En un mañana como esta, cuando el tiempo se vuelve cálido sobre los campos en silencio, en una mañana como esta, creo yo, terminó su viaje Ulises, y solo Argos le reconoció al llegar a su casa, donde dormía Penélope.
En una mañana como esta, Hércules descendió dejando su fuerza a un lado, acarició a Cerbero, se hicieron amigos y abandonaron, juntos, el infierno.
En una mañana como esta Orión pidió como último deseo estar por la eternidad al lado de su perro Sirio, y desde entonces, celestes, se miran en las noches sabiendo que ninguno de ellos conocerá la soledad.
Los poetas y el tiempo tienen perspectiva: las destrezas que los perros aprenden se desdibujan en lo grande, pero su relación con nosotros perdura, dándonos la medida de lo que sucede entre nuestras dos especies.
No es el baile de técnicas y conductas lo que queda, porque no es lo que importa: es lo que sucede en sus intersticios, es lo que sucede cuando ambas partes pueden elegir qué hacer y cómo actuar respecto al otro -cuando podrían hacer otra cosa o ignorarse y eligen, de alguna manera, quererse- lo que define nuestra relación.
He escrito Tu perro piensa y te quiere y Los perros necesitan LIBERTAD desde las ciencias del comportamiento (aunque, por supuesto, dentro de estas ciencias hay diferentes enfoques válidos), usándolas para analizar, conocer e intervenir en el comportamiento de los perros de una manera objetiva, evaluable y reproducible. Lo que constituye la base de una tecnología del comportamiento canino.
Sin embargo, he dejado fuera de estos libros el adiestramiento, entendido de la forma en la que lo he definido en ellos: conductas sociales de coordinación entre algún (o algunos) perro y alguna persona, en las que el perro (o perros) debe recibir y seguir indicaciones de acción concretas de esa persona, que adopta un rol de guía.
No es porque lo que sucede durante el adiestramiento y lo que se produce en él no pueda ser cuidadosa y completamente descrito desde las ciencias del comportamiento, es porque no me parece el mejor enfoque para hacerlo. Al menos no me parece suficiente.
Porque es cierto, necesario y central que en el adiestramiento se obtenga (¡en el mejor de los casos!) una producción cuantificable en forma de conductas, y, si las topografiamos bien, las ciencias del comportamiento nos aportan todo lo necesario para obtenerlas sin que el perro sea maltratado, o abusado.
Pero creo que la producción de conductas de calidad es condición necesaria para un buen adiestramiento, pero no suficiente. Enfocarse en la producción conductual deja fuera y enmudece, al no reconocerlo con palabras, lo más importante: que el adiestramiento es antes que nada un hecho social, aunque viéndolo de cerca, mientras hablamos de conductas, eso sea algo que solo puede reconocerse mirando entre sus rendijas.
Si dejamos el hecho social fuera del lenguaje con el que analizamos el adiestramiento lo dejaremos igualmente fuera de nuestra forma de entenderlo y acercarnos a él, porque lo que no tiene palabras para ser explicado no tiene fuerza para afirmar su importancia.
Aunque tenemos vivencias: sentimos cosas, hacemos cosas y observamos cosas, estas no nos bastan, se hace necesario convertir las vivencias en palabras no solo para comunicárselas a otros, sino para exponérnoslas, ordenarlas, explorarlas y conocerlas nosotros mismos.
Todos hemos tenido la experiencia de que algunas palabras ajenas -que nos pueden llegar desde la ciencia, la narrativa, la poesía, las canciones o cualquier otro lugar- nos expliquen cosas que sentimos, hacemos o conocemos de una manera mejor, más clara, más ordenada, más profunda o más consciente de lo que lo hacen las nuestras. A veces incluso dan nombre y describen cosas que sentíamos, no solo sin saber explicarlas, sino sin pensar siquiera que tuvieran nombre o explicación. Las palabras importan mucho. Debemos estar muy atentos a ellas, porque cuando se produce la serendipia de que una explicación verbal nos describe, nos define y/o nos permite comprender algo, adquiere un gran poder sobre nosotros: lo que podemos explicar(nos) mejor es lo que pasamos a ver como el núcleo de algo, lo que inevitablemente centra y monopoliza nuestra atención.
Cómo nos relacionamos y construimos nuestra relación con un perro durante las sesiones de adiestramiento, cómo evoluciona esta a lo largo de los años y qué nos aporta cuando estamos juntos, tanto en una sesión, como fuera por completo del adiestramiento es determinante. Lo que perro y persona sentimos el uno por el otro en el transcurso del adiestramiento no es urgente en ese instante de búsqueda de conductas, pero es lo más importante si ponemos el adiestramiento en función de la convivencia durante toda una vida.
Lo que sucede, pensamos y hacemos durante el adiestramiento nos hace ver y entender al otro y a nosotros mismos respecto al otro de alguna manera concreta. El significado para ambos participantes que adquiere el adiestramiento como parte integral e integrada de/en la amplitud de sus vidas y de su relación es central para perro y persona.
Cualquier enfoque que vea la producción conductual como factor principal o único del adiestramiento sesgará nuestra manera de pensar sobre él, reduciendo su valor como hecho social, y así se lo trasmitiremos al perro con nuestra forma de trabajar. ¿No has estado en trabajos donde la producción era el único dios y el único lenguaje, así como en otros en los que estar, interactuar y hacer era en sí mismo un fin? ¿No has elegido precisamente el adiestramiento como profesión porque prefieres sin dudarlo los segundos? Entonces ¿por qué elegir una forma de explicarte lo que pasa durante el adiestramiento que prioriza la producción y deja en segundo plano lo que sucede entre los participantes durante su transcurso? Existen ciencias que estudian a los sujetos durante su interacción, durante los procesos de enseñanza y aprendizaje, ciencias que tienen palabras para darle peso y centralidad al hecho social que es el cimiento (y, como todo cimiento, invisible a quien no sabe de su existencia) de todo lo demás.
Mi próximo libro sobre adiestramiento, que aún tardará unos años en salir, usa las ciencias del comportamiento para la parte -necesaria, ineludible, urgente- de la producción conductual, pero para analizar, mejorar, disfrutar y darle carta de existencia a la relevancia del hecho social que constituye el adiestramiento, importo términos de la didáctica, de la pedagogía, de la etología, de la sociología más actual: de aquello que estudia individuos y su relación. De aquellas ciencias que ponen las conductas en función de los individuos y sus relaciones, y no a los individuos y sus relaciones en función de las conductas. Porque necesitamos esas definiciones, objetivas y comprobables, para explicarnos, replicar, modificar y mejorar lo que sucede dentro del adiestramiento como hecho social.
Para el adiestramiento, donde interactuamos de continuo perros y personas, donde hacemos cosas juntos, donde construimos gran parte de lo que será nuestra relación y nuestra forma de entender las relaciones con la otra especie, se hace necesario complementar la nomenclatura de las ciencias del comportamiento con todo aquello que tiene términos y palabras sólidos para todo lo que sucede en/desde un individuo hacia/con otro en una relación de enseñanza-aprendizaje y/o ejecución conjunta de tareas. Así podremos comprenderlo, podremos conocer lo que sentimos, dándole concreción y solidez para sujetarlo, trabajar con ello, evaluarlo y llevarlo a su máxima expresión, como podemos hacer con las conductas: porque nuestro léxico conceptual nos lo permite.
Esta mañana, como casi todas desde el inicio del confinamiento, he trabajado con Bicho, nos hemos divertido mucho, le he hecho trampas, ha descubierto algunas, le he colado otras y hemos terminado tumbados y jugando. Y no intuyo o siento qué es lo más importante de lo que ha sucedido entre nosotros, lo sé, y lo sé porque tengo palabras para explicarlo. De eso irá mi próximo libro, porque el adiestramiento es sobre todo y antes que ninguna otra cosa un hecho social, y como tal debe ser abordado y estudiado.
Post Scriptum: El inicio de este artículo, sus tres primeros párrafos, es mucho más -o mucho menos, según atendamos a forma o fondo, que es de lo que va esto- pretencioso de lo que parece, porque no es un texto realmente mío, como iba a hablar de la importancia de las palabras, he empezado parafraseando a un gran autor, pero la cita parafraseada está sacada de otro escritor, que la usaba para hablar de la importancia de saber qué significan las palabras con las que nos encontramos. Hago estos «homenajes» privados -citas, parafraseos… – con frecuencia, porque me animan y facilitan escribir (para mí escribir implica navegar lo ya escrito), pero siempre me ilusiono con que alguien los reconozca y me mande un ¡Gotcha! Así que si pillas la cita del principio del texto, la cita en la que se cita dicha cita 😀 , o cualquiera de las muchas referencias de este tipo que hay en mis libros, artículos e incluso manuales (que nadie me haya dicho que reconoce el “Donde caiga la flecha…” que subtitula nuestro manual de targets es un dolor que me acompaña desde hace años), y me escribes contándomelo me harás muy, muy feliz.
Pues trabajando en mi próximo -y empieza a ser un próximo de cercano y no únicamente de siguiente 🙂 – libro he pensado en compartir un pequeño corta y pega aquí:
Durante el entrenamiento y en la convivencia enseñamos y usamos indicaciones, señales, comandos… que el perro debe aprender y a los que ha de responder para saber qué le estamos trasmitiendo en momentos de interés, para avanzar.
Que el perro nos entienda, es necesario, está muy bien y mola.
Pero es insuficiente para una relación saludable, porque toda relación saludable entre sujetos es bidireccional. No solo debemos emitir y entrenar al perro para recibirnos, también debemos entrenarnos para recibir la información que el perro nos envía sobre cómo se siente y le influyen nuestras acciones.
Es prioritario establecer una comunicación bidireccional –un diálogo- entre perro y guía que permita transmitir información a ambas partes sobre el estado de la relación social, del entrenamiento y de otros aspectos de la convivencia, y no únicamente sobre la calidad de las conductas entrenadas.
Cuando reconocemos y respondemos a las señales del perro este mejorará su capacidad de comunicarse con nosotros, afinándose cada vez más, llenando de sutileza y complicidad nuestra relación.
Ellos también notan que son escuchados, entendidos y que su aportación es reconocida y tomada en consideración, que son parte activa en la dinámica del grupo, y eso lleva todo a otro nivel. Al mejor nivel, el del compañerismo entre sujetos que se reconocen como tales, se quieren y desean coordinarse para ser felices juntos.
