Entrenamiento de animales y ética: una perspectiva animalista (I)

Publicado el 26 de mayo de 2015

Orión, un perro destinado a las peleas y rescatado por Adriana y Manu. Gracias :-)

Orión, destinado a las peleas y rescatado por Adriana Rodriguez y Manu Moriche ¡Gracias!  🙂

Como mencioné, estoy haciendo un trabajo amplio sobre ética y entrenamiento de animales no humanos. Varios amigos me han convencido de ir publicando en La Caja Verde extractos, para recibir feedback de quienes la leéis y así convertir este trabajo en algo más colectivo y compartido. Ya lo decían en La Bola de Cristal…

Qué y cúando es lícito entrenar animales

Para trabajar con animales no humanos, particularmente con sus emociones, es necesario tener una posición clara y determinada sobre la manera lícita de intervenir en su comportamiento.

Debemos considerar cómo influirá nuestro trabajo en aspectos que van mucho más allá de los beneficios de manejo o utilidad práctica que nos reporte.

Antes de intervenir sobre el comportamiento de un animal no humano es necesario definir previamente, y de manera clara, qué es lo que consideramos correcto. No podemos suponer que nuestro amor por los animales y nuestra capacidad como entrenadores nos servirán de guía eficaz porque:

  1. El amor no es igual al respeto, se cometen muchos abusos por amor. El amor por los animales tiende a sacar nuestra parte más infantil, la que desea poseer. Yo, como tanta gente a la que le gustan los animales, de niño quería tener muchos animales. Hoy he aprendido que solo debo tener conmigo animales domésticos, que los salvajes deben estar en su entorno o, si han sido sacados de él, en centros dedicados a su cuidado y recuperación.

 

  1. Además saber cómo entrenar a un animal nos da poder sobre él, y eso tiende a potenciar por nuestra parte una búsqueda excesiva del control de su naturaleza. El que algo pueda hacerse no indica que esté bien hacerlo, aunque los medios para lograrlo sean amables.

 

La posesión y el exceso de control cosifican a los animales, da igual que nuestras intenciones sean buenas y sintamos un profundo y sincero amor por ellos

La manera de ejercer de los entrenadores profesionales y de los especialistas en gestión del comportamiento, además de a los animales y a su imagen, afecta a la imagen, desarrollo y rumbo de nuestra profesión.

Podría parecer que defiendo dejar de entrenar animales no humanos. Pero no es así en absoluto.

Muchos animales no humanos requieren entrenamiento. Obviamente los que conviven con nosotros, como los perros, pero también los salvajes que están en centros de recuperación necesitan que los entrenadores les ayudemos. Sin esta ayuda el manejo, el cuidado veterinario e incluso el entrenamiento que les permitiese reintegrarse a su entorno serían imposibles.

Además, si quienes tenemos una visión animalista renunciamos a ser entrenadores porque resulta difícil hacerlo bien, estaremos dejando el terreno libre a quienes no tengan consideración hacia aspectos que vayan más allá de entrenar para conseguir las conductas que les resultan rentables.

Debemos asumir que nuestro papel es similar al de profesores, que han de explicar y enseñar, pero no cualquier cosa, ni de cualquier manera: hay que seguir un plan de estudios que estará siempre al servicio del alumno.

El entrenamiento debe estar diseñado y ejecutado de este modo. Admitimos que nuestros hijos se esfuercen y que sus profesores les programen tareas en áreas que serán necesarias para su desarrollo personal, pero si les enseñan únicamente a realizar conductas que redundan en el interés directo de quien las está enseñando no podemos hablar de enseñanza, sino de preparación para la explotación. Sin duda en las fábricas que emplean niños en Asia para la confección de ropas se les enseñará a usar los útiles necesarios para su labor, pero nunca consideraríamos eso como un programa de formación profesional. Con los animales, con su entrenamiento, sucede lo mismo: debe tener como directriz principal el beneficio que obtendrá el animal.

Esto, que es cierto en todos los casos, se vuelve crítico al trabajar con animales salvajes. Porque hay cosas que es lícito y adecuado trabajar en los perros, que deben compartir su vida con nosotros y adaptarse a nuestro entorno, que no deberíamos hacer con animales salvajes, incluyendo el quitarles el miedo o la agresión en determinados momentos: un animal salvaje que pierda el miedo a las personas fácilmente será cazado si se reintroduce, eliminar ese miedo puede ser incorrecto. Un animal al que se le corrige por perseguir y cazar a otros animales que deben ser sus presas también está dejando de ser adaptativo.

