siempre me estoy refiriendo a individuos de las razas antes citadas.
Esto nos podría llevar a pensar que este problema era totalmente innato y resultaba indiferente lo que hiciésemos durante el tan temido periodo crítico.
Pero había dos datos que nos decían que esto no era así:
- El primero, el más general, eran los estudios en un abanico más amplio de razas que mostraban que los individuos aislados tenían más problemas que los que entendemos por bien socializados.
- El otro era más especifico, si tomábamos un tercer grupo de individuos de estas razas, los que se habían criado con un nivel intermedio de socialización, encontrábamos que eran estos los que mostraban un número sustancialmente menor de problemas.
Este grupo corresponde a particulares que llevaban el perro a los mismos sitios de paseo una y otra vez y a profesionales menos entusiastas que cuando podían llevaban al perro a algún sitio nuevo, pero sin hacer de ello una obligación diaria. Ellos eran los que tenían más calidad de carácter en sus perros.
Obviamente se deduce que hay un rango óptimo de salidas a sitios nuevos, pero a mi me interesaba saber el por qué más que encontrar dicho rango a través de un análisis estadístico.
Encontré la solución en los estudios sobre estrés, el estrés genera una activación extra del organismo. Aunque se supere y gestione ese estrés correctamente será necesario un tiempo mínimo para que el perro se recupere y no acumule estrés residual, esto sucede también con los procesos de eustrés (estrés positivo, como el que teníamos a los quince antes de una cita).
Al hacer tantas salidas a ambientes nuevos los perros más sensibles se sometían a una activación continua del estrés y cuando llegaba la siguiente salida aún no se habían podido recuperar, hasta llegar al punto donde la acumulación de estrés residual hacía el mismo efecto nocivo que la falta de socialización, y quien piense que no hay que recuperarse del estrés positivo que después de una vacaciones activas y estimulantes no vuelva a decir que necesita un par de días de recuperación antes de volver al trabajo.
Por lo anterior debemos tomar preocupación especial en que el cachorro se recupere y elimine el estrés residual correctamente: jugando con perros o personas conocidas en un ambiente seguro, recordemos que personas y lugares habituales (¡y seguros!) son un inductor de calma en mamíferos sociales. Además en la socialización es más importante la interacción continuada con individuos conocidos (miembros del grupo social) que la introducción en ambientes nuevos, y nosotros trabajamos como si el elemento principal socializador fuera conocer cosas nuevas. Error.
También el tiempo de descanso es importante. Los masajes ayudan si el perro los acepta (en Dinamarca y Noruega empiezan a ser habituales los masajistas de perros a domicilio, y los agilitistas son uno de sus principales clientes).
Con respecto a la frecuencia óptima, aunque los datos que tomamos fueron recogidos de manera guarripey y no deben ser tomados de otra manera, encontramos que dos, máximo tres salidas semanales a lo nuevo son suficientes y que a partir de ahí empieza el riesgo de exceso.
¡Pero de jugar con los amiguetes no hay más límite que el del cansancio! Así que: Más parque y menos fiestas del barrio (aunque no haya churros).
También es muy importante el tiempo y distribución de actividades en esas salidas, pero eso lo voy a desarrollar en otro artículo para no soltar un ladrillako ultramortal.
Hace unos días una nueva amiga me consultó por los problemas de su sheltie de siete meses: ante determinadas situaciones mostraba miedo y se bloqueaba. Esto era un problema para su calidad de vida y para su potencial futuro en el Agilty.
Concretamente el coche y el trasportín provocaban babeo, bloqueo emocional e incluso respuestas de huida, cuando vino a casa tardó más de diez minutos en recuperarse y empezar a jugar con mi cachorro.
Últimamente aparecen muchos perros de razas sensibles e inteligentes, particularmente border collie, shetland, pastores australianos y malinois, con problemas de bloqueo o mala gestión de las emociones negativas.