Es lo que se denomina coloquialmente como leer al perro, término que no me gusta nadita nada, porque una vez despojado de su brillo místico (debe pronunciarse en plan iniciado y/o con mirada displicente por parte del «lector experto», sin eso resulta solo la mitad de cool), lo que queda es otro término objetualizador y especista: no nos comunicamos con él, no le concedemos la condición de interlocutor, sino que lo leemos como a un libro. Sencillamente somos tan listos (nosotros) que conocemos bien el idioma en el que está escrito.
Y así no vamos a salir nunca de un modelo de convivencia que roba a los perros su condición de participantes, que les maquiniza y se horroriza ante la menor muestra de autonomía y empoderamiento por su parte.
EDICIÓN: Este post ha promovido una serie de interesantes cuestiones por parte de los lectores, tanto que para responderlas he preferido hacer otro detallando los motivos de lo mi antipatía por la expresión leer a los perros, que puedes leer pinchando aquí.
Cualquiera de las tres partes -adiestrador, perro y propietario/tutor (porque si digo sencillamente tutor, que es lo correcto, no se me entiende)- de las que integran activamente un proceso de educación o adiestramiento puede tener días en los que su estado emocional no sea el mejor posible.
Esto es conocido por los entrenadores, al menos en lo que respecta a sí mismos y a los perros (porque cuando le sucede a los tutores/propietarios fácilmente les colgamos la etiqueta de negligente o incompetente). Tanto que se ha vuelto un lugar común decir que cuando se tiene un día malo –el perro o nosotros, del propietario/tutor nadie habla- no debemos trabajar.
La idea es buena, pero la afirmación es equivocada tomada en su literalidad, fruto de la manera de ver las cosas de nuestro gremio, al que le encaaaanta llevar todo a los extremos y ofrecer fórmulas o normas absolutas, a veces rozando el absurdo, para la supuesta praxis correcta.
Es evidente que si la mañana del día que debemos trabajar con un perro este sufre un atropello o un encontronazo con otro perro o persona, que no le daña físicamente pero que le deja aterrorizado, o nos diagnostican, a nosotros o a los propietarios/tutores, una enfermedad terrible, nos informan de que perderemos nuestra casa o, yendo al extremo, nuestro hijo nos dice que quiere ser tronista, lo adecuado será anular la sesión y programarla para cuando hayamos podido gestionar nuestro estado emocional, el del propietarios o el del perro según corresponda.
Sin embargo un día malo suele ser algo mucho menos dramático, por ejemplo: podemos pasar, nosotros o los propietarios, largas temporadas de desánimo durante un momento económico o personal tenso. Igualmente los perros pueden tener temporadas en las que alguna circunstancia les afecte de forma equivalente: viaje y ausencia de alguna de sus personas queridas, alteración de algún hábito de salida u otros similares. En estos casos no parece una buena solución interrumpir las clases hasta que todo se normalice, pues llegaría a impedir el avance del proceso y, desde luego, sería incompatible con regularizar el funcionamiento de nuestra empresa de educación canina.
Pero si bien es cierto que no podemos dejar de trabajar en todos los días malos, no lo es menos que trabajar sin tenerlo en consideración podría llevarnos al fracaso o a la imposibilidad de avance.
Y es que las personas y los perros gestionamos de manera diferente el aprendizaje cuando tenemos un estado emocional de este tipo que cuando estamos plenamente felices y enfocados en avanzar. Y uno de los principales fallos de muchos profesionales es que parecen creer que los perros (y las personas) solo tienen (tenemos) dos estados emocionales de trabajo: ultrahappyforever o aterrorizadoantelaideademorir. Pero va a ser que no.
Existen pautas sobre cómo adecuar el trabajo para estos días malos, de baja intensidad, pero que potencialmente podrían prolongarse algún tiempo. Para ofrecer un ejercicio profesional eficaz, ético y constante necesitamos conocerlas y aplicarlas cuando corresponde. Además al hacerlo tendremos mejores resultados que los de nuestros competidores que opten por parar a cada quítame allá esas tristezas o por continuar como si no pasase nada.
Respecto al entrenador
1 Planificación previa:
Todos sabemos que la planificación es importante, y todos no saltamos este conocimiento a la torera de manera cotidiana. Ir a una sesión sin tener claros los objetivos -y hablo de negro sobre blanco, no de que en la cabeza nos hayamos hecho una idea sobre qué hacer- puede no sea un problema cuando estamos afinados y con todas nuestras capacidades al máximo, pero sí lo es cuando estamos bajos de ánimo.
Es fácil, al tener días bajos, que demos más importancia de la debida a los fallos, y/o que busquemos compensarlos con avances excesivos. Al final esta falta de planificación la pagará el perro (y la calidad del resultado) en uno u otro sentido.
Es imperativo que cuando estamos desanimados diseñemos la estructura y objetivos de la sesión en casa, tranquilos. Por supuesto luego debemos adecuarla a lo que suceda, pero con esta sencilla medida lograremos mantener un trabajo de calidad cuando estemos algo plofas.
2 Sesiones de consolidación:
Todos los entrenadores pecamos de centrarnos demasiado en el avance y no dedicar todo el tiempo necesario a las sesiones de consolidación, en las que damos volumen a los resultados ya obtenidos sin intentar mejorarlos.
Las sesiones de consolidación son el cemento entre las filas de ladrillos que suponen las de avance, no parecen elevar el trabajo, pero son las que lo hacen sólido y permiten su consistencia a largo plazo.
Cuando nos encontramos algo bajos puede ser una buena idea, que redundará en mayor calidad del entrenamiento, hacer sesiones de consolidación, que resultan más fáciles de dirigir y evaluar. Sin intentar avances.
3 Subidas de criterio más progresivas y objetivizadas:
Las sesiones de consolidación no ralentizarán el entrenamiento, ni son sesiones vacías: prácticamente todos los adiestramientos comerciales (aquellos destinados a la tutela y manejo responsable del perro) están sobrados de sesiones de avance y huérfanos de sesiones de consolidación.
Pero es cierto que no podríamos construir un entrenamiento únicamente con sesiones de consolidación, si nuestros días malos se alargan debemos avanzar el entrenamiento.
Este es el punto más complicado, puesto que solemos hacer las subidas de criterio de manera intuitiva, combinando lo que el perro nos trasmite en el momento con nuestra experiencia. Cuando estamos en nuestro días bajos este mecanismo no funciona bien, nuestro estado de ánimo nos desafina.
Para compensarlo hay dos sencillas medidas, planificar previamente (como se decía en el primer punto) los avances que haremos y que estos sean conservadores, que estén por debajo de lo que haríamos normalmente. Si normalmente le pediría al perro diez pasos más en junto, o treinta segundos más de permanencia, mejor dividir ese avance en dos y reforzarle cuando subimos en cinco pasos o en quince segundos el criterio.
Partir en dos las subidas de criterio es una manera de asegurar la progresión y no enfrentarnos a situaciones de fracaso, que en momentos malos y en un trabajo vocacional tienen efectos muy dañinos en nosotros. Y no es más lento, porque el perro avanza como sobre raíles y podremos hacer más avances en el mismo tiempo de trabajo.
Respecto al perro
1 Sesiones de consolidación y subidas de criterio más progresivas:
Sabemos que el fallo ocasional es un constructor de aprendizaje más eficaz que el éxito continuo, pero también que el estado emocional es el primer evaluador de la calidad de un trabajo. Cuando el perro tiene días bajos nuestra prioridad no puede ser el avance de la conducta, sino la mejora del estado emocional y la asociación respondiente de un estado emocional seguro y asertivo con las conductas enseñadas. Eso les dará más calidad y consistencia que ningún avance directo sobre la conducta.
Por ello, las normas anteriores de hacer más sesiones de consolidación y de dividir las subidas criterio en dos no solo deben aplicarse cuando el entrenador tiene días bajos, sino especialmente cuando los tiene el perro. La experiencia de éxito y la asertividad haciendo algo conocido o sencillo para él son la mejor manera de convertir las sesiones de entrenamiento en su mejor momento emocional del día.
La sensación de seguridad y control en el trabajo hará que el perro lo adore y tendrá un profundo efecto terapéutico ¿O tú no mejoras tu desanimo cuando te enfrentan a una tarea que sientes que controlas por completo y en la que sabes que lograrás el éxito?
2 Trabaja en pirámide:
Cuando es el perro el desanimado añade una medida extra para hacer subidas de criterio, y es que después vuelvas a bajarlo. Esto se llama trabajo en pirámide, todos los entrenadores especializados en gestión emocional saben lo relevante que resulta para perros con problemas emocionales: además de consolidar el aprendizaje promueve la correcta gestión emocional y el autocontrol emocional. Al fin y al cabo, afrontar el trabajo en un día malo es gestión emocional.
3 Usa el espacio de calma:
El afrontamiento calmado de la sesión de trabajo y la vuelta a la calma tras la activación que supone el aprendizaje son más que convenientes para un perro que no está en su mejor momento. Si eres entrenador C-E te recomiendo enseñarle el espacio de calma y activarlo antes y después de la sesión de trabajo. Solo con hacer esto te sorprenderás de las mejoras que obtienes.
4 Busca nuevos sitios para trabajar:
Sabemos que los cambios de lugar generan un aumento de activación en el perro, podemos aprovechar esto como motor de trabajo en el perro que tiene días bajos.
Si vamos a nuevos lugares, que no supongan una gran dificultad, y le pedimos al perro que realice conductas que ya realiza competentemente veremos cómo sube varios puntos su estado emocional. Lo único importante es respetar lo expuesto en el punto anterior, que el nuevo lugar no suponga subidas de criterio fuertes. Pedirle lo mismo en otro sitio es una subida de criterio, así que podemos empezar pidiéndole menos de lo que sabe hacer en los sitios habituales de entrenamiento e ir avanzando progresivamente desde ahí.
5 Enséñale algo divertido:
Todos los perros tienen características individuales que les hacen disfrutar más de realizar determinados comportamientos, aprovéchalos: enseñarle a traer (y si eres un entrenador cognitivo el espacio de juego), a buscar su juguete en el campo, a dejarse rascar la tripa o incluso a jugar al escondite con su dueño. Y si no se te ocurre nada, siempre te queda el comodín del olfato. A todos les gusta y, bien hecho, es de lo más terapéutico que podrás proponerle para mejorar su estado emocional.