Por todo lo anterior es necesario definir unos parámetros generales sobre lo que es correcto y lo que no lo es para hacer intervenciones sobre el comportamiento que sean beneficiosas para los animales.

¿Qué tener en consideración antes de intervenir en el comportamiento de un animal?

 

La calidad de vida del animal y su derecho a la felicidad.

Las intervenciones sobre el comportamiento deben ser compatibles con la calidad de vida del animal y promover su acceso a la felicidad. Por ejemplo: en una ocasión me preguntaron si era posible entrenar a un perro pequeño a hacer sus necesidades en una bandeja de gato para no tener que sacarle a la calle. Este es un ejemplo óptimo: es posible, pero impedirá que el perro pasee, conozca a otros perros, haga ejercicio… Es una intervención incompatible con el derecho del animal a acceder a la felicidad.

La intervención sobre un comportamiento debe mejorar, o al menos no empeorar, la calidad vida del animal en el contexto en el que trabajemos con dicho comportamiento. Por ejemplo: en una ocasión me pidieron que un perro adulto, al que le entusiasmaba perseguir y cazar conejos, algo potenciado por sus propietarios y con una evidente base innata, dejara de hacerlo porque querían hacerse con unos conejitos blancos para su hija y tenerlos sueltos por el piso con el perro de manera permanente, aun cuando ellos no estuvieran. Es posible, pero ¿a costa de qué? ¿será saludable emocionalmente para el perro? ¿es justo para el perro?

La intervención sobre el comportamiento debe mantener o mejorar la capacidad posterior del animal de gestionar su entorno y adaptarse a él, así como mejorar sus capacidades de relación con coespecíficos y con otras especies con las que interactúe. El ejemplo paradigmático está en los chimpancés a los que se les enseñó lenguaje de signos, después ya no se comunicaban bien con otros chimpancés y languidecían durante años en zoos haciendo signos desesperadamente a los visitantes a la espera de volver a ser escuchados, a la espera de recuperar la posibilidad de comunicarse con otros. Una posibilidad que el entrenamiento les había robado.

Puedo entender a la persona sin recursos y sin formación en un país deprimido de África, que por unos dólares mata a una hembra de chimpancé para arrebatarle a su bebé y vendérselo a un turista. Lo entiendo porque no ama a los animales y está en una situación de necesidad.

Comprendo un poco menos a quien compra a la cría, porque esa persona dice que ama a los animales, piensa que los ama… tanto que quiere poseerlos. Tan mal que por poseer a animal se pone una venda sobre lo que se hace para conseguirlo y sobre la infelicidad a la que le condena.

Pero al que no puedo entender ni perdonar en absoluto es a quien, con conocimientos, le roba a un animal la posibilidad de comunicarse con los suyos, a quien aplica un entrenamiento que le aísla de sus congéneres y le arrebata su condición de chimpancé. Porque ese sí sabe lo que se hace y, pese a todos los argumentos que dé, en el fondo lo hace porque puede. Ese es el tipo de poder al que me refería antes.

La imagen del animal y de su especie.

Las intervenciones sobre el comportamiento deben promover en quienes observen y/o interactúen con el animal una imagen digna de este y concordante con los conocimientos científicos sobre el comportamiento y necesidades de su especie.

La intervención sobre el comportamiento no debe dar al público una imagen ridícula, idealizada, demagógica, objetualizada o antropomórfica del animal concreto con el que hemos trabajado o de su especie.

Aquí abundan los ejemplos: desde los más evidentes, como el entrenamiento de la “sonrisa” en los chimpancés, que para ellos es una señal de miedo y se entrena a través del miedo, hasta los más sutiles, que por ello son los más peligrosos, pues parecen “buenos”: como entrenar a un tigre para hacerse fotografías con personas, a unas orcas para cantar y bailar con sus entrenadores o a un perro a montar en bicicleta.

Todas esas cosas vejan la dignidad del animal entrenado y muestran a su especie de una manera irreal y discorde con los conocimientos científicos sobre cada una de ellas: el tigre no debe parecer amigable, la imagen de que los tigres no son peligrosos y pueden actuar amigablemente con las personas es demagógica e idealizada, es bonita, pero falsa, y dañina para el conocimiento y respeto de la especie. Las orcas no son personajes de una película de Disney, que se organizan de manera coreográfica cuando están contentos. Ese entrenamiento es antieducativo para quien lo ve, no es beneficioso para las orcas, sólo para quien las explota. Adiestrar a un perro para montar en bicicleta es técnicamente admirable y muestra una gran capacidad por parte de quien lo consigue, sin duda el perro será un animal querido por su entrenador. Pero es un entrenamiento antropomórfico que, en realidad, le da un papel paródico y bufonesco al perro, vulnera su dignidad como individuo y hace que las personas que lo contemplan se alejen del conocimiento real de las necesidades y capacidades de su especie. Por no hablar del riesgo absolutamente innecesario de sufrir una caída.