Es normal que razas sensibles y con respuestas nerviosas puedan afectarse puntualmente por algo, si no se les enseña a gestionar correctamente las emociones negativas pueden generar inseguridad, respuestas miedosas e incluso problemas más severos.
Según parece la sheltie tuvo un mal traslado de cachorra cuando fue enviada por mensajería (no suele ser buena idea enviar un cachorro por mensajería, aunque a veces es la única opción). Esto generó una mala asociación emocional tanto con el coche como con el trasportín.
Las emociones se asocian por condicionamiento clásico y son más consistentes que una asociación realizada de forma operante, además es frecuente que aparezcan procesos de autoalimentación del estado emocional: el tener miedo (el conjunto de estado interno, reacción fisiológica y tendencia a la acción) genera más miedo por sí mismo, sin que haya más estímulos externos. Cuando esto sucede la asociación no puede ser extinguida, además será frecuente que empiece a asociar otras cosas a ese miedo, por ejemplo nuestra sheltie podría llegar en coche a la pista de trabajo y, al bajarse con el miedo provocado por el coche, asociarlo a la pista generando miedo a esta, estas transferencias pueden aumentar de forma indefinida.
Es fundamental para la calidad de vida de un perro estar preparado para gestionar correctamente los estados emocionales negativos o tendremos poca tolerancia y mala gestión del estrés, tendencia a la inconsistencia de las conductas, inseguridad e infelicidad del perro.
En este caso le recomendé lo siguiente:
Juegos de entrar en el trasportín y en el coche: Poniéndole alguna comida apetitosa dentro dejamos que sea la perra quien decide entrar, progresivamente vamos poniéndole dificultades para acceder tanto al trasportín como al coche (trasportín lateral, puerta entreabierta, puerta pegada a una pared para que necesite mover el trasportín para entrar, periódicos arrugados llenando el trasportín…). Aquí es muy importante hacerlo bien, no deben aparecer comandos de “muy bien”, ni se deben clickar los aciertos. No estamos enseñando una acción por condicionamiento operante, no queremos que los refuerzos y confirmaciones sean externos, lo que estamos haciendo es poner al perro en una situación que percibe como emocionalmente negativa (¡cielos, el trasportín!), al aparecer algo de su interés creamos un pequeño conflicto: quiero la comida, pero me da miedo entrar. Es importante que el perro decida si le compensa afrontar lo negativo o no, si decide hacerlo va a estar aprendiendo algo mucho más importante que hacer positivo el trasportín: aprenderá que aunque tenga una emoción negativa puede trabajar y que con ese afrontamiento voluntario del miedo consigue resultados y llega a un estado emocional positivo. Le estamos enseñando a gestionar correctamente el miedo, no eliminándolo de un punto concreto. El refuerzo debe ser el menor posible y la dificultad cada vez mayor, así sustituimos el refuerzo externo (comida) por el refuerzo interno (solución de problemas). Al final conseguiremos que entrar al trasportín y al coche sea divertido y un fin por sí mismo, con lo que habremos “vuelto la tortilla” de la asociación emocional.
Pero si sólo hacemos esto, aunque mejoremos al perro de su problema concreto, no estamos terminando de prepararlo para gestionar correctamente emociones negativas.
A partir de que superemos este problema seguiremos trabajando: dentro de sus sesiones de adiestramiento normales usaremos ocasionalmente estímulos negativos de baja intensidad (una goma del pelo en una pata, un post-it en una oreja…) para que vea que trabajando accede a un estado emocional positivo aunque aparezcan ligeras incomodidades..
En mi opinión un adiestramiento debe conseguir que el perro pueda acceder a un estado emocional positivo más que evitar a toda costa los estímulos negativos, creo que hay mucha confusión entre estímulo negativo y estado emocional negativo y eso lleva a adiestramientos sobreprotectores muy nocivos en los cachorros, que deben construir sus herramientas de gestión de las situaciones negativas, debemos saber cómo introducir elementos suavemente negativos para enseñar al perro que se pueden superar, sin esto no le estaremos preparando para tener una calidad de vida óptima.