Respecto al tutor o propietario
La persona que nos contrata para intervenir en el comportamiento de su perro a veces termina siendo la parte más desprotegida y menos cuidada, desde el mezquino bullying emocional de aquellos entrenadores que les hacen sentir en déficit continuo y sólo les indican lo que NO tienen que hacer, dando indicaciones difusas o imposibles de seguir sobre lo que SÍ pueden hacer para mejorar, cargando así no la responsabilidad, sino la culpa, de todo en quienes más quieren al perro, hasta los que sencillamente ignoran que las personas que nos llaman también tienen emociones.
Quien no cuida el estado emocional del tutor/propietario del perro es negligente, quien le machaca es un miserable.
1 Uso innovador, práctico o vistoso, de las destrezas del perro:
Descubrir que la permanencia que han estado entrenando escondiéndose tras un árbol puede ser usada para entrar a comprar el pan, entrenar la llamada como un juego de escondidas en el que el perro debe localizarnos, convertir el junto en un juego de escaparse…
Cuando sacamos las destrezas del perro del contexto un tanto aséptico de las sesiones y lo integramos con las necesidades reales de manejo y tránsito del binomio, cuando las convertimos en un juego o las mostramos como un valor añadido para la convivencia y el entendimiento, estamos consiguiendo animar e implicar a quien nos ha contratado, esto no solo mejora su adherencia a las pautas que le indiquemos, sino que le ayuda a ser feliz y entender que el entrenamiento es la mejor manera de entender y entenderse con su perro.
2 Enseña una nueva habilidad sencilla divertida o práctica para el día a día:
No te puedes imaginar lo eficaz emocionalmente para quien vive con un perro que puede ser enseñarle algo sencillísimo, pero directamente relacionado con la vida cotidiana. Cosas que para ti no tienen valor por su sencillez técnica pueden ser lo que alguien necesita para recuperar el aliento a la hora de seguir entrenando a su perro: salir de la cocina a una señal, quedarse quieto mientras le ponen el collar, dejarse dar las pastillas ¡¡a veces incluso simplemente enseñarle a subirse al coche!!
3 Revisa la progresión del perro con videos:
A veces lo que nos queda hasta nuestro objetivo o la idealización de resultados (esto último es labor tuya que no suceda) hace que las personas no se den cuenta de todo lo que se ha progresado. Si has tomado grabaciones en video del proceso será una buena idea dedicar una sesión a comprobar lo que se ha logrado, verlo de seguido hace mucho más consciente al tutor o propietario de los avances y le subirá el ánimo. Y no te limites a señalar las mejoras del perro, incide también en las suyas al enseñarle y guiarle.
Y tranquilo, te aseguro que, cuando lo haces bien, en este trabajo son muuuuuchos más los días buenos. Pero para esos días seguro que no necesitas consejos 😉 😉
Es frecuente que los entrenadores o quienes formamos a entrenadores cometamos un error discretamente triste y terrible, que es reducir la ilusión que les producen los perros a quienes contratan nuestros servicios profesionales.
Acudir a un entrenador para quien convive con un perro, tomar la decisión de aprender a entrenar perros para quien los ama, son experiencias que en la mayoría de los casos se inician con unas expectativas casi mágicas. Son actos cuyos primeros pasos están repletos de emocionalidad. Y eso es bueno.
Quienes llegan a nosotros nos entregan esa ilusión, que es muy frágil e inicialmente suele estar contaminada de lugares comunes y creencias equivocadas ¡si apartamos esas capas sin cuidado la romperemos! No es más profesional quien muestra asepsia e indiferencia al analizar lo que le sucede a un perro y al intervenir en su comportamiento, ni mucho menos quien parece disfrutar usando el conocimiento como una escoba para barrer esos pajaritos de la cabeza de sus clientes. Qué mezquino y qué lúgubre eran ese compañero y ese momento que nos hablaban sobre los reyes magos para mostrarnos a la vez su conocimiento y nuestra inmadurez.
A veces parece que tener conocimientos consistentes implica disfrutar viendo cómo se puede deshacer con palabras la magia que sentían quienes nos contratan. Disfrutar desarmando los argumentos que sostienen esa emoción especial que evocan los perros.
Y son esas actitudes las que mantienen vivos profesionalmente a los gurús que venden pseudociencia, energías inespecíficas y buenrollismo de saldo, porque no tienen nada de realidad pero atienden a la importancia emocional de la relación con los perros para la persona que les consulta, no la mejoran, porque ese no es su negocio, pero no la rompen, saben alimentarla pervirtiéndola y devorando el sentido crítico de quien confía en ellos para así engancharle a sus fórmulas falsas, pero fáciles, suaves y deseables.
La tecnología del comportamiento más meticulosa nada tiene que ver con la seriedad o la frialdad, con soltar un “eso es ansiedad por separación y esto es lo que tiene que hacer”, mientras alargamos una hoja impresa de pautas.
La ciencia es una herramienta para comprender e interactuar con la maravilla que es nuestra relación con los perros y así debemos trasmitir los conocimientos que de ella derivan, usándolos de manera amable para limpiar de errores y hacer más brillante la ilusión de quienes llegan a nosotros, nunca para romperla.
Es nuestra responsabilidad profesional aprender a ser cuidadosos y delicados, a que nuestros consejos, nuestras enseñanzas, nunca degraden algo tan excepcional como resulta el querer y ser querido por ¡¡un individuo de otra especie!!
Hay tres motivos para esto:
Primero estaremos dejando sin su única arma a los embaucadores, a esos vampiros que con discursos de sirena atraen a los confiados amantes de los perros hasta que naufragan en su superchería miserable
Segundo, nuestros clientes se fidelizarán y contratarán más servicios para descubrir y avanzar más en su relación con los perros. Esto es un valor cuantificable, hacer bien las cosas es rentable.
Pero, sobre todo, con la de pocas cosas que últimamente tenemos para ilusionarnos me parece un delito de lesa humanidad robarle ninguna de ellas a nadie. No tenemos derecho, en realidad nadie lo tiene.
Llevo desde los doce años en el mundo del perro y nunca había visto terminar un seminario con dos minutos seguidos de aplausos, con gente poniéndose de pie para aplaudir y necesitando que la organización «cortase» a los asistentes en su ovación para que el ponente llegue a tiempo a su avión.
Hasta ayer al terminar Ciencia de la Comunicación Canina con Juliane Kaminski.
Los seminarios de ciencia de base son exigentes para los alumnos, a los que se les pide recibir gran cantidad de información compleja en poco tiempo. Generar un espíritu crítico abandonando los posicionamientos simples para hacer el esfuerzo de avanzar en la comprensión profunda sobre cómo son, cómo aprenden y cómo se relacionan con nosotros los perros.
Siempre he confiado en que somos un sector profesional capaz de hacer este esfuerzo y de abandonar el simplismo cazurro que abanderan los peores de entre nosotros, el éxito de estos seminarios de ciencia de base, tanto de los que organizamos en el Instituto Tecnológico EDUCAN como de los organizados por colegas de la competencia, parece confirmar esta confianza.
Y es que este ha sido nuestro seminario más populoso, con más de ciento veinte alumnos de todo el mundo apuntados, número que sigue aumentando pues hasta el día veintiséis de este mes se puede contratar la opción, más económica, de ver los vídeos en diferido y hoy ya nos han llegado ocho solicitudes de amigos de asistentes. Cuando son los alumnos quienes hacen la labor comercial es porque la cosa les ha gustado.
Y no es para menos, os dejo algunas muestras de lo que fue el seminario, así además quienes están interesándose en verlo en diferido se pueden hacer una idea sobre lo que se encontrarán (si quieres informarte escribe a formacion@educan.es):
Los perros de manera innata ¡¡prefieren relacionarse con personas que con otros perros!! Nos ven como colaboradores más fiables y seguros que sus congéneres. Con otros perros tienden a establecer relaciones competitivas, con las personas tienden a establecerlas cooperativas.
Así que es nuestra responsabilidad no traicionar su confianza y basarnos en estas capacidades sociales al trabajar con ellos, para Juliane es empobrecedor y potencialmente lesivo para la salud social y afectiva del perro reducir el entrenamiento a un entrenador inmutable que se comunica con el perro única o principalmente a través de un clicker (la visión desde la óptica cognitiva del trabajo con clicker la reflejé detalladamente en este post).
Los perros podrían entender una sintaxis simple verbo-sujeto, si bien los experimentos actuales son demasiado acotados para afirmarlo 😮 😮
Muy importante es señalar que las investigaciones muestran claramente que, aunque todos los perros tienen una excelente capacidad para comunicarse y colaborar con nosotros, las razas de trabajo, como malinois o border collies, colaboran más y más eficazmente que otras.
También su morfología influye en cómo reciben la información, por ejemplo las razas braquicéfalas, o sea los perros «chatos», tienen mejor capacidad de aprender por observación visual, presumiblemente como consecuencia de que sus ojos se encuentra más frontales, menos laterales, que en el resto de los perros.
Estos conocimientos no implican discriminación entre razas, sino que nos permiten adecuar la formación a cada aprendiz para alcanzar el éxito. Un modelo educativo que no tenga en consideración las diferencias y trabaje de la misma manera con todos los perros (o personas) promoverá que algunos queden atrás en su aprendizaje y progreso. Conocer las diferentes capacidades, asumirlas, y diseñar la enseñanza de manera acorde permite igualdad de oportunidades de éxito.
Los perros sacan conclusiones sobre cómo es un desconocido según cómo le vean tratar a sus personas favoritas. Si alguien se porta mal contigo tu perro desconfiará de él.
Los perros ante las dificultades nos consultan y solicitan nuestra ayuda, una capacidad innata que no se encuentra en los lobos criados con personas.
Los perros tienen relaciones de dominancia sumisión más rígidas que las de los lobos (por favor, por favor, no debemos divulgar más la idea -fuera de todo conocimiento científico- de que en los perros no existe la dominancia, cada vez que alguien lo dice en el cielo de la ciencia un angelito pierde las alas). Pero eso no justifica ni valida en absoluto las ideas obsoletas sobre adiestramiento que justifican el maltrato, el abuso o las relaciones «militarizadas» entre personas y perros.
Se han demostrado niveles sencillos de empatía y teoría de la mente (la capacidad de pensar sobre lo que piensa otro) en perros, pero aún no se han podido comprobar los niveles más complejos, gran parte de las limitaciones de investigación en estas áreas vienen de la dificultad de diseñar experimentos para evaluarlas. Y para «vivir» la ciencia replicamos uno de los experimentos más sencillos que se han usado para medir la empatía.