La calidad del trabajo de los profesionales del comportamiento.

Las intervenciones profesionales sobre el comportamiento de los animales no humanos deben poder ser (A) supervisadas en su desarrollo, para evitar excesos, aunque no lleguen al nivel de maltrato, y (B) evaluadas en su éxito de manera objetiva, para evitar a quienes no obtienen resultados y sólo venden humo.

Pero debemos entender el éxito no solo como la consecución, eliminación o variación de uno o varios comportamientos, sino también, y especialmente, de los puntos anteriores: cómo se ha influido en la calidad de vida, el acceso a la felicidad, la imagen del animal y en el conocimiento de su especie.

La intervención profesional sobre el comportamiento de los animales no humanos debe hacerse de manera acorde al conocimiento científico de cada especie y adaptada para cada individuo concreto, así como mostrando el respeto, entendido como consideración de que el animal tiene un valor por sí mismo y no solo en función de su papel respecto a nosotros, y cariño, entendido como inclinación afectiva que reconoce su valor como individuo y busca su desarrollo saludable y feliz, del profesional hacia el animal con el que está trabajando.

Fijaos en todos y cada uno los ejemplos anteriores, fijaos que ninguno de los casos que he mencionado mejoraban la calidad de vida de los animales entrenados, más allá de conseguir unos trocitos de comida en el momento. No son intervenciones exitosas. No son intervenciones justas sobre el comportamiento, aunque se hagan de manera amable.

Comentarios:


  1. Ayram - mayo 26, 2015

    Aunque no lo oigas estoy aplaudiendo

  2. Raquel - mayo 26, 2015

    Totalmente de acuerdo y totalmente loable por tu parte! Opino igual, cualquier aprendizaje que experimente un animal debe ser para mejorar su calidad de vida. Aprender a amar de verdad es un camino difícil. Muchas veces equivocamos lo que significa querer de verdad a alguien con querer lo que deseamos ver en otro aunque sea en contra de su naturaleza o su felicidad. 

    Este tipo de posts me encantan, me hacen sentirme menos sola en mi manera de pensar. 

    • marcela - junio 19, 2015

      No estas sola Raquel somos muchos, lamentablemente la sociedad nos prefiere ciegos para guiarnos controlarnos, el mas evolucionado de los seres vivos serrucha la rama donde esta sentado, tropieza millones de veces con la misma piedra.
      Las orquídeas han evolucionado y modificado su aspecto sencillamente para sobrevivir….seria capaz el hombre?? La felicidad la libertad y el respeto son la base de cualquier vinculo de amor sano con cualquier ser humano y no humano no dejemos afuera a las plantas. Sin ellas no habría vida en este planeta( les debemos mucho) pero parece que por no tener nariz ni boca son objeto de olvido y maltrato….Que poco somos capaces de reconocer humildemente que pertenecemos a un ecosistema y asumir la responsabilidad que implica ser los mas evolucionados ???? será que tener consciencia nos angustia tanto y sin duda nos hace los mas egoístas!!!!!

  3. Me parece una cuestión interesante que también podría ser planteada por quienes entrenan perros «de trabajo» o compiten en deportes caninos.
    Incluso satisfaciendo parte de sus comportamientos naturales, podemos caer en la tentación de olvidar su derecho a la felicidad.
    En estos casos, sobre los perros se proyecta una imagen merecidamente digna, pero también idealizada en forma de «héroes» o «atletas».. 

    ¿Qué opinas sobre eso Carlos? Un abrazo.

    • Carlos Alfonso López García - mayo 26, 2015

      Hola Jorge,

      Sobre el tema que mencionas ya escribí y concreté en mi último libro qué casos y condiciones me parecen que hacen aceptable, o incluso deseable por la mejora de sus condiciones de vida, el entrenamiento deportivo o de utilidad con perros (o sea, aquel en el que los beneficiados del trabajo son primeramente las personas: ya sea IPO o perros de terapia). Aunque te corta/pego algunos conceptos que expuse en Tu perro piensa y te quiere</em> te puedo adelantar que es un tema que será objeto de reflexión más profunda en otro post de esta serie, pero antes de llegar a esta parte «de aplicación directa» es necesario que antes exponga más ampliamente las premisas y conceptos con los que operaré para llegar a mis propuestas concretas. Que aun quedan varios post hasta llegar a eso, vaya.