Pero lo más importante es que este ha sido, es, un seminario transformador. Tengo la convicción de que ninguno de los asistentes salimos pensando las mismas cosas sobre los perros que cuando entramos. Y eso es revelador de su profundidad e importancia.
Esta vez no pude aguantarme, como en su anterior visita, e hice público contra su voluntad que Juliane no acepta cobrar por realizar estos seminarios, sino que pide que se entregue todo el dinero que recibiría a la investigación sobre cognición canina.
Por ello, y sabiendo que Juliane es una discretísima pero comprometida militante animalista (óptica que compartimos, el animalismo es muy relevante en el entrenamiento de animales), decidimos regalarle como agradecimiento por su generosidad el emocionante libro Sin palabras de Roger Olmos editado por la Fundación FAADA. Cuando se lo entregamos pasó una vergüenza horrible, pero después nos confirmó que le parecía maravilloso y que le había conmovido profundamente. Podéis saber más sobre Sin palabras en este enlace, os recomiendo ver el video. Pero vais a llorar, avisados estáis.
La Fundación FAADA, para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales es una entidad sin ánimo de lucro para la protección de los animales. Desde EDUCAN os recomendamos visitar su web, conocer su trabajo – en nuestra opinión necesario, divulgativo, comprometido e inteligente- y colaborar con ellos en la medida de lo posible.
A raíz de mi post sobre la manera tradicionalmente tendenciosa de explicar el antropomorfismo, sin explicar el sesgo opuesto: la objetualización, me ha escrito Nela Larrinaga, de Lagunkan, organización dedicada a las Intervenciones Asistidas… ¿por? ¿con? Perros.
Porque ese era el motivo de su mensaje, me decía que tras leer mi post le parecía que usar con implica un sesgo de objetualización que lo hacía menos adecuado que usar, por, que reconocía mejor la condición de sujeto del perro. Yo pienso lo mismo, así que entre los dos hemos decidido que podía hacer un post explicando mi opinión.
Aunque este no es un problema grave, pues conozco gente que realiza intervenciones con y por perros que mantienen con ellos una relación intersubjetiva impecable y que les tratan como a compañeros de trabajo cuya labor tienen bien definida y acotada.
No es grave, pero tampoco es indiferente, porque las palabras tienen poder. Cuando hablamos de un sujeto como un objeto le estamos robando, precisamente, el derecho a su condición como sujeto. Además cuando nos referimos a alguien como a un algo nuestra manera de pensar sobre él (¿ello?) cambia sutilmente. Y cambia a peor.
En EDUCAN llevamos muchos años usando el por, sin embargo en muchos lugares parece más aceptado el uso de con. Este uso del con se defiende principalmente con los siguientes argumentos:
- Deja claro que el perro no es el protagonista de la intervención.
- Pasa a un primer plano al terapeuta/especialista humano responsable de la intervención y deja al perro en segundo plano.
- Mantiene la visión funcionalista sobre la labor del perro.
Estos tres argumentos son relevantes y deben tomarse en consideración para realizar una Intervención Asistida por Perros de calidad.
El primero impide que el perro tome un papel de “vedette” y, como consecuencia, evita que el mero hecho de contactar perros y personas con algún problema sea tomado como un trabajo técnico de terapia o intervención. Que demasiadas veces hemos visto como la gente llega incluso a poner en peligro a los sujetos de una terapia al ponerlos a interactuar de manera desordenada (aquí sí) con perros.
El segundo incide en que el responsable, director y realizador de la terapia es una persona cualificada y preparada (un psicólogo, un neuropediatra, un fisioterapeuta…) y no el perro. Es necesario que la terapia sea dirigida por quien puede determinar las necesidades individuales de cada sujeto en cada momento, así como de evaluar su respuesta a la intervención. Esto es evidente.
El tercero es importante también, el perro tiene una labor instrumental dentro de la intervención, es un medio para alcanzar un fin. En algunas ocasiones se han realizado intervenciones con perros con carácter inadecuado por motivos peregrinos “a él también le viene bien estar aquí, porque es un poco gruñón y así se acostumbra a la gente”. El perro debe estar seleccionado para que su carácter y comportamiento sean los que les convienen a las personas receptoras de la intervención ¡nunca al contrario!
Pero de estas tres verdades se da un salto inferencial excesivo e incorrecto, pues ninguna de ellas justifica que se le dé tratamiento de objeto y no de sujeto al perro. De hecho no está relacionado en absoluto.
Lo explico.
En primer lugar vayámonos al desarrollo completo de la frase “Intervenciones Asistidas con/por Perro”, pues existe una parte que está omitida y que cuando se hace explícita ayuda mucho a entender cuál es la preposición adecuada para referirse al perro.
En realidad lo que hacemos son:
“Intervenciones Realizadas/Dirigidas por Psicólogos/Neuropediatras/ Fisioterapeutas… y Asistidas por Perros/ Bedeles/Enfermeros/Familiares”.
Vemos que el papel secundario del perro queda claro en su labor de asistente (ayudante) en la intervención, ni la dirige ni la realiza. Es al omitir en la frase quién dirige y realiza la intervención y mencionar solo al asistente cuando puede dar esa impresión, pero en realidad su labor secundaria se deja clara al definir la labor del perro como la de un asistente.
Al omitir la primera parte de la frase somos nosotros los que decidimos darle protagonismo al perro, como elemento diferencial, característico o atractivo de nuestra oferta terapéutica o de intervenciones. El que después nos la queramos coger con papel de fumar y «pecar y ser absueltos a la vez» a través de elegir una preposición es sólo un intento de nadar y guardar la ropa.
Hay que asumir que el protagonismo «mediático», emocional y publicitario es del perro, nuestro deber, nuestra responsabilidad será que eso no fagocite la correcta puesta en marcha y desarrollo de la terapia o intervención. El perro es nuestro «pie en la puerta» para que nos contraten, a partir de ahí que tengamos una buena praxis o que nos dediquemos a pasear al perro con las personas que reciben la terapia o intervención y hacernos fotos para molar mil es cosa nuestra, no de Lázaro Carreter.
Con respecto a la labor instrumental del perro debemos decir que no es diferente a la que tendría un asistente humano, como un bedel o un monitor de tiempo libre. En última instancia incluso el psicólogo/neuropediatra/fisioterapeuta… responsable de la intervención, durante el desarrollo de su trabajo, también es un instrumento para la mejora de sus pacientes. Sin embargo eso no justifica nombrar a ninguno de ellos como objetos:
“Intervenciones Dirigidas/Realizadas con Psicólogos/Neuropediatras/Fisioterapeutas… y Asistidas con Perros/Bedeles/Enfermeros/Familiares”.
Por tanto creo que, la redacción más justa con la labor del perro es la que usa la preposición por, sin que eso implique caer en ninguno de los tres errores de valoración que se suelen argumentar para defender el uso del con.
Pero además de perrero soy aficionado a la gramática. Y siempre es bueno saber qué es lo correcto desde el punto de vista gramatical, pues suele ayudar mucho a dirimir problemas de este tipo.
En el nivel gramatical la cuestión está en determinar si perro es un complemento agente, el que realiza la acción de asistir, y debería usarse la preposición por , o es un complemento circunstancial de modo, el que informa sobre las circunstancias en las que transcurre la acción y debería usarse la preposición con.
En la redacción “intervenciones asistidas por perro” el perro es un agente, puesto que es el que realiza la acción del verbo, que es asistir, no intervenir. El perro es el que asiste y consecuentemente debe usarse por.
El uso de con sería correcto en redacciones que ponen la labor de asistencia como complemento circunstancial de modo, como por ejemplo:
“El psicólogo realiza la terapia con la asistencia de un perro.”
“El psicólogo realiza la terapia con la asistencia de un bedel”.
“El psicólogo realiza la terapia con la ayuda de un test.”
Que sería equivalente a:
“Mi amigo está curándose con la ayuda del fisioterapeuta.”
“Mi amigo está curándose con la ayuda de un perro”.
“Mi amigo está curándose con la ayuda de unas pastillas”.
Como vemos el uso de la preposición nada que ver con que sea un perro, una persona o un objeto en este nivel gramatical.
Por lo anterior, tanto desde el punto de vista del reconocimiento de la condición del perro como sujeto y no como objeto, como desde el punto de vista de la corrección gramatical, creo que debería usarse “Terapias/Intervenciones Asistidas por Perros”.
Pero sin que la cosa sea tan relevante como para que dejemos de hablarnos los partidarios de una u otra preposición 🙂 . Que hay gente muy maja y con muy buenos trabajos usando ambas nomenclaturas.
Yo estoy POR los perros y CON todos los que hacen intervenciones y terapias de calidad con esta misma visión, para ir HACIA un enfoque más colaborativo 😉
Referido a animales no humanos, el antropomorfismo implica interpretar alguna conducta de un animal no humano de manera equivalente a cómo la interpretaríamos en una persona, en lugar de hacerlo de manera que se corresponda con su etología.
El antropomorfismo es un sesgo, es decir, una desviación en el análisis de lo que percibimos que nos aleja de la conclusión o actuación correcta. Los sesgos son chungos cuando estudiamos o entrenamos a un perro porque nos sacan de la buena ciencia.
Pero cuando el antropomorfismo se explica de manera parcial, interesada y tramposa también supone un peligro. Y, por desgracia, es algo muy frecuente en el mundo del perro.
Siempre que doy clase a entrenadores, ya sean expertos o estén iniciando su formación, les hago la misma pregunta:
«¿Habéis oído hablar del antropomorfismo y de sus peligros?»
Y siempre me responden afirmativamente, se les ha insistido en que el antropomorfismo es un abismo que se encuentra a uno de los lados de la carretera de la ciencia y que deben evitarlo a toda costa para no despeñarse.
Todos los entrenadores que he conocido han recibido una y otra vez este mensaje. Consecuentemente se preocupan mucho de conducirse de manera lo más alejada posible de ese temible peligro.
Pero les han hecho trampa.
Porque lo siguiente que les pregunto es si conocen el sesgo contrario, el que te hace caer por el otro lado de la carretera.
Y nunca les han hablado de él. Ninguno de los entrenadores a los que les he preguntado conocían cuál era el sesgo opuesto al antropomorfismo. Eso es mala praxis formativa.
El sesgo contrario al antropomorfismo es el sesgo de objetualización, que implica interpretar las conductas de un perro (u otro ANH) de manera equivalente a como interpretaríamos las acciones de un objeto. La objetualización causa una desviación de la calidad del análisis de la conducta de los perros mucho mayor que la derivada del antropomorfismo.
Porque es bastante evidente que los perros -mamíferos sociales, emocionales y comunicativos- son bastante más parecidos a las personas que a los microondas. Y que la interpretación correcta de sus motivaciones y de sus acciones están más alejadas del conocimiento de las funciones de cada tecla del microondas y de la manera correcta de programarlo, que de las equivalencias con las motivaciones y acciones de otro mamífero social, emocional y comunicativo.
Cuando alguien informa enfáticamente sobre el peligro en un lado de la carretera y omite decir que al otro lado acecha un abismo aún más peligroso está actuando negligentemente, bien por ignorancia, bien por mala fe, y quien confíe en esta información parcial terminará despeñándose por el lado que pensaba seguro.
Porque las medias verdades son las peores mentiras.
Para estudiar y entrenar a los perros sin soltar la mano de la ciencia es muy importante conocer ambos sesgos, antromorfizar y objetualizar. Cuando nos informan solo de uno nos empujan hacia el otro, provocando que caigamos en el sesgo contrario al que conocemos. En muchas ocasiones esto se hace con plena intencionalidad.
Demasiada gente está aprovechando el fantasma de la antropomorfización, sacudiendo su esqueleto como una amenaza, para conseguir que cada vez más entrenadores objetualicen a los perros, los cosifiquen y vean su entrenamiento y la convivencia con ellos como la programación de un complejo electrodoméstico, que funcionará eficazmente conociendo y pulsando la secuencia de botones adecuada.
Los perros no funcionan así. Porque los perros son sujetos y no objetos.
Por eso, aunque hay que evitar ambos sesgos, tengo claro en cuál de ellos preferiría incurrir ¿Y tú? ¿En qué lado de la carretera te sientes más cómodo y seguro cuando llegan las curvas?
Cuando hace tres años formamos al equipo de entrenadores del Zoo de Madrid para cambiar de un entrenamiento conductista a uno cognitivo-emocional escribí un post, Corazón de León, explicando el momento en el que uno de los leones marinos de California cambió el chip y empezó a trabajar para disfrutar con lo que hacía y de su relación afectiva con su entrenadora en lugar de buscando un arenque. Entonces escribí este párrafo.
“… no pudimos evitar emocionarnos, después de años de trabajo en los que lo único importante era obtener un premio de comida habíamos conseguido que Elvis prefiriese estar con su entrenadora y realizar las conductas “de gratis” que un seguro y suculento refuerzo de comida a cambio de una conducta.”
Este verano la responsable de EDUCAN en Argentina, como parte de su formación para incorporarse a nuestra empresa realizó todos nuestros cursos de entrenamiento comercial en España. Creía en el sistema, había decidido dar un giro a su trabajo y hacer adiestramiento cognitivo-emocional. Es una decisión valiente.
Como la mayoría de quienes hacen formación con nosotros su decisión se basaba en la consistencia de la propuesta de adiestramiento cognitivo-emocional y la idea de conseguir que su perro disfrutara de su trabajo y lo realizase basándose en su relación afectiva. Aun no había hecho «contacto».
Pasarse al adiestramiento cognitivo-emocional es un paso que da vértigo, hasta el momento del «contacto», en el que todo cambia, puedes sentirte inseguro. Pero puedes darlo tranquilo, la ciencia del comportamiento más actual, la más reconocida te sujetará. No en vano TODOS los investigadores actuales relevantes que estudian el comportamiento de los perros (Miklosi, Hare, Horowitz…) lo hacen desde una óptica cognitiva y relacional. Ninguno piensa ya que el conductismo permita explicar el conjunto de su comportamiento, ni mucho menos que sea la manera más ética ni eficaz de relacionarnos con ellos.
Un día, en el segundo curso, su perro tuvo su cambió de chip, fue tan rápido como todo en los border collies… Y empezó a trabajar en base al afecto. Ella empezó a llorar, primero lentamente y después como un manantial: su border, que meditaba cada cosa que le pedían, que parecía sopesar cada ventaja e inconveniente de realizar las conductas de una manera egoísta y manipuladora digna de Maquiavelo había cambiado. Estaba trabajando (que no es lo mismo que realizando conductas, le pese a quien le pese) en equipo, porque se querían, sin importarle otra cosa que disfrutar del trabajo y de su comunicación mutua.
El trabajo cognitivo-emocional es una revolución, pero para entrar del todo, con el corazón y no sólo con la cabeza, es necesario ver, sentir, a tu compañero de una manera completamente diferente: trabajando en equipo.
Cuando tienes la experiencia personal de dejar de funcionar como un expendedor de premios para ser un compañero, ese momento en el que dejas de ser el semáforo de las señales para realizar conductas y empieza la comunicación, cuando sobrepasas el aprendizaje asociativo para entrar en la didáctica ya no hay vuelta atrás.
Por eso entiendo a quienes necesitan afirmar que todo es aprendizaje asociativo, que los perros no sienten afecto por las personas y que solo se nos acercan y se mueven para obtener recursos individuales. Ellos nunca han sentido ese momento en el que todo cambia, en el que la conexión es personal y el perro y tú sólo queréis manteneros conectados, sincronizados a través del entrenamiento, en una intimidad en la que no tiene cabida ni sentido la expectativa de conseguir un trozo de salchicha.
Les entiendo y me apena su situación. Porque sin revelación no hay revolución.
Y por eso agradezco a los entrenadores del Zoo de Madrid y a todos nuestros alumnos que hayan salido de su zona de confort, renunciando a «programar» conductas, renunciando al control total que objetualiza al animal entrenado, para aceptar una didáctica negociada con él.
Es muy generoso y valiente dar un paso adelante y ofrecerles a los animales con los que convivimos y entrenamos la posibilidad de ser nuestros compañeros, de demostrarnos que piensan y que nos quieren.
Siempre he reconocido públicamente la posición relevante de Bocalán como entidad formativa, pero nunca había entrado a valorar técnicamente las cosas que hacen. Es normal, por cortesía profesional no me parecía correcto. Además ellos basan su trabajo en ABA, una forma de estudiar el comportamiento e intervenir sobre él radicalmente conductista, completamente diferente al nuestro. Como argumento en detalle en mi nuevo libro.
Pero esta mañana tengo la ocasión de decir abiertamente que un texto de Bocalán, al menos en su mayor parte, me parece impecable, perfecto: es claro, es sensible con las necesidades de la gente y está redactado con estilo. Por desgracia, tengo que hacer notar que dicho texto es un plagio de uno mío escrito en el año dos mil doce y que aún está colgado en nuestra web de Madrid.
Ahora en serio, unas amigas han recibido el siguiente texto desde Bocalán Argentina al solicitar información sobre sus cursos allá, y me lo han enviado, señalando en negrita una parte que redacté yo cuando iniciamos la financiación de nuestros cursos. Al copiarlo aquí he ocultado o cortado aquella información que no nos corresponde exponer públicamente, como fechas o costos:
«Estimada, gracias por contactarse con Bocalán Argentina.
Adjuntamos la información que tenemos al momento.
El cronograma no está definido, el curso de Asistencia
inicia el XX de Agosto y finaliza en XXX, y el de Taa
inicia el XXX y finaliza en XXXX; pudiéndose presentar
cambios en la agenda que serán avisados con la mayor antelación
posible.
Se cursará CASI todos los XXXXXXX, XXXXXX XXXX
días completos ( XXXXXXXXXX), y a su vez hay posibilidad de prácticas
en días XXXXXx a definir.
El profesorado está formado por profesionales expertos en el
área a nivel internacional, también contamos con ponentes
argentinos.
Estamos en un momento económicamente difícil en Argentina, lo que
con frecuencia lleva a que sólo quienes tienen una situación
económica privilegiada puedan permitirse estudiar lo que les gusta
en los mejores centros formativos.
Creemos que la posibilidad de decidir lo que deseamos hacer
en nuestra vida es un derecho, el de tener acceso a una
profesión
que nos brinde satisfacción y un desarrollo personal pleno.
No queremos que nadie renuncie a estudiar con nosotros porque
le suponga un coste inasumible, por eso podemos ofrecerle las
siguientes formas de pago:
La inversión en el curso es de XXXXX
-XXX
-XXXXXXXXXX
– XXXXXXXX
XXXXXXXXX XXXXXXXXXX.
XXXXXXXX.
XXXXXXXXXXXUn saludo, cualquier consulta a disposición.
Máxima Soto-Administración.-«
Y aquí el enlace a mi texto, afortunadamente para mí muy divulgado, pues lo redacté cuando iniciamos un plan de financiación en Marzo del 2012.
¡Mis amigas querían iniciar una auténtica guerra! Querían compartir los textos en Facebook, hacer campañas acusatorias. Me alegro de tener gente que quiere a EDUCAN así y siente como propias estas cosas ¡es emocionante y os lo agradezco!. Pero les he dicho que fuera de la guerra dialéctica que tenemos Teo y yo sobre ABA versus enfoque cognitivo-emocional, que es una pelea dura pero deportiva (con el libro creo que marcaré un sanbon), no soy muy de este tipo de enfrentamientos.
Así que he hablado con Teo, que no sabía que sus compañeros de Argentina habían usado este texto de origen «cognitivo-emocional» 😉 y me ha pedido disculpas, asegurándome que lo retirarán.
En todo caso entiéndase este post como una forma de promover la creatividad publicitaria por parte de nuestros colegas y competidores de Bocalán en Argentina, más que de ninguna otra forma. Al fin y al cabo, plagiar algo es la forma más sincera de reconocer su calidad ;). Tienen todo mi agradecimiento como autor por considerar mi texto lo suficientemente bueno como para usarlo para potenciar la contratación de sus cursos. 🙂 🙂 ¡También nosotros lo deseamos usar en nuestra nueva página!
Por mi parte está todo solucionado y no considero gravísimo de la muerte este suceso, Bocalán es una gran entidad, aunque sigan pensando (en pleno 2014) que el ABA es la mejor base para intervenir y mejorar el comportamiento canino. He pedido a mis amigas que no hagan ninguna difusión de este suceso ni lo usen para desacreditar a nuestros competidores a cambio de escribir este post, os rogaría a todos los demás que hayáis recibido esta información y os sintáis tentados a usarla de ese modo que consideréis este post como desagravio suficiente y no deis caña con esto, que finalmente es un tema menor. Desde EDUCAN no nos sentimos cómodos con que se ataque a Bocalán por nuestra causa, os ruego que respetéis este enfoque y nuestra forma de solucionar el problema y la deis por válida.