      «Cuando el objetivo del entrenamiento es que nosotros (por las personas) obtengamos beneficios del entrenamiento nuestro planteamiento ético varía sensiblemente.
      Entendemos este tipo de entrenamiento como aceptable únicamente cuando es percibido como algo deseable por el perro . Pero esto no sería suficiente, pues podríamos hacerle adicto a un reforzador, como la pelota, estando dispuesto a todo por conseguirla. El entrenamiento además de deseable debe resultar enriquecedor a nivel mental, social, emocional y físico para el perro. Este es uno de los principales motivos para analizar su comportamiento y nuestra intervención usando estas cuatro dimensiones.
      Si no se dan estas condiciones consideramos que el perro se objetualiza, perdiendo la posibilidad de tener un desarrollo saludable y completo como animal social.»

      Pero te pido paciencia y confianza, este es un trabajo muy meticuloso y bien engranado que requiere de bastante exposición de ideas antes de «entrar en faena», puesto que con ideas claras, suficientes y ordenadas será muy fácil ver la dirección lógica que toman las conclusiones 😉

  4. Ayer noche me acosté con el documental Black Fish en TV (http://blackfishmovie.com/). Hoy me levanto con tu post. Estoy muy de acuerdo con todas tus reflexiones y creo que la llave del cambio en la percepción de los animales y su entrenamiento está en el conocimiento de su naturaleza. La educación en este campo es básica y empieza en los colegios y guarderías, donde suelen ser frecuentes, por ejemplo, las visitas al zoológico mal guiadas, los cuentos titulados «Animales de la granja», etc.

    Digo esto porque me parece que, desde pequeños, NO se nos educa en el entendimiento de los animales como individuos de una especie concreta -pero con particularidades individuales – que «son» en relación al resto de animales y en relación, también, a su entorno.

    Me explico: es fácil ir al zoo y pensar que estás viendo tigres y aprendiendo cómo son, por ejemplo, cuando lo que en realidad estás viendo es un animal con las características físicas de un tigre pero desposeído de su entorno natural, su comportamiento natural, etc. Eso, desde mi punto de vista, es un aprendizaje erróneo.

    Y también es frecuente ir a buscar un cuento para tu hija y encontrar que la mitad de la oferta disponible habla de animales (lo cual me parece positivo), pero presenta las vacas, las gallinas o las ovejas como seres que viven en granjas en vez de explicar cuál es el entorno natural en el que esas especies deberían desarrollarse. 

    En fin, que estoy muy de acuerdo con lo que explicas en el post, Carlos Alfonso, y que pienso que debemos esforzarnos por mirar a los animales desde la humildad y no desde la superioridad, sin convertirlos en objetos para nuestro entretenimiento o utilidad. La misma expresión «animales de compañía» o «mascotas» ya dice mucho de cómo vemos, muchas veces, nuestra relación con algunos de ellos.

    Hay que cambiar la perspectiva. Aunque, a veces, eso pueda resultar incómodo. Yo misma me planteo, cada vez más frecuentemente, si vivir con un perro en la ciudad, como es mi caso, es éticamente justificable… 🙁

    PD: Os dejo el enlace a un proyecto muy chulo que está en marcha en la ciudad de BARcelona para remodelar el concepto de zoológico actual y hacerlo más ético: http://www.zooXXI.org 

    • Carlos Alfonso López García - mayo 27, 2015

      Hola Alba,

      Muy de acuerdo con tus reflexiones, precisamente mi intención con este trabajo es incorporar una serie de premisas que nos permitan (siempre que se acepten, obviamente) una evaluación objetiva de cada caso y situación concreta. Esto nos permitirá ser más eficaces en la prevención y lucha contra el maltrato. Precisamente casos como algunos que planteas tú o que ha planteado Jorge suponen dificultades de evaluación objetiva, por lo que se termina haciendo una evaluación subjetiva que no es lo más adecuado y que caerá en sesgos y en discusiones sobre diferentes percepciones de la realidad, que no llevan a ninguna parte y que terminan dividiendo seriamente a quienes tenemos interés en la lucha contra el maltrato, la búsqueda del bienestar y el acceso a al felicidad de los animales no humanos.