Aunque ahora pienso que esto es una trampa para convencerme de que me pase al ABA: Teo, como Eduardo Polín, quiere que discutamos sobre conceptos tomando cervezas, y claro, esas ya son muchas cervezas para que yo esté lúcido y para discutir con ellos ¡¡necesito toda mi cognición!! 😉 Además, si no quedamos pronto, al final no van a resultar contingentes, leche 🙂 🙂
Un abrazo a tod@s, incluyendo Bocalanitas.
En Los combates cotidianos de Manu Larcenet -probablemente uno de los comics más hermosos que nunca se han escrito- hay una escena en la que Pablo, un viejo trabajador de los astilleros, sale al porche de su casa junto al protagonista, silba y de la noche llega una lechuza a la que arroja carne picada que ella come. El protagonista le dice que es un auténtico mago, pero Pablo responde que la mágica es ella, la lechuza, porque tirarle trocitos de carne es fácil, el misterio está en que los acepte.
Los perros son el mayor regalo que nos ha hecho la naturaleza a los hombres, entendiendo que nos ha dotado de muchas maravillas necesarias para que seamos adaptativos: nuestro cerebro, capaz de aprehender el tiempo, del estudio y de la comprensión, nuestros sentidos, esos canales de cristal que sirven para que el mundo entre torrencialmente en nosotros, las emociones, que llenan de significado lo anterior, siendo el nudo que nos enlaza para que tengamos, sintamos que tenemos, un sentido. Pero todo esto, tan lleno de posibilidades, en el fondo son herramientas para nuestra eficacia biológica.
Los perros son un regalo, no era necesario -no es necesario- que nos quieran para que seamos una especie viable (quizá lo sea para que ellos resulten viables, pero hemos domesticado muchas especies y los perros siguen llegando un paso más allá).
Hemos estudiado, desde enfoques diferentes, muchos procesos sobre el aprendizaje animal y tenemos cada vez más y mejores técnicas para entrenarlos, todo eso nos hace olvidarnos un poco del verdadero milagro: Los perros nos quieren como ninguna otra especie que no sea la nuestra, los perros nos toleran de buen ánimo cosas que serían impensables con otros animales.
Los perros nos quieren, los perros se alegran de vernos, de estar con nosotros, nada tienen que ver con otros animales que se puedan limitar a activar un estado emocional positivo al asociarnos con premios. A los perros les gusta que les acariciemos y tumbarse con nosotros para que les rasquemos y toquemos. Se me podrá decir que eso es un refuerzo finalmente, por supuesto: el milagro es que acariciarles les resulte reforzante. Si no me crees intenta acariciar a un cocodrilo ;).
Se podrá objetar que nosotros también queremos a los perros y en eso hay el mismo nivel de maravilla. Ni por asomo, nosotros tenemos una mente capaz de proyecciones muy complejas que nos hace sencillo canalizar nuestras emociones no solo hacia otros animales sino incluso hacia las cosas: conozco gente que ama el arte y gente que se enfada con las puertas que abren mal. Pero los perros, que no tienen esta capacidad, nos quieren.
También se puede decir que otras especies sienten afecto por nosotros, yo he trabajado con muchas y lo sé. Pero el amor de otras especies requiere un mayor trabajo por nuestra parte y es infinitamente más condicional: solo dos nos permiten cagarla de manera sistemática sin que eso rompa la relación afectiva, la nuestra y los perros. Y no apostaría sobre cuál tiene el primer puesto. Eso no ha sido bueno para los perros, cuando los entrenadores de otras especies ven algunas cosas que se hacen con los perros flipan en colores: si hicieran eso con los animales con los que trabajan no volverían a confiar en ellos y desde luego no seguirían trabajando. Pero los perros tienen anchas espaldas con nosotros por el amor que nos profesan, en ese aspecto parecen una madre incondicional que reconociendo las maldades de su hijo mantienen intacto el amor por él. Es triste que esa capacidad, que es uno de los destilados más potentes que el amor en cualquiera de su formas nos brinda, sea abusada y explotada con tanta frecuencia.
Los perros no son el animal más inteligente del mundo, desde luego no son el más cercano filogenéticamente a nosotros ¿por qué es el que mejor se adapta a nuestras increíblemente tensas, limitantes y artificiosas condiciones de vida? Porque los perros nos quieren.
Mantengamos abiertos los ojos sobre esta realidad, no dejemos que los árboles nos impidan ver el bosque. Es bueno y necesario el análisis conceptual y técnico de los diferentes aspectos de los perros y de nuestra relación con ellos, demasiado tiempo, demasiadas veces, el buenismo indeterminado y demagógico ha sustituido a la visión científica (que no por ello es menos amante, puesto que nos hace amar desde el conocimiento, no desde las proyecciones falsas que convierten al perro no en lo que es, sino en lo que querríamos que fuera o necesitamos creer que es). Pero no olvidemos el milagro, el regalo, la premisa inicial, la chispa que enciende e ilumina el camino: los perros nos quieren. Nos quieren mucho.
Debido a los trabajos que muestran la capacidad del perro para aprender imitando a personas y por el salto a la palestra de algunas publicaciones científicas y propuestas de adiestramiento, se ha empezado a hablar y escribir de las neuronas espejo en los perros.
Las neuronas espejo son un tipo especial de neuronas que descubrió casualmente Giacomo Rizzolatti (junto a Leonardo Fogassi y Vittorio Gallese). Otro como Paulov, que mientras experimentaba sobre otra cosa se encontró con un Bingo científico: él originalmente estudiaba las neuronas que controlaban determinados movimientos en macacos, pero se dio cuenta de que parte de esas neuronas se activaban sin necesidad de que el mono se moviera si estaba viendo a otro mono hacer el movimiento estudiado.
Esto se debía a la existencia de un tipo de neurona desconocida hasta entonces, las neuronas espejo que se activan tanto al realizar una acción como al observar esta acción realizada por otros. Estas neuronas tienen una importante función para el aprendizaje social, facilitan entender las acciones e intenciones de los otros, también permiten el aprendizaje por imitación, por lo que su descubrimiento ha traído un vigoroso estímulo al estudio del aprendizaje social y de la metacognición. El libro «Las neuronas espejo » de Rizzolatti y Sinigaglia está traducido al castellano y publicado por Paidós.
En el mundo del perro, donde intercalamos la suspicacia y el entusiasmo hacia las novedades, se han publicado varios artículos dando por hecho la existencia de neuronas espejo en los perros.
Vayamos por partes.
Para demostrar la existencia de neuronas espejo en una especie hacen falta: la observación de la actividad cerebral a través de técnicas de observación de la actividad cerebral, principalmente la resonancia magnética funcional (también se ha usado la tomografía computerizada y el electroencefalograma) y la comprobación de la existencia de determinados comportamientos y formas de aprendizaje social, principalmente el aprendizaje por imitación.
En los perros se ha demostrado experimentalmente la capacidad de aprender imitando (Reproducing human actions and action sequences: “Do as I Do!” Topál, Byrne, Miklósi y Csanyi 2006 y después más trabajos de Miklosi y los de Tomasello y Kaminsky), desde luego los resultados permiten inferir la existencia de neuronas espejo en los perros, pero todavía nos falta cubrir el otro requisito: la observación de la actividad cerebral del perro.
Mi documentalista no había encontrado ningún trabajo que mostrase este segundo parámetro, así que escribí a varios autores que mencionaban en sus escritos la existencia de neuronas especulares en perros, además de pedir la colaboración de mis lectores en una respuesta de este blog. Debo agradecer la amabilidad de los escritores a quienes he consultado y de mis lectores al aportarme muchos datos que no conocía y que me han ayudado a entender exactamente qué sabemos sobre las neuronas espejo en perros.
Sin embargo, la mayoría de las citas consistentes eran de un mismo experimento, ya fuera directamente o a través de referencias en otros trabajos: Neural Circuits Involved in the Recognition of Actions Performed by Nonconspecifics: An fMRI Study, Buccino et Al.2004. Es cierto que en este estudio aparecen perros, monos y personas, pero si lo leemos con atención veremos que sólo se estudia la actividad cerebral de las personas, lo que se hace es ver si las neuronas espejo de las personas se activan al ver a otras especies actuar. No estudian en absoluto las respuestas de los perros ni de los monos.
No he encontrado, y estoy casi seguro de que no existe, ningún trabajo experimental que haya buscado, encontrado y registrado la actividad de neuronas espejo en perros.
Afortunadamente Juan Francisco Calle, director de la excelente web de divulgación Doogweb, ha aportado un dato muy relevante: En un su artículo del día cinco de este mes (anteayer) ¿Cómo piensan los perros? Hace referencia a que la Universidad de Emory ha sido la primera en poder iniciar estudios de neuroimagen con perros, y la Universidad de Emory lo publicó tan solo un día antes (felicidades Juan Francisco por la rapidez en trasmitirnos la “ultima hora científica”). A partir de aquí podemos hacer una ecuación sencilla, si hasta ahora no se había aplicado la resonancia magnética funcional al estudio de la actividad cerebral de los perros no podía haber registros realizados con esta prueba.
Yo tengo la convicción profunda de que los perros poseen neuronas espejo porque la evidencia comportamental demuestra la capacidad de los perros de empatizar y de aprender imitando (incluso a personas, que no son coespecíficos) y creo que es una justa aplicación de la navaja de Occam, considerar la explicación más parsimoniosa que ante el mismo tipo de aprendizaje y respuesta a una situación, en diferentes mamíferos sociales se activen mecanismos homólogos, pues el cerebro hasta ahora ha mostrado estructuras de funcionamiento similares en diferentes especies, además de tener un funcionamiento holístico que dificultaría el surgimiento y acople de estructuras análogas, no es como el pulgar del panda o las alas del murciélago.
Pero, para pisar consistentemente en nuestras afirmaciones, debemos decir que los conocimientos actuales únicamente sugieren la existencia de neuronas espejo en nuestros compañeros caninos. Esto ya es bastante milagroso como para celebrarlo, no hace falta que adelantemos acontecimientos, seguro que en unos meses los señores de la Universidad de Emory nos lo confirman ;).
Otra discusión será sobre si los perros tienen neuronas de Von Economo (estas sí se han encontrado en elefantes, ballenas y posteriormente en otros cetáceos menores como los delfines)o, a las que se les atribuye mucha importancia en la autoconciencia y el ajuste rápido a situaciones sociales con alta carga emocional. Aquí la idea generalizada es que los perros no las poseen, pero personalmente no lo veo tan claro, creo que se puede argumentar con solvencia a favor de la existencia de este tipo de neuronas en los perros. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión :).
El otro día recibí una nota informativa de nuestros colegas del centro canino “Cinco Huesos” sobre un seminario que organizaban: Traen a Claudia Fugazza a exponer su sistema “Do as I Do” (hazlo como yo).
En nuestro país se hacen muchos y buenos seminarios con ponentes de calidad, normalmente entrenadores de renombre de especialidades concretas (VPG, Agility, OCI, problemas de gestión emocional del miedo o la agresión…) que exponen y ponen en práctica sus filosofías, procedimientos y técnicas probadamente exitosas.
Este seminario es muy diferente.
Claudia Fugazza ha desarrollado un protocolo de trabajo, “Do as I do” (hazlo como yo), que utiliza el complejo proceso cognitivo y social de la imitación para enseñar al perro, esto significa que el perro aprende imitando lo que hace su guía humano. Me sorprendió mucho esta propuesta y aún más el hecho de no saber quién era la señorita Fugazza ni que existía el “Do as I Do” como protocolo de entrenamiento, pues suelo estar bastante actualizado y el tema de empatía, simpatía y sincronía está muy ligado a la imitación, al indagar descubrí que se había presentado oficialmente en un libro que se editó en diciembre del año pasado, o sea menos de medio año. Realmente es una noticia de última hora, así que me siento excusado por no conocer su trabajo hasta ahora.
En mi opinión esta es la propuesta más importante que ha aparecido en entrenamiento de perros desde… bueno desde que nosotros planteamos incorporar al entrenamiento de manera sistemática los procesos cognitivos de resolución de problemas, formación de conceptos y toma de decisiones, así como de trabajar la gestión emocional y llamamos al conjunto de nuestras propuestas adiestramiento cognitivo-emocional.
“Do as I Do” es tan importante porque no solo plantea la existencia en los perros de una capacidad cognitiva y social muy compleja, como es la imitación, sino que aporta un protocolo concreto y sistemático para aprovechar esta capacidad en el adiestramiento. Algo completamente novedoso y revolucionario.
He comentado lo relevante, en mi opinión, de esta propuesta con otros colegas y en varios casos he tenido una sensación de “déjà vu”, me han planteado que Claudia Fugazza no ha tenido grandes resultados en competiciones o que en sus videos el nivel de entrenamiento de su perro es inferior al que obtienen otros entrenadores que enseñan las mismas destrezas con métodos tradicionales.
¿Cómo se puede ser tan corto de vista? (el texto original era «¡Putos miopes!», pero me comentan que es inadecuado, así que no lo pongo :)).
El primer coche era menos eficaz que el último carromato, pero lo que suponía de avance conceptual era incuestionable y marcaba el inicio de una época… o el final de la anterior. Es normal que los protocolos y las técnicas concretas para aplicar la imitación como motor de enseñanza sean mejorables ¡acaban de empezar! Pero dentro de diez años las técnicas se habrán afinado y no entenderemos cómo podíamos entrenar sin tomar en cuenta la imitación. Y será gracias a la señorita Fugazza. Con esto no quiero decir que tengamos que dejar de utilizar los procesos de aprendizaje que se usaban hasta ahora para enseñarlo todo a través de la imitación (en rastreo en concreto no lo recomiendo en absoluto, salvo que uno tenga más experiencia que Pocholo Martínez-Bordiú), sino que tendremos una vía más de adiestramiento, no una técnica nueva, sino una nueva manera de enseñar.
Claudia Fugazza ha cambiado para siempre el entrenamiento de perros, sin vuelta atrás, da igual que después otro entrenador con más “mano” o interés en la competición consiga mejores resultados aplicando “Do as I do”, no importa que algunos lo utilicen, se beneficien de ello y después digan que en realidad era algo que siempre se había hecho y que no había novedad en la propuesta. No importa que los adiestradores más ancestrales y cerrados sonrían y se hagan gestos cómplices de desprecio al decir “…que los perros imitan ¡qué se inventarán ahora para vender cursos!”. Nada de eso importa porque esta brillantísima entrenadora nos acaba de regalar el siguiente paso en la evolución del adiestramiento de perros y si alguien no sabe verlo es él quien tiene el problema.
Como se puede deducir de mis palabras me parece necesario conocer el trabajo de Claudia Fugazza para tener una visión completa sobre cómo enseñar a nuestros perros aprovechando el máximo de procesos cognitivos y sociales, por ello veinte entrenadores de EDUCAN ya nos hemos apuntado a este seminario. Yo os recomiendo empezar a usar la imitación social como motor de aprendizaje 😉 .
Este es el tercer y último artículo de esta serie, porque, como bien me ha indicado mi compañero Javier Moral, la entropía es un fenómeno del grupo que influye en la conducta de los individuos (empatía, sincronía y simpatía son, por el contrario, fenómenos del individuo que influyen en el grupo) y merece un tratamiento diferenciado.
La simpatía es la base de las estrategias altruistas de conducta y está demostrada en varios mamíferos sociales: los póngidos, los elefantes, los cetáceos y las personas. No está demostrada en cánidos, pero ¡Ojo! No es que se haya evaluado y el resultado haya sido negativo: es que no se han llevado a cabo trabajos publicables para evaluar la existencia de esta capacidad (o al menos yo no he encontrado ninguna documentación al respecto, si algún lector tiene conocimiento de dicha documentación le rogaría que me diese la/s referencia/s). Por ello podemos argumentar a favor o en contra y defender cualquiera de las dos hipótesis.
La simpatía implica no solo reconocer el estado emocional de otro individuo y alterar nuestra conducta de acuerdo a esto, sino el contagio emocional del estado observado: cuando ese estado emocional es positivo nos permite compartirlo, pero lo más interesante es que cuando es negativo se genera conducta para mejorarlo. Es la base de la solidaridad.
La evaluación de la capacidad de simpatía de una especie sólo puede determinarse de manera consistente en base a la aparición de este contagio emocional con una emoción concreta: la tristeza. ¿Por qué?, la alegría suele llevar asociados o bien la aparición de estímulos positivos que sólo ha captado el animal que se pone contento, o bien comportamientos expansivos que fácilmente pueden inducir a los otros miembros del grupo a “aprender” cuándo es el momento adecuado para jugar, los estados emocionales agresivos también deben ser rápidamente captados por los otros individuos del grupo para adecuar su conducta por interés propio ¡nadie quiere tocarle las narices a un tipo enfadado!, incluso el miedo puede estar asociado a factores de interés individual: si otro individuo del grupo tiene miedo puede pasar algo peligroso para todos, que harán muy bien en “contagiarse” de ese estado emocional y poner pies (patas) en polvorosa. Por ello el contagio de estas emociones tiene una fácil explicación por asociaciones con elementos de interés para el individuo que se contagia, ¡ojo! No digo que el contagio suceda únicamente por este motivo, pero siguiendo el principio de Morgan no debemos explicar un comportamiento como consecuencia de un proceso psicológico complejo si podemos explicarlo a través de otro proceso más básico. Al lorito con esto que algunos conductistas han citado hasta la saciedad este “canon” de Morgan, sin recordar que el mismo Morgan, algo escandalizado por el sesgo que se le daba a sus palabras, añadió después: “para que el alcance de este principio no sea malentendido hay que añadir que el canon no excluye en absoluto la interpretación de un comportamiento en particular en términos de procesos superiores si ya hemos conseguido pruebas independientes de la existencia de estos procesos superiores en el animal que estamos observando”. O sea que si todos los procesos de contagio emocional que observamos pueden ser explicados en base a asociaciones con las consecuencias de esos estados emocionales no podemos hablar de simpatía, pero si existe al menos un caso de contagio emocional que no es explicable únicamente por asociaciones de este tipo podremos argumentar que en los demás casos el contagio podría darse por el mismo mecanismo que explique ese único caso. Si, a mí también me parece lioso.
Y aquí entra en juego la tristeza, porque no hay ninguna ventaja directa por contagiarse de la tristeza de otro individuo: la tristeza no es una señal de alarma que nos ayude a evitar un peligro, tampoco es el predictor de ningún evento positivo, hay una reducción de conducta en el individuo triste y no un aumento que pueda llamar la atención de los otros individuos. En fin que realmente lo “lógico” sería ignorar al individuo triste. Sin embargo en las especies con capacidad de simpatía aparece este contagio emocional, que además es directamente proporcional al nivel de relación entre los individuos implicados.
Creo que muchos hemos presenciado casos en los que aparece el contagio emocional de la tristeza en los perros: cuando estamos desanimados y se nos acercan para darnos suavemente la pata o un lametón por ejemplo. Recuerdo que cuando mi perro Ibo era muy mayor y ya estaba bastante disminuido tenía ocasionales empeoramientos de ánimo. Siempre que esto sucedía nuestras otras perras, jóvenes y activas, se acercaban a él: la pastora alemana se tumbaba a su lado muy pegada al suelo y la malinois (incapaz de estarse tan tranquila) cogía juguetes y los dejaba caer delante suyo. Conductas difíciles de explicar sin tomar en cuenta la simpatía, pues la mayor recompensa que obtenían era que, en el caso de aceptar alguno de los juguetes, Ibo las echaba de allí para disfrutarlo tranquilo (sí, a veces era muy borde). Hubieran obtenido más beneficio si sencillamente ignorasen al yayo e hicieran su vida, pero parecía que les era completamente imposible pasar por alto estos momentos de desánimo del que había sido su compañero de juegos durante muchos años. También hace poco unas border collies estuvieron en nuestra residencia, una de ellas sufrió unos ataques epilépticos, tras los cuales quedó desorientada y aparentemente no reconocía a su compañera de toda la vida, este estado emocional alterado tuvo como consecuencia que la perra que no había sufrido los ataques intentara “animar” a su amiga de todas las maneras posibles: invitaciones al juego, acercamientos tranquilos, contactos que la primera rechazaba: esto causó que la otra multiplicara sus esfuerzos por “conectar” con ella, hasta el punto en el que decidimos separarlas temporalmente para evitarle a la preocupada compañera un aumento indeseable de los niveles de estrés. También es cierto que la perra que mostraba estos niveles de preocupación activa por su amiga es, en mi opinión, una de las perras más especiales y con una personalidad más encantadora y atrayente que he tenido el gusto de conocer.
No quiero terminar este artículo sin indicar que, aunque estemos tocando temas que nos den una visión “positiva” del perro, acorde con la imagen de ellos que queremos tener, estos son sólo algunos de los procesos que aparecen en el perro doméstico. También existen y están bien demostrados otros bastante menos amables, lamentablemente no podemos “ordenar” la naturaleza de acuerdo con nuestros deseos, esto es algo de lo que, EMMO, se está abusando demasiado en el mundo del adiestramiento para captar a quienes se inician y desean escuchar que la realidad técnica coincide con su ideal de cómo es/debería ser el perro, pero los estudios también nos muestran procesos como el infanticidio en leones, o algunas formas de agresión en los perros que no nos gustaría reconocer en nuestro mejores amigos.
Por tanto debemos tomar muy en cuenta que, si bien los actuales trabajos confirman que los perros no son únicamente unos individualistas feroces y dispuestos a la agresión por cualquier quítame allá esas pajas (¿de dónde vendrá esta expresión?), también confirman la existencia de otros procesos en los que sí que aparece competencia, individualismo o actitudes fuertemente agresivas (sin patologías de la conducta) hacia compañeros sociales o seres humanos. No podemos tomar únicamente la parte de conocimientos que nos reconfortan, es necesario aceptarlo todo para tener una visión real de la etología de nuestros compañeros: tan capaces son de ser unos amigos solidarios como de ser unos cabrones con pintas (¿se puede hablar así de mal en un blog? :o, espero que mi madre no lea esto o me lavará la boca con jabón).
Este segundo artículo es el más corto y sencillo de la serie, así que no creo que haya problema en que no espere las dos semanas preceptivas según mi Webmaster y lo cuelgue ya 😉
La sincronía es la segunda de las capacidades emocionales relevantes en los mamíferos sociales, la sincronía es una capacidad derivada de la empatía y es necesaria esta (la empatía) para que pueda aparecer la sincronía.
La sincronía es la capacidad de los miembros de un grupo social para activar simultáneamente estados emocionales concretos así como las conductas consecuentes a dichos estados emocionales.
Formar grupos sociales tiene una finalidad utilitaria: mejorar la capacidad de conseguir recursos -por ejemplo cazando en grupo- ser más eficaces para defenderse o defender los recursos, como puede suceder en la defensa del territorio ante intrusiones o predadores. Pero para poder llevar esto a cabo, antes que la coordinación compleja que implican estas acciones, es necesario que exista sincronía entre los individuos, por eso los bostezos son contagiosos y ver a alguien bostezar nos induce al sueño: conviene que todo el grupo sincronice sus actividades, entre ellas el descanso, para conseguir un máximo rendimiento cuando sea necesario. También durante los desplazamientos los grupos sociales se sincronizan para moverse a la vez, lo que permite que el grupo se mueva de forma homogénea y no que cada individuo adopte una velocidad distinta.
En la doma natural de caballos es habitual evaluar, entrenar y aprovechar esta sincronía (por ejemplo), lo mismo podría hacerse en adiestramiento de perros, hace poco un colega de Cataluña me contaba que conocía a un anciano que adiestraba los perros de sus vecinos para no tirar de la correa: sencillamente se los ataba a la cintura y se dedicaba a cuidar su jardín y su huerto durante horas, tranquilamente. En pocas semanas el perro se sincronizaba con el anciano y dejaba de tirar, sin más. Encontrar técnicas que nos permitan sincronizar al perro con nosotros y no sólo realizar la conducta para conseguir un refuerzo es de gran utillidad para los muchos adiestramientos que demandan una fuerte coordinación en el binomio guía-perro.
Yo tengo la costumbre de dormir la siesta (¡eh, no me deis caña! que me levanto muy temprano) y mis perros están sincronizados, a la hora de la siesta empiezan a mostrar sueño y, si me retraso en ir a dormir, me los encuentro a los tres totalmente traspuestos en la habitación. Y dos son malinois. Esta sincronía facilita la armonía en el grupo social ¡os lo garantizo!
¿En alguna ocasión habéis observado que uno de vuestros perros persigue una liebre y otro, sin ver a la liebre, sale corriendo a cazarla también? Eso es posible gracias a la sincronía: la empatía ha permitido al segundo perro reconocer el estado emocional asociado a la caza en el primero y se ha sincronizado con él, si el primer perro hubiera corrido a exactamente la misma velocidad y realizando el mismo trayecto pero como consecuencia de un susto, el segundo perro hubiera reaccionado de manera muy distinta, pese a ser la conducta muy similar en su forma: el poder reconocer el estado emocional es lo que permite actuar de manera sincronizada. Los comportamientos contagiosos (como la huida de los antílopes) son ejemplos de sincronía, donde el correcto reconocimiento del estado emocional permite la coordinación adecuada para actuar.
Cuando hablamos de comportamientos imitativos de alegría o miedo estamos reconociendo implícitamente la capacidad de reconocer este estado emocional en otro individuo (empatía) y de adoptarlo (sincronía) por parte del animal que imita, de hecho la imitación es un proceso bastante complejo que, cuando se refiere a conductas concretas y no a estados emocionales, constituye el primer paso del aprendizaje cultural (algo probado en póngidos, tilonorrincos, algunos monos y en elefantes).
La sincronía es una capacidad relevante para la eficacia del grupo social, por ello toda falta de sincronía genera malestar en el grupo, lo que explica por qué incluso perros trabajados en positivo se muestran aburridos frente a las sesiones de entreno: cuando una y otra vez el guía intenta no interactuar con su perro, ser neutro y la única información que recibe el perro es un click, se está potenciando que el perro se sincronice con su apatía e inmovilidad o peor que no se sincronice con su guía, esta manera de entrenar puede convenirnos en ocasiones puntuales, pero sistematizarlo y utilizarlo en todos los entrenos tiende a volver al perro pasivo (como el guía durante el entreno) y poco interactivo (también como el guía). Seguro que preferiría que el adiestramiento fuera algo que su guía hiciese alegre e interactuando, así al valor de los refuerzos le sumamos el valor social de interactuar con la persona a la que quiere ¡A todos nos sabe mejor la comida cuando la disfrutamos en un contexto social!
Ahora ya sabes que cuando tenías veinte años y tu madre te reñía porque no comías con la familia, te levantabas y te acostabas a horas extrañas y en general “parece que esto es una pensión y no tu casa”, lo que sucedía es que notaba tu falta de sincronía con el grupo social y esto le hacía sentir mal. Eso y que –seamos sinceros- con veinte años te pasabas un taco 🙂
AVISO A NAVEGANTES: Originalmente este artículo iba a llamarse “Empatía, sincronía, simpatía y entropía”, pero como se me ha ido de madre (again) lo dividiré en cuatro partes, una por cada fenómeno enumerado, así ni mi Webmaster se tira de los pelos (porque tirarme a mí es más bien difícil), ni quienes leáis esto tendréis que sufrir un maratón tipo “¡Veamos la trilogía del Señor de los Anillos, versiones extendidas, seguidas y sin descansar!” (pese a que mi amiga Sonia opine que no hay otra manera correcta de verla ;)). Además, reconozcámoslo: uno no es Tolkien, así que he optado por este formato. A los que sé que esperabais un artículo de entropía os tocará esperar un poco. Aclarado esto vamos al turrón:
Hoy es reconocida la importancia de las emociones en el aprendizaje y la conducta del individuo (perro o persona), sabemos que ayudan a reaccionar con rapidez y eficacia en momentos comprometidos, que facilitan la toma de decisiones correctas y que se sinergizan con los procesos cognitivos.
Pero además de esta utilidad individual las emociones son muy relevantes para la organización y eficacia de los mamíferos sociales como el perro (¡o nosotros!), haciendo posible la coordinación y colaboración del individuo con su grupo. Esto es debido a una capacidad emocional muy relevante y demostrada en los perros: la empatía.
Coloquialmente se habla mucho de la empatía, para explicar su importancia en etología debemos saber cómo se define exactamente para esta ciencia: la empatía es la capacidad de percibir y reconocer los estados emocionales de otros individuos y modificar la propia conducta en consecuencia. Pero hay que tener ojo, la empatía es una capacidad neutra, esto es, no implica, como coloquialmente se supone, que se quiera ayudar al otro: la empatía es lo que usamos cuando tenemos que negociar un aumento y esperamos al día en que percibimos que el jefe “esté de buenas”, evitando aquellos días que su estado emocional es negativo por la mala disposición que tendrá ante nuestra propuesta. O cuando guardábamos las malas notas hasta que nuestros padres estaban contentos con nosotros (a mí eso me podía suponer meses). Incluso es lo que usan los matones en el colegio para elegir a víctimas que se dejarán intimidar. Y desde luego es lo que hemos usado todos para ligar al notar cuándo “le gustabas” a alguien y cuándo eran los momentos adecuados para ir “avanzando”, de hecho en la adolescencia le pedimos, le rogamos, a la empatía que nos ayude a hacer bien cosas que no hemos hecho nunca antes. Por su parte la empatía quiere revisar el convenio.
En los perros no sólo se ha demostrado la empatía hacia otros perros, sino también hacia personas (e incluso hacia otras especies de animales): por eso los perros se activan cuando nos ven contentos y nos rehúyen en momentos de enfado, aunque nunca les hayamos castigado. Cuando Iniesta marcó EL GOL todos mis perros notaron el ambiente festivo y se pusieron a dar saltos e invitarnos a jugar ¡qué mejor momento, viéndonos con un estado emocional tan alegre! Por eso también es importante cuál es nuestro estado emocional al convivir, entrenar y competir. Muchos perros “fallan” en competición porque nuestro estado emocional es extraño y están más pendientes de qué nos pasa y por qué estamos tan alterados que del adiestramiento. Esto no debe extrañarnos, en realidad nos sucede los mismo cuando llegamos a nuestro puesto de trabajo y un compañero tiene un estado emocional extraño: hasta que no sabemos qué le sucede nuestro rendimiento está bajo mínimos, no pudiendo desviar la atención de él (“sabéis si a Paco le pasa algo, es que está rarísimo”).
Por ello debemos incluir en nuestro entrenamiento la evaluación y gestión de nuestras emociones y no sólo las del perro, pues por bueno que sea un adiestramiento, si el perro ha formado equipo con nosotros, no podemos pedirle que desconecte su capacidad de empatizar cuando competimos porque somos incapaces de controlar nuestros nervios. En primer lugar porque es injusto y en segundo porque es imposible.