      Por desgracia estas divisiones grupusculares son todavía frecuentes ahora mismo y, EMHO, son el principal freno para un avance colectivo, desde una postura general común, pero aceptando las diferentes sensibilidades. El disenso no es malo, quien no comparte todas nuestras inquietudes o plantea afrontarlas de diferente modo no debe ser considerado un sospechoso o un disidente. Es una obligación moral suponer que las intenciones de alguien son, a priori, buenas y así crear espacios de diálogo que nos permitan entender los motivos y razones de cada postura. No es ético ni presuponer una intencionalidad mala a quienes no están de acuerdo con nosotros, ni negarnos a exponer nuestra postura a quien desee conocerla para analizarla. Si se hacen las dos cosas a la vez, suponer malas intenciones y negarse a explicar y razonar nuestra postura, directamente se está buscando la creación de frentes, porque si disentimos, afirmo que lo diferente a lo mío es malo, pero no explico mi postura no dejo opción de diálogo ni de acercamiento, solo queda la opción del enfrentamiento, tan potenciada y deseada por los Tea Parties de las diferentes posiciones, grupos que no tienen sentido en el diálogo y que intentan evitarlo a toda costa, pues la dinámica de confrontación les alimenta y les permite tener carta de existencia. Existen contra algo, no para algo.

      Esto, que es relevante en todo animalismo, lo es más en lo referido al entrenamiento de animales, pues es una disciplina que implica acción operativa, que no puede limitarse a no hacer lo que nos parece incorrecto, sino que, primeramente, debemos hacer los adecuado para el animal que tratemos. Y creo sinceramente que pueden encontrarse definiciones operativas para una praxis eficaz y ética.

      El proyecto de zoo virtual, que conocí hace un tiempo gracias a ti, me parece sencillamente genial.

      Abrazos desde los madriles 🙂

      • Gracias por tu respuesta, Carlos. La verdad es que éste es un tema de debate interesantísimo y súper enriquecedor. 

        Un abrazo desde Barna. 

  5. Más que interesante enfoque que comparto en lo esencial e intento difundir desde hace muchos años entre compañeros y clientes.
    Difícil, muy difícil hacer cambiar la concepción antropocéntrica del mundo y de las relaciones con otros seres vivos, pero vale la pena.

  6. Me ha encantado este artículo y me ha recordado al poema «tus hijos no son tus hijos» de Kahlil Gibran, en el que se deduce que cuando educamos y amamos deberíamos hacerlo desde la empatía con ese otro ser: Primero debemos conocerlo y luego orientar o educar para vivir en su entorno buscando siempre su autonomía y desarrollo emocional, afectivo, físico, entre otros.
     
    Tus hijos no son tus hijos
    son hijos e hijas de la vida
    deseosa de si misma.

    No vienen de ti, sino a través de ti
    y aunque estén contigo
    no te pertenecen.

    Puedes darles tu amor,
    pero no tus pensamientos, pues,
    ellos tienen sus propios pensamientos.

    Puedes abrigar sus cuerpos,
    pero no sus almas, porque ellas,
    viven en la casa del mañana,
    que no puedes visitar
    ni siquiera en sueños.

    Puedes esforzarte en ser como ellos,
    pero no procures hacerlos semejantes a ti
    porque la vida no retrocede,
    ni se detiene en el ayer.

    Tú eres el arco del cual, tus hijos
    como flechas vivas son lanzados.

    Deja que la inclinación
    en tu mano de arquero
    sea para la felicidad.

  7. Leandro - junio 20, 2016

    Hola Carlos Alfonso! Excelente artículo. Y algo con lo que no estoy en absoluto de acuerdo, es con el adiestramiento de perros guía para ciegos. (Aclaro que yo mismo lo soy, y de nacimiento). El ser lazarillo no me parece en absoluto bueno para el perro, porque le obliga a reprimir sus comportamientos naturales, a olvidarse de interactuar con otros perros u otros humanos… Puede que el invidente se sienta más cómodo caminando ayudado por un perro, pero mejor todavía es caminar ayudado por otro humano, que además puede describirte el entorno y hacer muchas otras cosas, y no necesita de dos años de adiestramiento muy duro para hacerlo. Seguro más de uno me diría «es que con el perro no dependes de nadie», pero el perro sí es «alguien»!
    Un saludo desde Argentina. Y espero poder asistir al curso el próximo año! 🙂

  8. Mery Alfaro S. - mayo 6, 2017

    Hola Carlos, seré breve en mi comentario, soy fanatica de los animales y jamás permitiría q algo los dañara, ojalá no existieran los zoo para q cada uno esté en su hábitat, estoy de acuerdo con los entrenamientos, siempre y cuando no se use el maltrato y más aún si tienen q trabajar con ellos, llegué a ti x el simple hecho q público muchos animales en Facebook, pero no todos piensan igual, creen q se trata de maltrato, creo q uno ve lo q quiere ver, si tú amas todo lo veras con amor y así será, pero si tú odias todo lo veras con odio y maldad o me equivoco?, me quedo claro muchas dudas q tenía, gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *